17. Tímida.

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— Alex, ¿qué tienes? —preguntó mi prima extrañada.

— Vale, ¡mi vida es una mierda! —le dije conteniendo el llanto.

Mi prima me tendió la mano para levantarme y me abrazó.

— Prima, ya es momento de que cambies —me dijo al tiempo que me arrullaba—. ¿Sabes? Mañana va a ser un día muy agotador para las dos, especialmente para ti.

— ¿Qué vamos a hacer? —le pregunté desecha.

— Vamos a cambiarte de look.

— Pero yo... —no me dejó terminar.

— Pero nada. Yo te presto el dinero.

— Gracias, prima.

Terminó de abrazarme y me tomó de las manos.

— Juntas —dijo ella.

— Juntas —repetí yo.

Mi prima había visto el vestido de baño que tenía. Se había reído de él, pero luego, para no ofenderme dijo.

— Este vestido se lo ponían los dinosaurios para nadar. ¡Hasta tiene honditas por donde entran las piernas!

Nos reímos como idiotas.

— Pero ya, en serio. Es horrible —dijo ella—. Voy a prestarte uno que sé que te va a quedar ¡di, vi, no!

Mi prima se fue al armario donde tenía su cajón de vestidos de baño y me pasó uno de dos piezas hermoso. En forma de ocho en la parte superior, color azul oceánico, topless. La parte inferior era un bikini descaderado rosado magenta.

Estaba asustada.

— Pero prima, no sé si pueda ponerme esto tan... ¡uh! —trataba de adivinar una palabra.

— ¿Pequeño? ¡Si puedes! Vamos a ser las muchachas más hermosas del lugar.

— Ah...

— ¡Sí! Vamos.

No estaba lista para ponerme algo de alto voltaje para mí. Era demasiado. No me dejó llevar nada más que la ropa que me pondría al salir de la piscina y el mismo vestido de baño. Estaba nerviosa y el corazón me sonaba como un bombo.

Salimos del apartamento y esta vez caminaba con vergüenza y con los hombros encorvados. Trataba de taparme la cara con los puños de la manga de mi saco pero mi prima me daba palmaditas de aliento para caminar derecha. Cuando llegamos al domo, todo estaba caliente, solo teníamos que registrarnos y poner la fecha. Entramos al baño de damas y habían unas niñas con su mamá, y cuatro adolescentes como nosotras pero maquilladas. Era obvio que querían ir de conquista porque se ponían perfume y llevaban el cabello lacio.

— Al, por aquí —dijo mi prima para que la siguiera.

Me cambié de ropa y me puse unas sandalias de plataforma que mi prima me había prestado. Salí del baño con Valeria y antes de mojarnos el cuerpo en una ducha antes de entrar en la sección de la piscina, Vale me pasó una faldita corta.

— Ahora si te vez hermosa, Alex. Vamos.

Entramos y el lugar estaba repleto de adolescentes. El corazón me dio un vuelco cuando vi a todas esas niñas con sus cuerpos voluptuosos. Estaba temblando de temor. Vale me agarró de la mano y entramos. Ella sonreía para todos lados y saludaba a sus amigos conocidos. Yo solo me encargaba de agachar la cabeza y taparme la cara con el cabello, que gracias a Dios era abundante. Valeria se encontró con su mejor amigo del conjunto y me lo presentó.

— Mira, ella es mi prima. Alex —me presentó.

— Hola —dijo el muchacho.

Ese momento era muy incómodo para mí. Estaba temblando y las piernas parecían una gelatina blanca.

— Hola... —le dije tímida sin alzar la vista.

— ¡Alex! —mi prima me regañó.

¡Alcé la vista y me encontré nada más y nada menos que con el mejor amigo de mi prima!

— Mucho gusto. Mi nombre es Esteban.

— Mucho gusto, Alex.

El muchacho era alto, medía más o menos uno con ochenta y punta. Su piel era blanca con rosado, musculoso y acuerpado, parecía modelo de talla internacional. Su cabello era corto en la parte inferior y en la superficie era un poco más corto. Casi un estilo de peinado militar, pero más, no sé... a la moda.

El tipo estaba apuesto. Mi prima era una bobita por no tomarlo como novio. Tan masculino...

No pude evitar sonreír y darle la mano. ¡El tipo idiotizaba!

— Quiero presentarte a mis amigos de una vez por todas. Tengo un amigo que está súper interesado en ti. Y al verte así, creo que va a morir y a vivir al mismo tiempo —dijo Esteban.

— No, Esteban. Gracias, pero no. No me caen bien. En especial el de la gorra.

Señaló a un grupo de tres amigos de Esteban. Casi ni los vi.

— Vale, no hay problema. Ya vengo —dijo él caminando, pero parecía más bien modelar.

Nos hicimos en una silla cada una y dejamos nuestras cosas en ellas. Mi prima me pidió que la acompañara a darse un clavado que quedaba en el otro extremo de nosotras. Me tomó de la mano y corrimos al otro lado. Pasando con cuidado y yo tapándome la cara con el cabello dejando la cabeza gacha. Mi prima se subió al trampolín y dio un clavado espectacular. Todo el mundo aplaudía por su clavado. Y me miraban sabiendo que venía con ella. Decidí no prestarle tanta atención y me senté en el borde de la piscina.

El agua estaba caliente, así que me incliné un poco para tomar en las manos un poquito de agua y rosearla en mis piernas, y luego en mi abdomen, en los hombros. Hasta que decidí meterme completamente al agua. Estaba riquísima. Me hundí para mojar mi cabello y aguantar un poco la respiración. Hasta que sentí que alguien entró al agua cerca, muy cerca de mí y me rozó el cabello con los dedos. Luego se quedó por ahí un rato, aguantando la respiración como yo. Pero no pude aguantar demasiado y subí hasta la superficie para tomar una bocanada de aire fresco. Volví a hundirme en el agua pero el muchacho que estaba ahí se había ido. Subí de nuevo para ver a donde se había ido.

Tenía la corazonada de que el pelirrojo estaba en la piscina y que lo tenía cerca. Busqué con la mirada en todo el lugar pero no lo veía. Había tanta gente que era difícil distinguir una persona de otra. Me resigné allí adentro. Salí de la piscina y me senté donde estaba nuestra ropa.

Quizás así lo pueda ver bien.

Me levanté para observar una vez más y mi prima, que estaba en el otro extremo de mí, vino caminando como si estuviera modelando en una pasarela de París. Posó delante de mí.

— ¿A quién tanto buscas? —preguntó ella cruzándose de brazos y mirándome con una sonrisa en los ojos—. Pareces un suricato como estás parada ahora —mi prima rió.

— Ah, si... —dije aun buscando— Tengo el presentimiento de que está aquí mismo el pelirrojo —dije mirándola a los ojos.

— Quizás tu anhelo de tenerlo cerca, hace que creas tenerlo.

Mi prima me había bajado el ánimo. Pero me gustaba que fuese así de real.

— Sí. Debes tener razón. No voy a buscar más.

Otra vez tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora