Parque

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Me levanto temprano, han pasado tres días exactamente desde que compré mi celular. La duda de si hablarle o no a Ian me sigue consumiendo, por lo que hoy decido enviarle un WhatsApp.

Tomo mi celular y camino hasta la ventana para ver el jardín. Abro la aplicación, cambio mi foto de perfil a una donde solamente se vea mi rostro, luego busco su contacto, abro el chat y presiono su fotografía.

Ian aparece haciendo algún truco en su tabla de skate. Su cabello se ve desordenado por la velocidad que debió llevar en ese momento.

Vuelvo al chat y escribo, luego borro todo y luego vuelvo a escribir. ¡Dios, estoy tan nerviosa! No sé qué decirle. Bloqueo mi celular sin enviar nada.

—Vamos Gabriela, jamás harás amigos si sigues actuando así —me presiono, elevo una mano y jalo un poco de mi cabello, luego desbloqueo el celular y escribo.

—Hola —envío. Un simple hola, un hola sin gracia y sin nada más que lo acompañe. Espero un segundo a Ian, pero no aparece en línea.

—¿Cómo estás, Ian? Soy Gabriela —empiezo a escribir, borro cuando coloco Gabriela, él no sabe quién soy realmente. Por lo que vuelvo a escribir Aby y presiono enviar.

Bloqueo el celular y lo arrojo a la cama, me quedo desde lejos observándolo. Tengo mucho nervio, mi estómago está apretado y no sé por qué.

Aby no es del todo mentira, mi nombre es Gabriela, pero todos me dicen Gaby, por lo que Aby es como un diminutivo de mi nombre real.

Siento como algo recorre mi cuerpo cuando mi celular suena, camino indecisa si leer enseguida el mensaje.

La notificación de WhatsApp aparece en la pantalla. Comienzo a contar hasta cien antes de abrir el mensaje, no quiero que piense que estaba esperando que él responda.

Cuando ha pasado un par de minutos desbloqueo mi celular y leo su mensaje.

—Hola Aby, ya había perdido las esperanzas de que me hablaras —envía con una carita de tristeza al finalizar el mensaje.

—Yo te hablé para agradecerte por los audífonos —envío rápido. Esta vez no salgo del chat, solo espero a ver si responde y enseguida lo hace.

—No hay de qué —leo. Respiro hondo, espero que comente algo más para que podamos seguir hablando, ya que yo soy muy mala para socializar, no se me ocurre que decir. Pellizco un poco mi mano nerviosa cuando se lee que está escribiendo— ¿qué harás hoy? —pregunta, y lo agradezco, una sonrisa se dibuja en mi rostro.

—Trabajar —respondo, debería escribir más, pero ¿qué pongo aparte de eso? es lo único que haré hoy.

—¿Sólo trabajar? —cuestiona, gracias a Dios él si es bueno para socializar.

—Sólo eso —escribo— ¿y tú? —envío.

—Trabajar y patinar, podrías venir al parque —¿me está invitando a verlo patinar?

—¿Cuál parque? —envío mi pregunta.

—Te enviaré la dirección más tarde —responde— te dejo, debo entrar a trabajar, espero verte hoy —llega un último mensaje.

—Ten un buen día —escribo y salgo del chat.

Apego mi celular a mi pecho sonriendo, él me invitó a verlo patinar, él quiere verme, quiere que vaya.

Corro hasta mi cama y me lanzo de espalda, sonrío feliz como una adolescente de quince años.

Luego de un momento de felicidad máxima me levanto de la cama y bajo la escalera.

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