Capítulo XIV

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Al estar el dragón algo más tranquilo, los cazadores y la hechicera se encaminaron de vuelta a la aldea, la castaña había encontrado una posada en la que hospedarse mientras planeaban que hacer.

Al llegar al edificio los viajeros se separaron en habitaciones, cada uno al lado de los otros, curiosamente, el dragón y el rubio cazador quedaron en extremos opuestos.

Pasaban las horas en esa oscura noche, el viento soplaba como un ligero silbido mientras un chico pelirrojo daba vueltas sin parar en su cama, todavía no se acostumbraba a las camas y al poco calor que su cuerpo emanaba.

Al notar que sería otra noche larga decidió salir a tomar algo de aire. Salió de su habitación y del edificio, optó por no alejarse demasiado de la posada para evitar perderse, pero se mantenía con el perfil bajo con una capa que la hechicera le había hecho, su cabello era difícil de ignorar.

Al bajar un poco por el pueblo se encontró con unos aldeanos alrededor de una fogata, parecía ser un festival, niños y adultos bailaban en torno al fuego mientras otras personas tocaban una melodía muy alegre. Al acercarse notó una silueta un tanto conocida.

Bakugo estaba recargando su espalda en un árbol mientras cruzaba los brazos, tenía puesta su capa roja pero se mantenía en la sombra para pasar desapercibido. No traía su ceño fruncido habitual, se veía muy tranquilo y su rostro se iluminaba por el reflejo del fuego recordándole al dragón la vez que se habían quedado despiertos hablando (bueno, el dragón hablaba) y el amanecer se reflejó en la cara del rubio cenizo.

Se preguntaba si debía acercarse, durante el tiempo en que convivió con el cazador se había dado cuenta de que se relajaba en los momentos que se encontraba solo y lo menos que quería era importunar su tranquilidad. Se dio la vuelta y se propuso regresar a la posada, tal vez lograría quedarse en la cama.

- Ya te vas?

Una voz lo detuvo antes de empezar a caminar, sabía que era el rubio y creía que empezaría a gritarle o algo, al darse la vuelta se sorprendió. Bakugo no se había movido de su lugar, ni siquiera lo había volteado a ver y al intuir que el dragón no diría nada le hizo una señal con el dedo para que se acercara.

El pelirrojo era cauteloso, sabía que no podían llamar la atención y no tendría sentido irse si el cazador ya lo había visto. Se paró a un costado del rubio, en silencio, ambos estaban parados viendo a los aldeanos bailar y cantar.

- Festejan algo? - el dragón era curioso por naturaleza, sobre todo con cosas en relación con los humanos.

- Es el Solsticio de Verano - aunque al rubio se le hiciera de lo más común, intuía que el dragón no sabría de esas cosas y al voltear a verlo supo que no sabía de que hablaba - el solsticio es el día más largo del año, la luz del sol dura más de lo usual y la noche es más corta, varias aldeas lo celebran con un festival que dura hasta que el sol vuelva a salir.

- Y porque el baile?

- Ah? Ni idea, cada aldea lo celebra de manera distinta.

- Tu bailas?

-...

Eso había tomado por sorpresa al cazador, debido a su sangre era obvio que bailaba, pero habían pasado años desde que lo había hecho.

- Bien, tomaré eso como un si - el pelirrojo tomó la mano del rubio y lo jaló.

- Ah?! Que haces idiota! Si alguien me ve estamos muertos!! - intentaba alejar su brazo del agarre del dragón.

- Nadie nos verá, porque no vamos hacia ellos.

- Eh?

Y era verdad, el chico estaba dirigiendo al cazador hacia el bosque, caminaron unos metros y se detuvieron al encontrar una cascada. El lugar era hermoso, la luz tenue de la luna era suficiente para hacer brillar la cascada como si se tratara de miles de diamantes, el dragón se detuvo un momento, realmente no sabía que estaba haciendo, él ni siquiera sabía bailar como lo hacían los humanos.

- Vas a caminar o vas a quedarte ahí parado - el cazador decidió tomar la iniciativa al ver la leve duda del dragón.

El cenizo terminó jalando al pelirrojo hacia la pequeña laguna que se formaba al pie de la cascada.

- Vas a entrar? - el dragón no entendía porque el cazador empezaba a quitarse los zapatos.

- Vamos a entrar.

Al escuchar eso el dragón se quitó tambié los zapatos y siguió al cazador.

Al estar en el centro de la laguna, el chico de cabello escarlata se quedó en blanco, no tenía ni idea de que hacer así que el rubio volvió a tomar la iniciativa. Tomó el borde de su capa y empezó a ondearla, el borde de esta pegaba con el agua, el ambiente empezaba a recordarle los momentos en los que hacía eso. Cerró los ojos y se dejó guiar por sus recuerdos, empezaba a dar vueltas alrededor del dragón, daba pequeños saltos y salpicaba la superficie del agua.

El pelirrojo no podía estar más fascinado, suponía que el rubio sabría bailar pero nunca se imaginó ver algo así, se movía con tanta fluidez que parecía volar sobre la laguna. Su rostro era iluminado por la luna llena y el era otro mero espectador de ese espectáculo nocturno. En algún momento el rubio se detuvo en frente del dragón y extendió su mano.

- N-no, yo no sé... - el pelirrojo quería seguir viendo al cazador.

- Solo sígueme.

El rubio tomó al dragón del brazo y lo acercó hacia él, al estar mucho más cerca que antes el chico rubí sintió su corazón acelerarse, latía tan rápido que creía que el otro lo escucharía.

El rubio tomó ambos brazos del dragón y los posicionó en su cintura, sus manos se cruzaron alrededor del cuello del pelirrojo, al ser de una estatura similar el rubio escondió su cara en la abertura entre el cuello y el hombro del dragón.

La música del pueblo llegaba hasta ellos y al estar más lejos la melodía era más suave, los movimientos del baile de ambos eran tan lentos que el dragón sentía que volaba sin tener sus gigantescas alas.

Mientras más se movían más rápidos eran sus pasos, se separaban, daban vueltas y se rodeaban pero siempre volvían a juntarse.

Pasó un largo rato en que siguieron así, disfrutando del ambiente y de la compañía, después de salir de la laguna regresaron a la posada, el dragón no quería regresar a su fría habitación porque sabía que cuando entrara no podría conciliar el sueño. El rubio debió de notar su incomodidad al estar frente a su habitación ya que le señaló la propia con la cabeza, al instante el dragón entendió y con una sonrisa se encaminó a la habitación del cazador. Entraron y sin mediar palabra ambos se acostaron en la cama del rubio espalda contra espalda.

Al salir el sol, el rubio despertó más temprano de lo que comúnmente se levantaba, el sol entraba desde su ventana y una respiración tranquila llamó su atención. A un costado de él dormía un chico pelirrojo, su cabello se esparcía por toda la almohada y sus brazos se enredaban a su alrededor.

"Eres un maldito koala"


Fuego Blanco - °BAKUSHIMA°KIRIBAKU°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora