Hoy voy a tener el mejor día de mi vida.
Pensé en esa palabra todo el día, una y otra vez. Hasta que me lo creí.
Fui a la casa de mi abuela materna, hacía mucho tiempo que no iba a visitarla y creí que si lo hacía, podía estar más cerca de ella y de mis primos. Claro, si lo hacía más seguido, porque en sí, no me gustaba salir a ningún lado. Y tenía que reconocer que cuando los vi, me dio mucha alegría. Me puse muy nostálgico. Era genial abrazar a mi abuela y recuperar el tiempo perdido. Ella me dio un abrazo enorme, aunque muy suave.
Era un miserable.
Mi abuela estaba recostada en su cama esperando el momento para descansar de verdad, no sabíamos cuándo, ni donde, ni siquiera como. Pero si sabíamos que la perderíamos pronto, pues ya estaba en su hogar porque ya en el hospital le habían dicho a mis tíos y a mi mamá que lo mejor era llevarla a la casa porque en el hospital iba a sufrir mucho más, y que su último deseo más puro era morir al lado de su familia. Cuando me vio a los ojos y luego me dio un beso en la mejilla, me dijo:
- Mijito, ya está grande mi muchacho... y no puedo creer que no voy a poder ver a sus hijitos. Me voy a perder el nacimiento de mis bisnietos, la vida es tan injusta... pero lo que importa es que no desperdicie su juventud. Mi muchacho... ¿cuándo quiere casarse y tener hijos?
Esa pregunta no quería hacérmela, y menos a los dieciséis.
- Abuelita, no lo sé... Pero sé que algún día lo haré... toca dejar descendencia.
- No, mi amor. Eso no se dice, sumersé tiene que estar seguro que es la mujer perfecta, y que lo que más importa en verdad, es el amor. Nada más. Si ustedes... -se le fue un poco la respiración y se presionó el tubito con el que respiraba en la nariz y luego tomó una gran bocanada de aire y continuó fatigada-. Supieran lo que es de verdad el amor... Es el sentimiento más hermoso... Y cuando la encuentre, va a dar más de usted mismo por no dejarla ir.
- ¿Y cómo saberlo? -pregunté alzando una ceja.
- Eso depende si está dispuesto a darse la oportunidad de explorar el corazón.
- No sé si esto cuenta como oportunidad, pero... conocí a una muchacha en el colegio y creo que yo le gustaba, y a mi ella también me gustaba, pero...
- ¿No le dijo nada, mi amor?
- No. Creo que fui muy cobarde -dije muy avergonzado.
- Debió decirle algo.
- Si, lo sé. Fui un idiota. Ella dio el primer paso, y sé que debí ser yo. Fui muy inmaduro, pero ahora me arrepiento.
- ¿Y si la busca al colegio el otro año?
- No sé... ¿y si ella ya no quiere verme?
- Averígüelo, arriésguese y compruébelo. ¿Y si ella es el amor de su vida?
Dijo tosiendo y ahogándose pero recuperando la respiración.
- ¿Qué siente mi muchacho cuando piensa en ella? -dijo mi abuelita con una sonrisa.
Suspiré y cerré los ojos.
Estaba pensando en el día en que la vi a los ojos. Ahora recuerdo que ella tenía una sonrisa moderada en su rostro. Su tez blanca y su cabello negro como el azabache estaban ondeando y danzando con el viento. Sus ojos azules estaban en mí. Viéndome jugar, solo a mí...
Y vuelvo a repetirme.
¡Por qué fui tan idiota!
Sin darme cuenta estaba sonriendo como un pendejo.
- ¿Estaba enamorado de ella?
- Sí, creo que sí.
- Si las cosas están para que algún día se vuelvan a encontrar, si realmente se vuelven a ver, háblele, mijo.
A mi abuela le había dado un ataque respiratorio más fuerte y mi tía y mi mamá llegaron donde mi abuela y me alejaron de ella para darle pufs de inhaladores y me pidieron que no hiciera alterar a mi abuela, me sacaron de la habitación de ella y mi mamá me regaño por hacerla hablar demasiado.
- !Déjenla vivir el fin de sus días como ella quiera! Siempre le prohíben, ya no más. ¡Ella vive como un vegetal!
Mi mamá me abofeteó con un revés en la mejilla izquierda.
El aire estaba tenso y mi mamá en ese momento no me entendía, pero yo a ella tampoco.
Por un lado, no podía creer que a mi abuela no la dejaran hacer las cosas que quería hacer antes de morir, una de esas cosas era beber una copa de brandy con un poco de hielo. Así fuese poco, pero que lo bebiera. O también ir a las afueras de Bogotá a respirar aire de verdad. Y otras cosas más.
Y por el otro... Que para mi familia, mi mamá y mis tías era una pesadilla vivir sin mi abuela, pues ellas estaban unidas gracias a ella. Y que para ellas era duro imaginarla tiesa y sin vida. Una de las cosas que mi mamá pedía a Dios, era que cuando ella muriera, que lo hiciera sin un poco de sufrimiento.
Pero la abuela era muy optimista. Un deseo en vida de ella era que la cremáramos y que la enterráramos con el abuelo, el amor de su vida. Otro, que no lloráramos con nostalgia, sino con alegría. Ella no quería que vistiéramos de negro, como en otros funerales, sino con color, como a ella le gustaba la vida. Que pusiéramos un ramo de flores en el comedor de la casa con flores de todos los colores, y que en otro, pusiéramos claveles rosados y azul oceánico cada cumpleaños. Y lo más importante; celebrar su cumpleaños y no recordar el día de su muerte.
- Perdóname, mamá. Yo... yo no quería...
- Ahora no -dijo mi mamá llorando con dolor.
- No... -me alejé de ella retrocediendo.
- ¡Sebastián!
Tomé mi bicicleta y le di al pedal con toda mi fuerza. No quería ver a la abuela muerta, ni a mis tías y mi mamá tristes. Pasaba las calles sin pensar en mi vida, porque había sido un idiota con mi mamá. Afortunadamente, tenía un angelito de la guarda allá en el cielo.
No sabía a donde ir, y después de pedalear por unas tres horas, fui a hasta la entrada del colegio.
Había algo que me pedía que fuera hasta el colegio, e hice caso a mi instinto.
Estaba solo, allí, con un día soleado. Estaba estacionado al frente de la puerta donde la vi por última vez. Me atrapó un sentimiento de tristeza pura. Recorría la escena pasada y quise tener una máquina del tiempo para reparar lo que hice.
- Si algún día nos volvemos a ver, espero verte feliz. Que ambos seamos felices.
Me dije a mi mismo con ánimo y con un deseo profundo de satisfacción, como si a partir de ese momento, me hubiera perdonado por ser tan cobarde.
Ahora podía seguir adelante...
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Otra vez tú.
General Fiction¿Te has preguntado lo que hubiese podido pasar si dabas el primer paso? Es la historia de Alexandra y Sebastian. Un par de adolescentes que se conocen en el instituto. Se gustan, pero ninguno se atreve a pronunciar palabra. Pasan unos cuantos años y...