10. Cerditos

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El resto de la noche me la pasé básicamente mirando a través de la ventana. En un huequito que nadie se daría cuenta. No era que literalmente le hubiera hecho un hueco, sino con una esquina doblé un pedacito de cortina para que solo mis ojos pudieran ver algo.

— Alex, vamos a dormir dijo mi prima pasándome un pijama.

— Si... ya voy...

Me cambié en el baño y me di cuenta de la hora en mi celular, que, básicamente, era un celular pasado de moda. Tal vez un modelo 2005.

¡Uy! ¡Las dos de la madrugada...! Él ya debe estar durmiendo.

Solté un suspiro enorme. Y, ¿cómo no? Lo había encontrado de nuevo. Era la oportunidad de hablarle directamente y decirle que me gustaba.

Y si se acordaba de mí solamente por mi apariencia de gorda fea y cebada.

Saqué rápido esos crueles pensamientos de mi cabeza meneando la cabeza. Aun me hería todo eso del asunto... pero había que ser fuerte, y el momento era oportuno.

Ya había cambiado de aspecto físico del cielo a la tierra. Y en parte, solo en parte, mi confianza que antes estaba en un cero por ciento, a un diez por ciento. Ya tenía dieciocho, debía madurar para mi edad.

Si, tienes que madurar, ya eres grande para andar con esas inseguridades en la cabeza. Piénsalo, ya incluso trabajas. Eso sí... te hace falta ropa nueva. Hizo una pausa mi cabeza. ¿Cuándo vas a gastar esa fortuna que tienes en la casa?

Meneaba la cabeza de pensar en todos esos cerditos que tenía en la habitación con tanto dinero que ni sabía en qué iba a gasta.

Ah, si... verdad que una parte va para la primera cuota de la casa de mis papás. Otra para la fundación de animalitos que quiero ayudar. ¿Y el resto?

Me detuve a pensar a frente del espejo mirando a todos lados que ni en realidad veía, al pensar en todas las alcancías que tenía llenas de billetes de mil y dos mil, y las monedas...

¿Cómo era posible que una niña de dieciocho años tuviera tanto dinero? Simple.

Primero: Mis papás no me exigían para nada en los asuntos de la casa, ni para comida ni nada. Únicamente para los servicios públicos del agua y la luz, y eso, porque sólo tenía que dar alrededor de ochenta mil.

Segundo: Mi dinero para mí. Sin excepciones.

Tercero: Era libre de gastar mi sueldo como quisiera.

Ah, ¿por qué no ahorrar el dinero en el banco? Simplemente porque no confiaba en el banco.

Mis papás siempre me pedían que al menos sacara dinero para mi ropa, pero no, yo no quería gastarlo hasta que estuviera segura que no iba a volver a subir de peso. Y también, no gastaba en golosinas porque tenía en la cabeza la idea de que las golosinas era sinónimo de gordura. Que idiota, ¿no?

Mi autoestima estaba tan por el suelo, que no tenía ganas de gastar el dinero que ganaba en el negocio de mis papás, solo ahorrar como loca. ¡De verdad!

Salí del baño y miré una última vez a la ventana a ver si estaba el pelirrojo y me acosté a dormir.

No sin antes imaginar cómo sería nuestro encuentro.

Me imaginaba la típica escena donde el chico va caminando alegremente mientras la chica llevando algo en la mano, se tropiezan y se miran juntos a los ojos como cualquier amor a primera vista. Ellos tratan de recoger las cosas —que vamos a decir que eran frutas— y no hacen más que verse a los ojos sin romper esa conexión que los tiene encadenados para toda la vida. La chica diciendo que lo siente —que en el fondo no lo siente— y el disculpándose por ser tan torpe. El chico la invita a un café y ella acepta cogiéndose las manos diciendo que no quiere interrumpir al chico. Este le dice que no y salen a beber un café. FIN

Tuve un sueño en el que rompía mis alcancías y la desperdiciaba en un casino. Luego de haber desperdiciado mi dinero en máquinas, decidí jugar el billete de la lotería y resulté siendo la ganadora. Me había vuelto millonaria. Pero que luego de ir a cobrar mi dinero en un punto donde se juega, me había faltado el primer número para cobrar semejante fortuna. Pero al ver que tenía el resto de números correctos y en orden, me habían dado una liquidación por veinte millones de pesos.

Otra vez tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora