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Lia

31 de diciembre.

La famosa calma después de la tormenta. Después de todos estos malos días todo se había acabado, ahora sentía calma y no aquel vació que tenía antes. Por fin.

Me giré en la cama notando como aquel brazo que responsaba sobre mi espalda me aproximaba más hacia él haciendo que quedara cara a cara con Aiden, que se había quedado a dormir anoche. Cerré los ojos durante un rato esperando a poder quedarme dormida de nuevo pero nada, no podía hacerlo. Una vez que me despierto no puedo volver a dormir, cuanto odio eso. Seguí intentándolo pero un rato después abrí de nuevo los ojos encontrándome con aquellos ojos azules que tanto adoraba mirándome con una sonrisa.

—Buenos días. —murmuré contagiándome de su sonrisa mientras Aiden se acercaba hacia mi para dejar un beso sobre mis labios, como había echado de menos aquel tacto.

—Buenos días, Rubia. —me dijo con su mítica voz ronca que tanto adoraba de acabado de despertar, también echaba eso de menos.

—¿Dormiste bien? —le pregunté medio atontada por culpa de mi alegría en estos momentos.

—Dormí contigo eso lo responde todo.

—Volvió el romántico. —me burlé para evitar que notara mi nerviosismo al escucharle decir eso, mentiría si dijera que no me gustaba aquella faceta.

—El romántico solo sale cuando estas tú...—murmuró metiendo de nuevo la cabeza en la almohada. —Y ahora a dormir más. —musitó atrayéndome aún más hacia él sacándome así una leve risa al sentir su nariz rozar con la mía.

No me empeñé en intentar dormirme al contrario que él lo hacía, tan solo me quede observándolo de nuevo. Lo haría por una eternidad y no me cansaría la verdad. Inconscientemente mi mano viajo a su brazo que tenía sobre mi cintura guiándose hasta su hombro y repasando como de costumbre sus tatuajes con la yema de mi dedo mientras que hacia aquello no pude evitar pensar en lo surrealista que es nuestra historia.

Todo había sido tan raro y bonito a la vez que parecía mentira. No sabía si eran ventajas o desventajas todo lo que es enamorarte de un Ángel Oscuro como él pero no me arrepentía de nada de lo vivido a su lado.

—¿Qué tanto piensas?

Su voz me sacó de mis pensamientos haciendo que parpadeara varias veces volviendo a la realidad antes de volver a mirarlo bien notando como al parecer mi mano había viajado hasta su pelo acariciando los azabaches mechones que estaban bastante despeinados.

—Me alegra dejar la guerra que teníamos. —confesé.

—Del amor a la guerra hay solo un paso.

—Haber si esta vez no avanzamos y nos quedamos en el paso del amor, no me veo preparada para más guerra. —murmuré burlona. —Sobretodo esperemos que no volvamos a pasar aquello, no quiero más ultimátums. —me burlé viendo como suspiraba poniendo los ojos en blanco.

—¿Me lo recordarás siempre verdad?

—Fuiste un poquito cabron, puedo permitirme hacerlo.

—Me he dado cuenta demasiado tarde, pero estoy dispuesto a enmendar mi error. —sonreí al escucharlo, como podía ser tan perfecto cuando quiere el muy capullo.

—También pensaba en que te hace falta un corte de pelo. —seguí burlándome viendo como este se elevaba apoyando sus codos a cada lado de mi cabeza haciendo que quedáramos cara a cara de nuevo solo que esta vez con él sobre mi. 

—Yo diciéndote cosas bonitas y tú acribillándome, eso no esta bien Rubia. —se quejó divertido mirándome de manera desafiante.

—¿Y qué harás al respecto? —pregunté sabiendo a que jugaba.

Ángeles Oscuros [#1] (TERMINADO)✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora