Capítulo XXIII

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Mientras la castaña arreglaba las trampas para conejo, el peli verde rellenaba las cantimploras. Habían pasado al menos cinco días desde que habían perdido de vista al otro cazador y al dragón, primeramente se habían asustado al pensar en lo que les pudo haber pasado pero empezaron a entender de lo que se trataba al encontrar un rastro de huellas profundas (claramente hechas a propósito) que los guiaba hacia Kain. El plan había empezado.

Caminaron durante dos días aproximadamente, acercándose al grupo que se había llevado a los otros chicos, habían logrado alcanzarlos pero para que no llegaran a notarlos tuvieron que quedarse unos cuantos metros detrás.

Durante los últimos días habían estado acampando fuera del muro que rodeaba a Kain. Vieron a los cazarrecompensas salir del reino, pero esta vez no llevaban a sus compañeros con ellos y después de eso supieron que sería difícil que salieran si ya se habían encontrado con el rey Endeavor.

Desde entonces, la hechicera intentó varias veces comunicarse con una amiga que vivía en el castillo, Asui era una bruja bastante sigilosa así que no sería un problema hablar con ella sin que alguien más lo supiera, el verdadero problema era saber en donde estaba. No salía mucho del castillo, pero ese lugar era enorme.

Unos días después un mensaje, en un papel de fuego, le llegó a la castaña. Era de Asui, le decía lo que sabía sobre su plan y que estaba más que feliz de ayudarlos. Había visto unas cuantas veces al par de chicos en los calabozos del subsuelo y no parecían muy heridos, el rubio tuvo el torso vendado unos días y el dragón no se separaba ni un minuto de él. El rey no había vuelto a bajar con ellos pero no era extraño, no bajaba mucho. Y el príncipe los ayudaba lo poco que podía, usualmente se encontraba con el rey o con sus hermanos.

El mensaje al terminar de ser leído, se envolvió en llamas y desapareció. Así funcionaban los mensajes de fuego, era la manera en que las brujas, hechiceros y elfos se comunicaban a larga distancia.

El peli verde iba llegando al pequeño campamento que se habían armado en medio del bosque, traía sus cantimploras llenas de agua y se veía algo nervioso.

- Izuku, está todo bien? Estás muy pálido.

- Ochako, creo que tenemos bastantes problemas.

El dragón estaba recostado en el fondo de la jaula, enrollado en sí mismo con cierto rubio en medio. Pasar las noches en ese lugar era condenadamente helado y no tenían muchas formas de producir calor. Habían pasado casi ocho o nueve días desde que habían llegado y después de la pelea con el otro dragón los habían llevado de vuelta a su celda.

La herida del rubio no había sido muy profunda, así que los guaridas solo se dignaron en darle vendas, no ayudaban mucho pero al menos no se infectaría por estar todo el tiempo en el suelo. El chico bicolor no bajaba mucho y lo único que hacían los guardias era arrojarles un pedazo de carne al día.

Claro que Kirishima, siendo como siempre es, le dejaba la comida al cenizo y este solo se la regresaba. Realmente, entre ellos, el que más debería comer sería el dragón, principalmente por su tamaño y porque era él al que habían estado probando. Si querían evitar que los mataran  debían probar que le eran útiles al monarca.

Unas horas después de que los chicos despertaran, el príncipe bicolor se apareció frente a la reja de la jaula, le había ordenado a los guardias seguir con sus tareas, él se encargaría de los otros dos.

- Y ahora que quieres?- el rubio no parecía de humor y su hambre lo irritaba aún más.

- Logré convencer al viejo de sacarlos un rato - el chico hablaba mientras abría la reja - Asui me informó sobre el racionamiento de comida los últimos días.

Fuego Blanco - °BAKUSHIMA°KIRIBAKU°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora