34. Para siempre.

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Astrid terminó de vestirse y fue al salón.
Víctor iba a ir a por ella. ¿Algo que hacer? No.
-¿A dónde vas?- preguntó su padre, que estaba viendo la televisión junto a su madre.
-A casa de Marta a ver una peli- mintió.
-¿Y a qué esperas?
-Víctor tiene que venir a por mí.
-¿Es que tú no puedes ir sola?- replicó su padre.
Astrid se mordió el labio; ni su padre ni su madre sabían que Víctor era su novio.
De hecho, ni siquiera sabían que Javi ya no lo era.
-Bueno, él... No sé... Solo quedamos en que venía a recogerme- explicó.
Su padre no dijo nada más.
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La chica salió de su casa junto a Víctor.
Ella le contó al joven lo que su padre había dicho y que sospechaba que pudiera imaginar algo.
Víctor se limitó a rodear sus hombros con el brazo.
-¿No te preocupa?- preguntó Astrid.
-¿El qué?
-Que a mis padres no les parezca bien que salgamos juntos.
Víctor paró en seco.
Astrid le miró, algo confusa.
Él se colocó delante de ella, la miró a los ojos y sonrió.
-Astrid- dijo.
-¿Qué?
-Te quiero- contestó, y la besó.
La chica suspiró.
Claro, ella también le quería. Amaba sus labios y sus besos. ¿Quién no amaría sus labios y sus besos después de haberlos probado?
-Astrid, ¿crees en los para siempre?- preguntó él, cuando se separaron; tenían la frente apoyada en la del otro.
-No lo sé. Pero no me imagino mi vida sin ti.
-Te diré lo que yo creo- dijo Víctor-. Yo creo que los para siempre son una raza en extinción y que lograrlos es practicamente imposible- explicó, haciendo que Astrid perdiese la sonrisa y su rostro se transformase en una mueca de confusión.
Víctor seguía sonriendo.
-Pero, ¿sabes en que más creo?- siguió. Ella negó con la cabeza-. Creo en ti y en mí. Creo en nosotros. Creo en que nuestro para siempre será posible, porque te conozco. Porque me conozco a mí. Porque sé que jamas haría algo que pudiera hacerte daño.
Una lágrima se resbaló por la mejilla de Astrid.
-Porque, sencillamente, te quiero demasiado para dejar pasar un para siempre junto a ti- terminó.
Astrid no lo resistió y volvió a besarle.
¿A quién le importaba que a su padre no le pareciese bien Víctor?
Víctor era su para siempre.
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Marta cerró con el pestillo la puerta del baño.
De pie, delante de ella, estaba Claudia.
-¿Por qué me encierras aquí, contigo?- preguntó la más pequeña.
-¿Drogaste a Astrid?
-¿Qué importa?
-A mí me importa, quiero saberlo.
-Marta, eso es algo que ya no importa. Víctor y Astrid ya salen juntos, así que...
-Venga. Dímelo.
-Sí, la drogué. Y ahora, ¿qué?
-Ahora se lo voy a decir a Astrid y Víctor.
-Bah.
-¿No te importa?- Claudia se encogió de hombros-. Víctor es tu hermano, ¿no te importa lo que piense?
No contestó.
-¿Cuándo? ¿Cuándo lo hiciste?- añadió Marta.
-En Nochebuena.
Marta miró a su hermana con enfado.
-Se lo voy a decir a Vic.
-Pues muy bien.
Claudia se acercó a la puerta y, tras dedicarle a su hermana una mirada de indiferencia y una media sonrisa, salió del baño.
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Víctor y Astrid llegaron a casa de él.
Víctor obligó a Marta a decirle a sus padres que Astrid iba a dormir con ella, que iban a ver una peli juntas y que Víctor se había apuntado a lo último.
Sus padres no pusieron ninguna pega.
Y así ocuparon el cuarto de Marta.
-Voy a empezar a cobrarte un alquiler, ¿sabes?- dijo Marta.
Víctor y Astrid se sentado en la alfombra que tenia la chica delante del escritorio, donde estaba el ordenador.
El chico sonrió.
-Por cierto, tengo algo importante que decirte- añadió.
-Seguro que puede esperar- replicó él.
Y empezaron a ver la película.
Marta estaba sentada a la izquierda de Astrid.
Miraba la pantalla con aburrimiento mientras se llenaba la boca de palomitas.
Víctor, que tenía tanto interés en la película como en aprender a hacer bufandas, no tardó mucho en hartarse.
Pasó un brazo por los hombros de Astrid, para empezar a acariciar su cuello con los dedos.
La chica contuvo una risita.
Le miró sonriendo y él se acercó más a ella.
Se besaron en un intento de silencio, tratando de no llamar la atención de Marta.
Cosa que, evidentemente, era imposible.
Aunque estaban a oscuras, el sonido de ventosa y humedad mezclados era muy reconocible.
Marta puso los ojos en blanco.
-Ajs, ¡qué asco!- dijo en voz baja.
