4.Romántico y sorprendente.

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Que chico tan extraño, pensaba Astrid mientras se metía en la ducha. Le había hecho prometer que intentaría lo de escribir poesía. ¿En qué estaba pensando aquel loco de ojos esmeralda?

Salió, se secó y se vistió.

No quería admitirlo, ni siquiera a sí misma, pero estaba deseando probar a escribir un par de versos en papel.

Cogió su mochila de clase y sacó de ella el estuche y el archivador.

Y allí estaba ella: con una hoja en blanco delante y un bolígrafo azul.

Que tontería. ¿Cómo iba a escribir nada ella?

Pero de repenye, se la ocurrió algo. Y luego otro algo que rimaba con el primer algo.

"Sé que existe

Que solo tengo que encontrarlo

Que es la razón por la que mi alma resiste.

Ese mundo para mí.

Sé que estoy sola

Y que eso tampoco es que me moleste.

Lo prefiero, aunque sea raro, es así.

Me gusta mi elegida soledad

Tampoco es algo de lo que se pueda escapar.

Solo es una triste y relajada tranquilidad.

Sé que existe

Y que está en algún lugar...

Esperando a que yo lo vaya a encontrar".

Soltó el bolígrafo y miró lo que acababa de escribir.

Quizá no fuera bueno, pero a ella le gustaba.

Se dejó caer sobre el colchón, molesta. Molesta porque ese tonto de Víctor tenía razón y la había gustado plasmar sus sentimientos en papel.

Estúpido entrometido.

Aunque, por suerte, ya no tendría que volver a ver a ese joven nunca más...

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-Abre los ojos despacito.

Astrid sintió una suave caricia en la mejilla.

Sí, seguía soñando.

-Muy despacito...- insistió la voz.

Era un sueño.

-¿Princesa, voy a tener que darte un beso para que despiertes?

Ella quería dormir, no despertarse. ¡Que era domingo!

-Princesa, si abrieras los ojos...

Astrid se hartó. Sabía que era un sueño, pero uno muy pesado.

Abrió los ojos y se encontró con el rostro de Víctor a pocos milímetros del suyo.

-Hola- saludó, apartándose un poco.

Astrid no se explicaba qué estaba pasando.

-¿Qué haces tú aquí?- preguntó, incorporándose.

-He visto que tus padres han salido de aquí temprano hablando de la mudanza y he decidido venir a verte.

-¿Cómo sabías dónde vivo?

El joven esbozó una pícara sonrisa.

-Si te lo digo...¿te enfadarás conmigo?

-¿Qué?

-Te encanta esa palabra. Desde que nos conocemos la has dicho muchísimas veces- comentó.

Astrid suspiró.

-Ayer te seguí.

-¿Me seguiste? ¿Y me lo dices tan tranquilo?

-Quería saber dónde vivías- se encogió de hombros.

-Vale- dijo, tratando de calmarse- ,¿y cómo has entrado? Porque estoy segura de que mi padre no te ha abierto la puerta...

-He esperado a que tus padres se fueran, me he acercado, he girado el pomo y se ha abierto- contestó-. Tus padres son un poco descuidados.

-Que una puerta esté abierta no te da derecho a entrar en una casa agena, que de hecho, es un delito.

-No si en la casa en la que me cuelo vive una amiga mía- sonrió él.

-¿Amiga tuya? ¿Desde cuándo somos amigos?

-¿No eres mi amiga?- dijo, con los ojos brillantes y haciéndo un puchero adorable con los labios.

Astrid le miró un momento. Estaba muy mono así.

-Supongo que... que sí- admitió finalmente-. Pero eso sigue sin justificar que te hayas presentado en mi cuarto antes de que despertase.¿Y si hubiera estado desnuda para meterme en la ducha?

Víctor sonrió irónico. Astrid se arrepintió de decir lo que había dicho.

-Sinceramente, me habría encantado.

La chica se puso roja.

-¿Qué quieres?- preguntó, empezando a enfadarse.

-Solo quería verte.

-Pues no tenías por qué entrar así en mi cuarto...

-¿Y cómo sugieres que iba a hacerlo?- cortó el muchacho.

Ahí la había pillado.

-No sé...

-Si no venía a buscarte, no iba a volver a verte. Y quería volver a verte.

Astrid pensó que con su primera afirmación estaba dramatizando; pero lo segundo que había dicho la había hecho sonreir.

-Creo que si hubieras llamado al timbre, te habría abierto y me habrías visto igualmente- respondió, pero esta vez, sonriente.

-No, igualmente no. Así ha sido mucho más romántico y sorprendente. ¿No crees?

Sorprendente, claro.

Romántico...¿había sido romántico?

Para que algo fuera romántico, tenía que haber amor.

¿Había amor?

-Oye, ¿cumpliste tu promesa?- intervinó, sacándola de sus cavilaciones.

-¿La de escribir poesía?

-Claro. No me has prometido nada más, al menos que yo sepa.

-Sí, la he cumplido.

-Genial. A ver qué has escrito.

-No.

El chico se paró en seco.

-¿No?

-No.

Víctor, lejos de darse por vencido, se levantó y comenzó a rebuscar entre las cosas de su escritorio.

-¿Qué haces?

-Buscar tu obra de arte- dijo-. Seguro que sigue por aquí. A no ser que fuera tan horrible que decidieras hacer confeti con ella. Aunque seguro que no.

Astrid se acercó e intentó parar al chico. Pero él se zafó de sus brazos y siguió revolviendo.

-¡Oye, para ya!

-No. Si paro, no sabré que escribiste.

Astrid empezaba a enfadarse otra vez.

Volvió a la carga, pero en esta ocasión, Víctor se dio la vuelta. Abrió los brazos y la chica cayó entre ellos.

La abrazó. Ella no supo como reaccionar y se quedó quieta, congelada, recibiendo el abrazo del joven que la estaba haciendo perder los nervios. Pero que en aquel momento, había logrado hacerla suspirar.

Si la princesa abriera los ojos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora