— Papi, es que... ¡yo no quiero ir a pasear!
— ¡Pues entonces, se aguanta!
— Papi, si quiere me puedo quedar en la casa, si quiere no salgo, usted sabe que a mí no me gusta la tierra fría. ¡Papi, yo no quiero ir a Boyacá!
— ¿Por qué es tan egoísta con la familia?
— ¡Papi, pero yo no quiero ir!
Me puse a llorar como una magdalena porque era algo que querían hacer contra de mi voluntad. ¿Por qué no simplemente ir a algún otro lugar, pero a Boyacá? Un lugar donde hacía un frío que se metía por los huesos.
Estaba sentada en la cama, en el lado de los pies de la cama, esperando a que mi papi me diera una respuesta, o algo así. Pero el no respondía, estaba mirando la televisión, estaba súper concentrado, ignorándome mientras pasaba los canales.
Tenía los ojos hinchados de tanto llorar y rogar porque me dejaran en la casa.
Me fui de la habitación de mis papás y fui a ver a mi mami para hacerla razonar y dejarme en la casa.
— ¡Mami, ayúdame!
Mi mami preocupada cortando un pedazo de pizza en ese momento, casi se corta el dedo de pulgar derecho. Estaba en la cocina sirviendo la comida. En parte casi me rio por su reacción.
— ¿Qué pasó, mi amor? —abrió los ojos.
— Mami, no me vayas a regañar. Es que yo no quiero ir al paseo.
— ¿Mi vida, con quien te vamos a dejar?
— ¡Mami, pero es que ya no soy menor de edad!
— Mi amor, siempre vas a ser mi bebé.
— ¡Maaaaaaaaaamiiiiiii!
— ¡No molestes, no, no, no y mas no!
— Pero ma...
— ¡Alexandra, que no!
Me puse a llorar, con lágrimas que no salían de tanto rogar. Por qué mis papás no entendían que para mí, era un karma salir a tierras frías. Sabía que a mi mami no le gustaba que llorara tanto por pendejadas, pero luego de que me calmara y me durmiera en la mesa de la cocina, mi mami me despertó con una caricia en el cabello.
— Al, despierta, mi princesa...
Era la voz de mi papi la que me hablaba. Mi mami estaba sentada a mi derecha y mi papi al frente de las dos. Estaba serio.
— Llamamos a tu tía Ruth. Ella y tu prima no van a ir tampoco al paseo, y quieren que tú te quedes con ellas.
Cuando mi papi me dio esa noticia, casi me parto de la emoción, estaba feliz de pasar una semana con mi prima, que tanto la amaba.
— ¿Y eso, por qué no van a ir? -pregunté tratando de no abrir mucho los ojos de lo hinchados que estaban.
— Ah, digamos que heredaste eso de tu tía.
— ¿No le gustan los climas fríos?
— No.
— No lo sabía.
Si... era de esperarse, porque nunca fuimos a tierra fría con ellos, siempre los tres. Cuando planeábamos paseos, siempre lo hacíamos para climas cálidos.
— ¿Y por qué a última hora?
— Las cosas de Dios, tu tía me llamó hace unos minutos y me dijo que no iban a ir. Y claro, aproveché para pedirle que te cuidara.
— ¿Entonces, mi tía viene a recogerme mañana? —Pregunté
— No, ella viene ahorita, a las nueve de la noche.
— ¡Pero si no tengo nada listo!
— Bueno, tienes tres horas para alistar tu maleta.
Me levanté de la mesa con una sonrisa en la cara y abracé a mi mami y luego a mi papi. Cuando me iba a ir mi papi me interrumpió.
— Odio siempre cuando te sales con la tuya.
Esa mirada de mi papi me decía que hablaba en serio. No me quitaba los ojos de encima y estaba cruzado de brazos, con la comisura neutra. Pero neutra para él, era serio. ¡Serio de verdad!
Me fui con las manos arriba.
En un setenta por ciento, obtenía lo que quería.
Puse en mi maleta tres pares de jeans, seis camisas, dos chaquetas, ropa interior, un par de zapatillas, cosas de aseo personal y un vestido de baño para nadar en el conjunto donde mi tía vivía.
Como era una costumbre mía, me fui a bañar de noche. Apenas eran las siete y media, y mi tía vendría en una hora y media, tal vez dos. Me depilé las piernas y me apliqué crema en todo el cuerpo. Iba a empezar a lavar el cabello cuando la puerta se abrió. ¡Pegué un grito!
Era mi prima. Ella siempre hacia eso.
— Prima, que mi mami manda decir que te apures porque tiene que ir donde mis abuelos.
— ¡Valeria! ¡Vete de aquí!
— Vale, pero apúrate porque no tenemos tiempo.
— ¡Ya salgo!
Menos mal que había cortina y que la cortina era oscura.
Me lavé rápido el cabello y me cambié súper rápido. Me despedí de mis papás.
Me iba a subir al carro de mi tía y me acordé de algo que tenía que sacar de la casa antes de irnos.
— Tía, tía... espérame porque tengo que sacar algo.
— ¡Ay, Alexandra!
— Espérame.
— ¡No te demores!
Dejé la maleta en el baúl y salí corriendo a abrir la puerta de la entrada, saludé a mis papás, entré a mi habitación y saqué dinero. Tenía que sacar al menos cien mil de mis ahorros.
Salí y mi papi me esperaba en la puerta. Me había dado cincuenta mil pesos me dio un abrazo grande y me besó la frente.
Subí al carro y me fui con mi tía y mi prima.
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Otra vez tú.
Ficción General¿Te has preguntado lo que hubiese podido pasar si dabas el primer paso? Es la historia de Alexandra y Sebastian. Un par de adolescentes que se conocen en el instituto. Se gustan, pero ninguno se atreve a pronunciar palabra. Pasan unos cuantos años y...