Me levanté a las nueve, claro. Mi prima ya estaba brincando con sus rodillas como una niña infantil para que me despertara de una vez. Me estaba moviendo de un lado al otro para apurarme a tener un día lleno de compras. Me levanté con mucho dolor de cadera, algo que nunca me había dado en la vida. Estaba sudando frio y quería seguir durmiendo, pero sí, me levanté porque di mi palabra de tener un día de compras con mi prima. Mi mami quería ir con nosotras, pero el trabajo la necesitaba. Me arrastré hasta el baño para ducharme con mucha agua caliente porque de veras no podía con el dolor. Me estaba doliendo mucho. Estaba llorando. Ya no podía más.
— ¡Alexandra, Sal rápido del baño, quiero hacer pipí! —gritaba detrás de la puerta y por primera vez quise que entrara.
— Valeria, no puedo moverme. Entra.
Entró al baño.
— Ya sé que es lo que pasa. Tomate unas pastillas para el dolor y verás que en unos minutos te deja de doler.
— ¿Segura?
— Sí.
Me tomé la pastilla con el agua de la ducha y esperé hasta que hiciera efecto. Realmente funcionó. Salí del baño y me cambié rápido, no quería sentir frío.
— ¿Funcionó? —preguntó feliz.
— Si, gracias —dije tímida.
— ¿Vamos? —sugirió.
— Sí. Voy por mi mochila.
Fui por ella y por mis llaves y salí. Ah, y claro. El dinero.
Tomamos un taxi y fuimos al centro comercial favorito de Valeria. Nos bajamos del taxi y fuimos a una peluquería. Me había dado mucho miedo entrar en ella. Todo el mundo era demasiado elegante y mi prima quería que me hicieran un corte de cabello moderno. Le pidió a una muchacha sobre mi asesoría y le sugirió que debía cortarme el cabello en hongo con un mechón largo en la frente y como si fuera poco, quería que me tinturara el cabello a rubio cenizo por mi color de piel y mi rostro delgado. No estaba dispuesta a tal cambio. ¡Ni loca! No iba a dejar que me cortaran el cabello. Reaccioné violenta y me retiré casi volando del salón de belleza.
Valeria lo aceptó, tampoco quería que me cortaran el cabello y lo tinturaran. Aparte de lo costoso que saldría.
Fuimos a una tienda de descuentos de una marca muy nacional y entramos en ella. Pude decir que casi me muero de la emoción. La tienda era enorme y colosal. Vestidores en la derecha, la caja registradora al pie de los vestidores, la sección de damas la ocupaba la mayoría del almacén, estaba en la mitad. En la esquina derecha estaba la sección de caballeros y en el fondo, en frente de la puerta, estaba la sección de accesorios. Todos los estantes de ropa, tanto de caballeros como de damas, estaban hasta el techo. Podría arriesgarme a decir que eran de cuatro a cinco metros de altos.
Valeria me arrastró al corazón del almacén —la sección femenina— y empezó a pasarme ropa que ni siquiera había aprobado. Fue por un carrito de ropa y mientras tanto fui a medirme cinco pantalones que me había pasado. Entré al vestidor y me medí el primer pantalón. Era azul claro con rotitos en los muslos. Valeria golpeó la puerta.
— Alex, ya te traje toda la ropa que te tienes que medir, conjunto por conjunto.
Abrí la puerta y le dejé ver el pantalón como me quedaba.
— Mírame. ¿Me queda bien? —estaba maravillada con el pantalón.
Mi prima me vio puesto el pantalón y casi llora de lo bonito que me quedaba. Ese se iba al carrito.
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Otra vez tú.
Ficción General¿Te has preguntado lo que hubiese podido pasar si dabas el primer paso? Es la historia de Alexandra y Sebastian. Un par de adolescentes que se conocen en el instituto. Se gustan, pero ninguno se atreve a pronunciar palabra. Pasan unos cuantos años y...