4. Acoso.

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Había trancón en avenida Boyacá y mi tía se sobaba la cabeza impaciente.

- Y... -habló mi prima-. ¿Cuándo van a empezar a hacer los trámites para el apartamento?

Mis papás estaban detrás de un apartamento en los conjuntos donde vivían mis tíos y mi prima. Tenía tres habitaciones, un estudio, un baño común y otro en la habitación principal. Una cocina integral negra y ahí mismo la zona de lavandería, una sala-comedor. Era en un quinto piso. Moría por vivir con mi familia en ese conjunto. Me gustaba la gente, el barrio y también porque estaba mi prima ahí.

- Ah, parece que mis papás tienen que hacer un préstamo en el banco.

- ¿Luego no lo hicieron ya? -mi tía preguntó sorprendida.

- No sé, tía.

- ¿Y como les está yendo en el negocio?

- Bien, gracias a Dios. Ya vamos progresando y pues, con la esperanza de empezar pagar la casa.

- Me alegra que quieras salir a adelante.

- Si...

- ¿Y cómo van las amistades? -mi prima Valeria empezó a preguntarme por eso.

- Ah...

Callé como una vil cobarde.

Tenía que aceptarlo, mi vida era un desastre desde el último curso de colegio.

Ya era demasiado incomodo recordar cuando la que creía que era mi amiga, me había traicionado y humillado ante la clase de español.

Hace dos años, mi amiga Luna y yo estábamos exponiendo en una clase de español ante un curso de cuarenta y un estudiantes. Ella estaba hablando primero sobre los traumas de las personas y sus consecuencias. Era más bien como una tesis.

Llegó el momento de hablar ante el todo el curso y por primera vez en mi vida, creí que iba a lograrlo. Pero a Luna se le ocurrió hacerme una broma pesada.

Ella sabía de mi trauma con las arañas y quiso hacer la demostración conmigo y delante del curso. Sin decirme nada, ni siquiera un permiso, puso en mi espalda una tarántula y cuando me di cuenta, estaba en mi cara, poniendo sus asquerosas patas en mi cuello y oídos.

¿La reacción? Grité para que me la quitaran de encima pero nadie hizo nada, ni siquiera mi amiga. Todos se burlaron de mí. Brincaba y pataleaba al tiempo que lloraba. Después de un ataque de nervios, me desmayé.

Cuando me desperté, aún seguían burlándose de mí y tirándome papeles. El profesor recién llegaba de enfermería por un poco de alcohol.

Le grité a Luna por su acto y ella se reía de mí. Creo que me veía pequeñita, y me gritó también. Haciéndose la victima ella. Todo por la ciencia...

Desde ese día, por los siguientes ocho meses, se reían de mí. Y nunca más le hablé a Luna. Desde luego me acosaban, pero a nadie le importaba eso, porque yo era insignificante.

Me la pasaba en el colegio todo el tiempo sola, en una esquina viendo a la gente pasar y correr. Quería literalmente morirme, quería acabar con el sufrimiento que albergaba en mi alma. Y para completar, mis papás no decían y hacían nada. Podían verme llorando todos los días antes de irme a estudiar pero no decían nada. Creían que era hacer un puente y superarlo. Pero las heridas aún quedaban.

Como yo era gorda, -ya que pesaba sesenta y algo de kilos y ella apenas cuarenta y ocho- con el paso de los días se burló de mi peso y me hizo la vida imposible. Hasta el hecho de llegar a pegarme. Recuerdo que llegaba a la casa con morados en los brazos y las piernas y con las mejillas rojas. Ahora me arrepiento de no haberle respondido con algo.

Otra vez tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora