19. Sin palabras.

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Estaba muy molesto con ella por ignorarme y dejarme como plato de segunda. Apuesto a que estaba perpleja por haberle colgado el teléfono, pero se lo merecía. Si ella se divertía, ¿por qué yo no? Estaba en mi humor y no iba a dejar que lo arruinaran.

La enferma salió de la piscina sin que me hubiera dado cuenta y miraba para todos lados.

Seguramente está buscando a la persona que le tocó el cabello. Reía de lo preciosa que se veía buscándome.

Su prima fue con ella y hablaron un rato.

Estaba cansado de estar en el domo, aparte de mirar la hora en el celular. Sabía que mi papá se iba y tenía que apurarme si quería despedirme. Me despedí de mis amigos y luego me fui para el baño a bañarme y a cambiarme. En el espejo, ya para acomodarme el cabello, vi que mi barba estaba más crecida que esta mañana pero no se veía mal.

A Marisol no le va a gustar esto cuando me vea.

Me puse la maleta en el hombro y salí del domo a paso firme. Tenía mucho afán de despedirme de mi papá. Para ser honesto, no sabía cuándo volvería, y por eso tenía que desearle un buen viaje.

Entré al apartamento rápido, dejé en la mesa la maleta y fui rápido a la habitación de mis papás.

— Hola, pequeño —me saludó mi papá.

— ¿Ya te vas a ir? —pregunté desilusionado.

— Si, hijo. Nos vamos.

No me había acordado que mi papá se llevaría de viaje a mi mamá.

Por una parte vas a tener la casa para ti solo, con tus amigos o con Marisol.

Pero por otro lado no quería quedarme sin mi mamá. Iba a estar solo y detestaba esa soledad en mi casa.

— ¿Por qué no se quedan más tiempo? —sugerí desesperado.

— ¿Y por qué no vienes con nosotros?

— Porque no me gusta salir de mi ciudad por mucho tiempo.

— Hijo... No nos vamos a demorar más de quince días.

Pero la verdad era que quince días era mucho tiempo por fuera.

— No. Prefiero esperar por ustedes —dije con la cabeza gacha.

Mi mamá me abrazó rodeándome de la cintura.

— Te quiero mucho, mamá. Ten mucho cuidado —le dije abrazándola.

— Lo tendré —lo dijo triste—. Tú ten mucho cuidado. La señora del servicio viene todos los días y ella puede hacerte compañía.

Parecía como un niño pequeño. ¿Iba a tener el apartamento para mí y yo triste? No. Tenía que ser responsable pero saliéndome un poco de las reglas. Solo un poquito.

Mi mamá se acercó al lado de mi papá a decirle algo al oído y él se fue al estudio.

— ¡Sebas! —gritó mi papá.

— ¡Ya voy!

¿Me dejará dinero?

Fui a la habitación del estudio y encontré a mi papá erguido y con una sonrisa de lado a lado.

— Te lo mereces, hijo.

Se apartó a la derecha y me dejó ver.

¡Oh, Dios mío!

Un casco deportivo, unas botas de pista negras con gris, una chaqueta con armadura gris con negro y unas rodilleras que combinaban con la chaqueta. Casi muero al ver tremendo regalo.

Otra vez tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora