Capítulo #6

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"[...] no eras asexual, ni tenías las expectativas muy altas; eras lesbiana."

Bianca Phelps:

Las tablas viejas del muelle rechinan a mi paso, eso no le resta seguridad a mi caminar. Seguridad que jamás me ha faltado puesto que se me enseñó que las alimañas atacan ante cualquier atisbo de inseguridad, por lo cual no importa la situación, siempre hay que mantener la máscara.

Mis antepasados fueron reyes y reinas, quizás es algo anticuado hoy en día pero aunque ya no llevemos coronas en nuestras cabezas, nuestra mentalidad es de ganadores.

Gladiadores que no están listos para perder ninguna batalla y quitarán de su camino a cualquiera que ose interponerse en sus planes.

La figura que se encuentra de espaldas a mí al final del muelle hace que se me revuelva el estómago. Algunos recuerdos toman mi cabeza y turban mi mente a la que le llegan millones de escenas horrorosas; no obstante hay una que se repite por sobre las otras.

Una pluma, un cuchillo y mucha sangre.

—Bianca detenlo —una súplica—. Por favor.

Una mirada de decepción y otra vez más sangre.

—Hermanita —su voz me devuelve a la realidad— han pasado muchos meses sin vernos, ¿no me das un abrazo?.

Reacciono, no sé si por fraternidad o por sentido común, pero lo estrecho en mis brazos.

Brandon Phelps, o debería decir Nathaniel Brown, que es el nombre que actualmente ocupa; en efecto, mi hermano gemelo. No conforme con los lujos que ya teníamos fue a por más, adentrándose en caminos oscuros, desobedeciendo a Padre en el proceso y renegando de nuestro apellido.

—Necesito tu ayuda, Tigresa —el apodo me hace enderezar la espalda.

—¿Que necesitas?

—Que hagas tu papel en uno de mis casinos esta noche, hay un pez gordo al que debes engatusar —da un paso más cerca de mí y con su dedo índice eleva mi mentón—. No acepto un no como respuesta, es mucho el dinero que vamos a mover si haces bien tu trabajo.

No protesto, con él una protesta conllevaría a un tiro en la sien; no importa que seamos familia, en los negocios la familia no existe. No puedo evitar el picor que se instala bajo mi piel y la idea de que él es un cabo suelto que algún día me joderá me llena la cabeza.

«Las cabos no se dejan sueltos, se entierran.»

Palabras de Madre que se me clavan en el pecho y hacen que el latido de mi corazón se acelere pero no permito que se note e irrumpo el silencio que se hizo entre los dos.

—Jamás te negaría ayuda.

Veo como una sonrisa se expande en sus labios, pero no es genuina, es perversa, es el único tipo de sonrisa que he visto en su cara los últimos años.

—Ya me tengo que ir —veo como posa sus ojos en la castaña que observa una mariposa como si fuera la octava maravilla del mundo—. Te enviaré la ubicación más tarde, ten cerca el teléfono especial.

Y se va tras la castaña.

Mi vida regresa años atrás.

Pelirroja y pelinegro irrumpieron en nuestras vidas sin siquiera poner un solo aviso.

Mi hermano se sumió en lo esperanzador de las bonitas orbes verdes de ella y yo en la mirada cargada y gris que me regaló él.

Cocinera y jardinero, eso eran para el resto; pero para nosotros, fueron víctimas; las presas que queríamos cazar y como buenos cazadores siempre estábamos al acecho.

Completamente Suya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora