Despierto con un dolor de cabeza horrible, anoche no bebí mucho, pero si lo suficiente como para alguien que jamás en su vida había bebido alcohol.
Al principio pensé que un trago no me haría mal, pero luego tomé sin medirme. No sé por qué lo hice, quiero creer que quería hacerlo, no que fue solo para encajar en la fiesta con los demás.
Luego de ganar el concurso mi corazón estaba al mil, me sentía aceptada, querida y a pesar que todos me observaban, no me sentía extraña entre todas esas personas que no conocía.
—¡Ay, no, Dios! —me quejo moviéndome un poco en la cama, levanto mis manos y friego mis ojos.
Abro los ojos y observo a mi lado, Ian duerme, en paz, relajadamente. Veo su espalda subir y bajar por su calmada respiración.
Es primera vez que puedo ver su espalda con tanto detalle, noto como tiene un par de cicatrices, quizás generadas por su padre. Él muchas veces me contó que su papá le pegaba con un cinturón cuando era pequeño, y muchas de esas veces su espalda quedaba marcada.
Estiro una mano y paso mi dedo índice por su columna. Él se mueve un poco, retiro mi dedo despacio. No quiero que despierte.
Y en parte se debe a que tengo demasiada vergüenza por lo que pasó anoche, sé que Ian quería tener sexo conmigo, y en realidad, yo igual lo quería. Pero esas malditas imágenes no me dejaron hacerlo, no me dejaron disfrutar el momento.
Muchas veces he pensado en cómo será mi primera vez, me pregunto con quién será, y si será romántico, si me tratará bien. Pero jamás pensé que no podría hacerlo por los recuerdos.
No me da vergüenza ser virgen, aunque en estos años la virginidad se pierde bastante joven, yo simplemente estaba enfocada en otras cosas, jamás pensé en estar con nadie amorosamente. Mucho menos luego de lo de Fred.
Jamás se me pasó por la mente que al llegar a Chicago toda mi vida cambiaría, nunca pensé conocer a Ian, mucho menos de la forma en que nos conocimos. Si lo pienso detalladamente es casi como una película, ¿Qué hubiese pasado si yo me hubiese movido unos cuantos centímetros del lugar? Nosotros jamás nos hubiéramos conocido.
Él nunca hubiese sabido de mi existencia, ni yo la de él. Y de no haber sido por él, yo seguiría sumida en mi monótona vida, en mis días tristes.
Y sé que todos mis recuerdos no se borrarán de un día para otro, mucho menos lo harán por una persona, pero Ian sin saberlo, me ha ayudado mucho en hacer que me sienta mejor conmigo misma.
Giro mi cabeza y observo la ventana, se ve que el día ya está avanzado, y es que nos acostamos de madrugada.
Me siento en la cama, elevo las manos y presiono mi cabeza. ¡Duele demasiado! Y ahora comprendo cuando Eric andaba con resaca en casa, él no quería que nadie le hable.
Siento a Ian moverse a mi lado, pero sigo con mis manos en la cabeza.
—¿Te sientes bien? —él se sienta en la cama, estira sus brazos y su cuerpo un poco.
—No —respondo, la verdad es que me duele bastante, no pensé que se sentiría así.
—Debes tomar algo para el dolor, y agua, iré por ambas cosas —siento como él deposita un beso en mi hombro, luego se levanta de la cama.
Abro un ojo y lo observo, él camina, veo el short que se puso anoche para dormir. Ian abre la puerta y sale de la habitación, no se ha puesto camiseta. Cosa que me molesta un poco, no quiero que él se encuentre con Olivia afuera y que ella lo vea así.
De pronto me asombro de mis propios pensamientos, ¿estoy celosa? Me vuelvo a tumbar en la cama. ¿Estoy celosa de otra mujer? Aun cuando Ian anoche me dijo que él no quiere a nadie más en su vida estoy desconfiando, pero la verdad es que no desconfío de él, si no de ella.
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Aby
Teen FictionGabriela miente. Aby ama. Gabriela llora. Aby ríe. Gabriela es ella, pero Aby también. *** Queda estrictamente prohibido el plagio de Aby, por favor si ven algo extraño avisar. Obra registrada bajo el código 2109149248293 ¡Todos los derechos de a...