Víctor apenas separó la boca de la de Astrid para contestar.
-Vete a dormir, Marta.
-¡Sí, hombre!- contestó-, mi cama esta a como dos metros de aquí. Si me voy a dormir, ¡fijo que os lo montais en mi alfombra!- su idea pareció repujnarla a sí misma, porque repitió unos cuantos: ¡ajs!
Hasta finjió que le daban arcadas.
-No quiero tener vuestra mierda en mi alfombra- dijo, con voz de niña pequeña; el mismo tono que usaba Víctor, pensó Astrid.
-¿Quieres callarte?- soltó Víctor.- Ahora nos vamos a mi habitación, estamos esperando a que mamá y papá se vayan a dormir.
Marta no contestó. Se limitó a fruncir el ceño y mirar la pantalla de su ordenador, intentando concentrarse en la película.
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-Sí, sí, ya se han ido a la habitación de Victor- escribió Marta en su WhatsApp, en el grupo que tenía con Marina, Vero, Patricia, Limi y Javi. Era un grupo para, básicamente, "conspirar" contra Víctor y Astrid. Limi y Javi tampoco estaban conectados.
-¿Y han estado liándose contigo delante?- dijo Marina.
-Sí.
-Bueno, eso no es importante. Todos sabemos que...- intervino Vero.
-Ya, pero ¡joder! ¡Que era yo la que estaba delante!- protestó Marta.
-Eres una plasta, dejalos que disfruten- añadió Marina.
Marta resopló.
-Chicas, voy a por un vaso de agua- escribió. Dejó el móvil sobre la almohada y se levantó.
Se llenó un vaso y volvió, arrastrando los pies por el pasillo.
Claudia estaba saliendo del baño.
-Voy a decirles a papá y a mamá que Víctor es quien duerme con Astrid, y no tú. Bueno, y que en realidad no duermen- dijo Claudia.
Marta puso los ojos en blanco.
-Víctor se encargará de ponerte en tu sitio- replicó.
Ignoró a su hermana y fue a su cuarto, sin poder evitar escuchar a... su hermano y a Astrid.
Cogió el móvil y escribió:
-Chicas, necesito dormir. Acabo de pasar por delante del cuarto de mi querido hermanito y ¡ajs! Demasiados gemidos y mierda similar.
-No nos cuentes eso. Aunque, de todas formas, que borde...- respondió Marina.
Javi se conectó en ese momento.
-Que poco romántica- añadió Vero.
-Es que eres un pequeño monstruo insensible- siguió Marina.
-Eh. No os metais tanto con ella- intervino Javi, que acababa de conectarse.
Marta miró la pantalla del móvil y abrió mucho los ojos.
Javi.
Se mordió el labio y volvió a la pantalla.
-Yo creo que Marta es increíble.
Marta reprimió un gritito de emoción.
¡Javi había dicho que era increíble!
No escribió nada como respuesta; no era capaz.
-Marta solo es una pobre loca- escribió Limi, uniéndose a la conversación.
Marta sintió ganas de matar a su amigo.
-¿Por que todos os meteis con ella?- preguntó Javi.
-Alguien tiene que hacerlo- contestó Marina.
-Marta, será mejor que abandonemos a estos bordes. Crearemos nuestra propia civilización- dijo Javi.
Marta sonrió como una tonta mientras escribía:
-Me parece bien.
-¿Eso de vuestra propia civilización es alguna forma retorcida de decir que quieres tener hijos con ella y, por lo tanto, tirártela?- preguntó Marina.
-¡Salido pervertido! ¡No te atrevas a profanar a mi niña! ¡Es muy joven!- puso Vero.
Marta no supo si reír o llorar.
-Javi quiere tirarse a Marta- escribió Limi.
Javi, en su cuarto, miró su móvil con terror.
¿Por qué todos decían eso?
¿Cómo se suponía que iba a declararse ahora a Marta?
-Callaos todos, idiotas- dijo Marta.
Pasaron unos segundos sin que nadie escribiese nada.
-Yo también creo que Javi es increíble- añadió.
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Víctor tenía los ojos cerrados.
Astrid estaba a su lado, deslizando los dedos por su pecho desnudo. Besando la curva de su mandíbula, donde empezaba a crecerle la barba.
Siguió por su mejilla y llegó a la comisura de sus labios.
Se detuvo y le miró. Él abrió los ojos.
-¿Qué pasa? ¿Por qué has parado?- preguntó.
Astrid sonrió.
-¿Quieres que siga?- dijo.
-Por supuesto- respondió-. Es como si le enseñas un caramelo a un niño, se lo das, y luego se lo quitas.
-Tú te comportas como un niño- replicó.
-Tú eres tan dulde como un caramelo- dijo él.
Astrid sonrió más.
-Te quiero- susurró, acercándose a su oído.
-Yo tambi...- empezó, pero el beso de Astrid le cortó.
Tenían un para siempre que construir.

Si la princesa abriera los ojos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora