Sus labios.
Aun recordaba ese beso.
Habían pasado dos semanas, tres días, catorce horas, treinta y dos minutos y... once segundos.
Y aun podía recordar con perfecta claridad el contacto de los labios de ella sobre los suyos.
Ese beso que había comenzado como todos los demás, pero el chico no lo soportó más e introdujo su lengua dentro de la boca de ella.
Jamás había sentido una necesidad tan grande de besar a alguien.
La había estrechado contra su cuerpo, desesperado por recuperarla.
Si no lo conseguía... No quería pensar en lo que pasaría.
Pero, al separarse, ella empezó a llorar otra vez y corrió al interior de su casa, dejándole solo bajo la luz de las escasas estrellas y con un dolor indescriptible latiendo en su cuerpo.
Ese dolor no se había ido. Seguía allí, atenazándo su pecho y consiguiendo que la cabeza le doliera a todas horas.
En ese momento, su mejor amigo abrió la puerta y entró sin siquiera llamar.
-Ahora sí que no hay nada que hacer- dijo con tristeza.
Limi lo miró con resignación.
Nada de lo que dijera haría que su amigo volviera a ser el loco simpático y divertido de antes.
Pero quizá sí hubiera algo que pudiera hacer...
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-¿Quieres salir de ahí de una vez?- preguntó Sonia.
Astrid no contestó y se arropó más con la manta.
Estaba metida en la cama y no tenía intención de salir de ahí.
Nunca.
Víctor la había besado.
Aun sentía ese hormigueo en los labios.
Había sido tan extraño.
¿Qué había sentido exactamente?
No lo sabía.
Al principio se dejó llevar y besó a Víctor como si no hubiera un mañana.
Pero volvió a acordarse de la morena de la tienda de batidos y se separó de él. Empezó a llorar y se metió corriendo en su casa.
-Como no salgas, te saco yo.
-¿Quieres dejarme en paz de una vez? Mi vida es una tragedia. Nada de lo que haga fuera de esta cama va a ayudarme- replicó Astrid.
-Mira que eres cabezota, ¿eh, bonita?
Ella solo resopló.
-Víctor te besó. ¿Cuál es el problema?- preguntó Sonia.
Astrid la fulminó con la mirada.
¿Es que su amiga no la escuchaba cuando hablaba?
-¿No tienes que ir a molestar a Héctor?- replicó.
-No, hoy puedo molestarte solo a ti.
Ella resopló.
-Pues no sé qué vas a hacer ahora. Ya no puedes demostrar que en realidad Víctor está enamorado de mí.
-¡Pero si te besó!
-Sí, y no sé por qué- replicó molesta; esa era otra de las cosas que la atormentaban. ¿Por qué la había besado Víctor?
-Pues yo creo que es obvio.
-¿Que es gilipollas? Ya lo había pensado...
-Te quiere mucho.
-A la morena de la tienda de batidos también.
- No, a ti.
Astrid miró a Sonia y suspiró.
-Me da igual. Víctor... No, Víctor no, y se acabó. No hay un futuro para nosotros juntos.
-Porque te niegas a creer que puede haberlo.
En ese momento, su teléfono empezó a sonar.
-Quizá es Víctor- opinó Sonia.
Astrid frunció el ceño.
Miró la pantalla.
Al leer el nombre de la persona que le llamaba, sonrió.
Sonrió sin más.
-Hola- contestó, como lo haría una tonta enamorada.
Sí, ella estaba enamorada. Pero no del chico al que acababa de saludar.
¿Por qué, entonces, sonreía así?
-Hola- repitió Javi.
-¿Quién es?- preguntó Sonia.
-Javi- contestó Astrid.
-¿Qué?- preguntó él.
-No, nada, le decía a Sonia que eras tú.
-Ah, bueno, yo sí quería decirte algo.
-¿Sí?- dijo curiosa- ¿Qué?
-¿Estás sonriendo?
-¿Para qué quieres saber eso?
-Es importante. Influye bastante en lo que quiero decirte.
-Mmm... Sí, estoy sonriendo.
-¿Por mí llamada, o sonreías antes de que te llamara?
Por su llamada, sin duda.
-Sonrío por tu llamada- admitió.
-Genial, ahora esto ya va mejor- se aclaró la garganta-. Astrid, quiero pedirte otra oportunidad.
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Víctor tiró su bloc de dibujo a un lado.
Resopló. O suspiró. O una mezcla de ambas.
Era tontería seguir creyendo que Astrid y él llegarían a estar juntos algún día.
Y dibujar a la chica a todas horas no podía ser bueno.
¿Aunque qué iba a hacer?
Amaba a esa chica con todo su ser.
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Si la princesa abriera los ojos...
RomansaPara Astrid, el mundo deja mucho que desear. Sola, sin amigos en los que poder confiar al mudarse con sus padres. Y entonces conoce a Víctor, un joven de ojos traviesos y muchas ganas de disfrutar de sus propias locuras. ¿Será capaz de abrir los oj...