39. El cielo es azul.

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-Dios. Casi no tengo batería.
Javi miró a Marta, que acababa de hablar, y se sentó junto a ella, apoyando la espalda en la pared.
-¿Cuánto?- preguntó.
-Cinco por ciento.
-Bff.
-Ya.
-¿Puedes hacer una llamada?
-Supongo, pero igual se corta antes de que me lo cojan.
-Habrá que intentarlo.
Marta asintió.
-Por cierto, ¿dónde está tu móvil?- añadió.
Javi se registró de nuevo los bolsillos.
-No tengo ni idea. Creo que lo he perdido. Igual está en casa de Limi.
Marta suspiró.
-Bueno, ¿y a quién llamo?
Javi, que estaba mordiéndose las uñas (cosa que solía hacer muy a menudo; demasiado a menudo en opinión de Marta), la miró unos segundos.
-¿A alguien que no tenga una terrible resaca?- dijo, sin apartar la mano izquierda de la boca mientras que con la derecha sostenía su otra muñeca.
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Un molesto sonido empezó a martillear en su cabeza.
Se cubrió los ojos con el brazo para que la luz no le molestara; debía de estar amaneciendo, pensó con más lucidez de la que creía que tenía en aquellos momentos.
Entonces Limi se dio cuenta de que aquel horrible sonido que estaba taladrándole el cerebro era un móvil. Pero no era su móvil. Era el de Marina.
Con los ojos cerrados y a tientas, palpó la mesita cercana al sofá y por fin encontró a aquel aparato infernal que sonaba alegremente mientras él sufría la resaca de su vida.
-¿Queeeeeé?- preguntó.
En realidad seguía medio dormido.
-Oh, Limi, menos mal que lo has cogido- contestó la voz de Marta al otro lado de la línea-. Mira, estoy con Javi en un sitio que no sé dónde está. No, no tengo ni idea. Se me va a acabar la batería, y Javi ha perdido su móvil. Y ya te digo que no sabemos dónde estamos...
Marta siempre hablaba tan rápido, pensaba Limi mientras oía la melodiosa voz de su amiga sin escucharla. Ni entenderla.
-Marta- cortó.
Ella se calló de inmediato.
-Dime.
-Tengo muuuuuucho sueño. Y creo que me va a explotar la cabeza, y tú... tú hablas jodidamente deprisa. Y no te entiendo. Y... y me duermo...
-¡Limi! ¡No, por favor!- dijo ella con algo de desesperación.
Pero Limi ya se había quedado dormido con el móvil resbalando entre los cojines del sofá.
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-¿Por qué crees que el cielo es azul?
Marina le lanzó una mirada enfadada a Víctor.
-¿Tú eres tonto?
Víctor frunció el ceño.
-No, solo quería saber tu opinión- dijo con esos aires de niño pequeño que la sacaban de quicio.
-Víctor. Céntrate. Hemos perdido a todos nuestros amigos, incluidas dos de tus hermanas y tu novia.
Víctor resopló.
-Marina.
-¿Sí?
-Deberías ser más amable.
Marina sonrió.
-¿Tú crees? Pero si soy perfecta. En vez de Marina deberían haberme llamado Virtudes.
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Vero, Astrid y Ruth, tras comprobar que la cobertura de allí era inexistente, empezaron a andar.
Por suerte, el instituto de unos amigos de Ruth estaba cerca y ella se medio conocía la zona.
-Creo que por esa calle, a la derecha, hay una cabina- dijo.
-Cabina... -repitieron Vero y Astrid, como si fuera un termino desconocido para ellas.
-¿Teneis dinero?- preguntó Ruth.
Vero y Astrid se miraron entre sí.
Registraron sus ridículos bolsos de mano (que no habían perdido milagrosamente) y negaron con la cabeza.
-Genial. Pues a la mierda la cabina.
-Vero, prostitúyete y consigue dinero para volver a casa- dijo Astrid.
Vero sonrió y le hizo burla a la chica.
-Vale, ahora en serio. ¿Qué hacemos?
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Javi suspiró mientras Marta maldecía a Limi.
La miró mientras despotricaba y soltaba una serie de tacos variados.
-Marta. Tranquilízate. Podría ser peor.
-¿Ah, sí?
-Claro. Podrías haberte perdido con Limi y ahora tendrías que hacerte cargo de un borracho. Yo al menos puedo decir mi nombre y apellidos mientras salto con una sola pierna.
Marta sonrió.
-Demuéstralo.
Javi también sonrió.
-Es que mi nombre y apellidos son muy largos- replicó.
Marta sacudió la cabeza y se sentó a su lado de nuevo, apoyando la cabeza en su hombro.
-Vale. Tú puedes ser todo lo optimista que quieras. Aunque tengas un nombre muy largo. Tienes suerte de gustarme, porque si no ya te habría mandado a ti, a tu irritante optimismo y a tu manía de morderte las uñas y casi los dedos también a la mierda.
-Mmm... En ese caso me alegro de gustarte.
-Idiota- masculló-. Oye, ¿vas a tardar mucho en besarme?
-Estaba pensando en hacerlo, pero me has llamado idiota.
-Pero era con cariño. Es como cuando llamo a mis amigas putas.
-Qué agradable eres con tus amigas.
-Lo sé, cuesta lo suyo, pero... Ah, y a ellas no las permito besarme. Bueno, creo que estabas diciendo que tú ibas a besarme.
-¿Lo he dicho?
-Yo creo que sí. Te he oído.
-Creo que lo has imaginado.
Marta cerró los ojos.
-Imagino que Javi me besa de una puñetera vez y se cal...
Y la besó.
Unos segundos después, el móvil de la chica empezó a sonar.

Si la princesa abriera los ojos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora