— ¡Míreme cuando le hablo, sucia! —habló un clon.
Mi prima volteó a mirar y la otra le tendió una bofetada a Valeria que la dejó indefensa.
— ¿Qué te pasa? —dije al clon.
— ¿Usted también, perra? —otra de ellas me haló del cabello.
No nos dimos cuenta que desde hacía rato habían llamado a seguridad y todos los comensales estaban asustados y otros trataban de disuadir la pelea que esos clones empezaron.
Nosotras no nos inmutamos, ¿para qué? No queríamos cargos a futuro con la belleza de padres que tenían esas vándalas. Lo único que hacíamos era no dejarnos golpear, que si era sincera, Valeria se llevó la peor parte, porque tenía el cabello alborotado y una mejilla roja... sin contar con un brazo lleno de moretones.
Un señor agarró a una de ellas y dos guardias tomaron a las otras de los brazos. A nosotras nos dejaron en paz pero también nos escoltaron hasta la oficina del almacén. Todo el mundo —del almacén y alrededores— comenzaron a abuchearlas.
Cuando llegamos al cuarto, nos sentaron en unas sillas y luego llamaron a la policía para solucionarlo.
La administradora y el supervisor se sentaron y comenzaron a hablar.
— ¿Por qué fue la pelea? —el supervisor estaba enfadado.
— Porque nosotras estábamos jugando a pasar el tiempo y ellas, intolerantes, nos insultaron.
Mi prima estaba conservando la calma y sobando su mejilla.
— ¡Eso es mentira! Ellas nos atacaron primero —rezongó una de ellas llorando, tratando de hacerse la víctima.
— Tenemos cámaras de seguridad, y según testigos, ustedes empezaron a atacar.
Las niñas estaban llorando.
Llegaron los policías y después de informarse del asunto, nos hablaron.
— Niñas, quiero que me cuenten todo lo que pasó, sin saltarse nada. Y quiero oír las dos versiones.
Comenzamos nosotras tranquilas, hablando del juego, hasta los insultos que ellas nos proporcionaron, hasta cuando nosotras hablamos con ellas y ellas se ofendieron y se desató la pelea.
Ellas seguían con su versión y no dejaban de hacerse las víctimas, claro, llorando.
Era necesario ver las cintas de video del almacén para al fin dejarnos libres y tomar una decisión.
Al ver lo que pasaba en los videos, nos absolvieron de todo determinaron que fueron ellas quienes iniciaron la pelea y los policías declarando al fin.
— Vamos a llamar a sus padres de familia —decía el policía a las niñas clones—. Y ustedes, niñas, ¿van a levantar cargos? —nos preguntó.
— ¿Para qué, si van a seguir con sus delincuencias? —dijo Valeria ofendida.
— No es así, señorita. Con su denuncia se va archivando el historial de estas bellezas. De todas maneras, las inspeccionamos y tenían varios objetos del almacén, ocultos en sus cuerpos.
Nos miramos Valeria y yo aterradas por lo que dijeron ellos.
— ¡Pondremos cargos! —dijimos al unísono.
Las niñas nos suplicaron que les quitáramos los cargos y lloraban aparentando arrepentimiento.
Se podría decir que estábamos felices por su suplica. Y entre más suplicaban, mas satisfacción teníamos nosotras. Se las llevaron a la estación de policía más cercana y los comensales las escoltaban y las abucheaban hasta la salida del centro comercial sentenciando jamás ver gente como ellas en sus establecimientos.
Nos atendieron rápido y nos pidieron disculpas por el altercado de hace una hora. También nos ofrecieron un bono de cien mil pesos por los daños recibidos en el almacén. A cada una.
Salimos de la tienda de ropa interior y nos fijamos que el cielo ya estaba oscuro.
Fue tanto el descuido de nosotras, que ni siquiera nos dimos cuenta de que teníamos hambre por estar comprando ropa. Fuimos hasta la plazoleta de comidas y mi prima sugirió algo.
— Voy a volverme vegana.
— ¿Qué es eso?
— Resumiéndolo, voy a dejar de comer animales y sus derivados.
— Ah... —hasta ahora me empapaba del tema. Y si bien no comía animales, tampoco sabía del tema.
— ¡Hagámoslo! —sugerí más animada.
— Vale. Vamos a ir a un sitio donde hacen comida para veganos y vegetarianos. Es muy popular.
Fuimos hasta el establecimiento y un muchacho muy amable —y atractivo— nos pidió que lo acompañáramos hasta el segundo nivel donde estaba un poco más desocupado. Nos sentamos y el muchacho nos pasó el menú.
— ¡Hamburguesas! —exclamamos sorprendidas.
— Sí, es hamburguesa —el muchacho le habló a Valeria—... Y básicamente, son productos veganos.
— La quiero —dijo ella sin más.
— Yo quiero las papas a la francesa — dije.
Terminamos de pedir y el muchacho se fue alegre.
— ¿Viste su cabello?
— No.
— ¡Se veía muy, muy guapo! Tiene el cabello recogido en cebollita...
— ¡Y la barba lo hace ver mucho mejor! —dije sin dejarla de acabar de hablar.
— ¡Sí! Se ve hermoso...
Nos la pasamos hablando del muchacho y cada vez que pasaba al pie de la mesa, le dedicaba miradas a Valeria que la hacían sonrojar. ¡Y lo peor era que le dedicaba sonrisas picaras!
El muchacho pasados unos veinte minutos, llegó con el pedido y con una sorpresa. De hecho dos.
— Quería preguntarles si quisieran ir a nuestras conferencias sobre la importancia de ser vegano y sus ventajas.
— Me gustaría —Valeria no podía parar de mirarlo a los ojos.
Los dos no dejaron de mirarse y pasado un rato se desconcentró el muchacho.
— Eh... Quisiera... Yo —se aclaró la garganta—. Mi nombre es Andrew. Mucho gusto.
— Valeria. Mucho gusto.
— El gusto es mío —sacó su bolígrafo—. ¿Me regalarías tu número telefónico?
Me sorprendió ver a mi prima enmudecer y palidecer por un momento.
— ¡Vale, dáselo!
El muchacho seguía sonriendo pero poco a poco se le fue desdibujando su tierna y amable sonrisa, perdiendo la esperanza. Se iba a ir y Valeria aun no reaccionaba. Dio la vuelta.
— ¡Espera! —lo detuve.
Le di el número de Valeria y se lo pasé amablemente. Me sonrió y se fue de la mesa feliz
— ¿Qué te pasó? — exigí una respuesta.
— Me bloqueé. No supe cómo reaccionar.
Si algo tenía mi prima, era que las emociones fuertes la hacían bloquear y reaccionaba mucho después.
— Gracias, Alex.
— No hay problema.
Comimos y disfrutamos de nuestra comida ya que era la primera vez que comíamos hamburguesa vegana que estaba hecha con lentejas con arroz y otros ingredientes que no nos quiso decir el muchacho. Tomate, pimentón, lechuga y aceite de oliva. Comimos papitas a la francesa y jugo de guanábana con leche de soya.
ESTÁS LEYENDO
Otra vez tú.
General Fiction¿Te has preguntado lo que hubiese podido pasar si dabas el primer paso? Es la historia de Alexandra y Sebastian. Un par de adolescentes que se conocen en el instituto. Se gustan, pero ninguno se atreve a pronunciar palabra. Pasan unos cuantos años y...