diez ii;

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—Suéltame, Shawn me está esperando —le dije con firmeza, aunque tuve que tragar saliva antes.
—¿Vas a irte con él? —me preguntó con voz ronca.
Noté que su torso vibraba detrás de mi espalda y el calor que desprendía su cuerpo me llenó de confusión.
—Yo no sirvo para estas cosas, Liam—confesé abatida—. No sé qué quieres y te juro que cada vez que creo que he conseguido entenderte, haces algo que me descoloca y vuelves a dejarme completamente perdido. No sé qué está pasando entre nosotros. —Suspiré—. De hecho, ni siquiera sé si está pasando algo. Quizá todo esto sea sólo un juego para ti, o quizá sólo yo…
—Debería alejarme de ti, Zayn —confesó él interrumpiéndome y acercándose todavía más, eliminando el espacio que nos separaba—. Pero no puedo.
Inclinó levemente la cabeza y noté que me acariciaba la clavícula con el mentón. ¡Dios!, se me puso la piel de gallina.
—Dime qué está pasando, Liam.
—No te vayas con Shawn.
—Si no me hubieses visto bailando con él —dije—, ¿habrías venido a hablar conmigo?
—Sí —afirmó rotundo.
—¿Por qué?
—Ya te dije que nuestra conversación no había terminado.
—¿Por eso querías hablar conmigo? ¿Para explicarme otro motivo por el que no debería sentirme atraído hacia ti? —le pregunté dolido, al recordar nuestra última conversación en el trabajo.
Cerré los ojos y apreté los dientes, decidido a no mostrar lo que estaba sintiendo.
—¿Va todo bien, Zayn? —Shawn nos interrumpió y me aparté de Liam.
—Sí, perfectamente, estaba intentando mandarle un mensaje a Niall, mi compañero de piso.
—¿Me permites el teléfono? —me pidió Shawn. Yo se lo di y vi que marcaba un número—. Este es mi número, pásaselo también a tu amigo.
—Gracias.
Vaya, además de un seductor, también parecía ser un buen tipo.
—Hola, Li. ¿qué tal van las cosas? — Shawn le tendió la mano a Liam.
¿Li?
Liam Payne parecía ser el hombre de las mil caras. El abogado triunfador hecho a sí mismo. El seductor que acudía a fiestas con rubias despampanantes del brazo. El caballero.
—Bien —contestó Liam, estrechándosela brevemente.
—Haces unos días vi a tu tío, me dio muy buenos consejos sobre unas inversiones.
—Sí, eso se le da muy bien.
—¿Nos vamos, Zayb?
Me hizo la pregunta con el tono de voz perfecto, con la sonrisa perfecta, pero lo único que yo veía eran los ojos de Liam y el modo en que tensaba la mandíbula y cerraba los puños.
—No, creo que no. Lo siento, Shawn—dije. Pero ¿qué estaba haciendo?—. Ha sido un placer conocerte y lamento haberte dado una impresión equivocada, pero preferiría irme a casa.
—¿Te encuentras bien? Si quieres, puedo acompañarte y luego irme —se ofreció.
—No, gracias. Estoy perfectamente. Es sólo que creo que será mejor que nos veamos otro día.
—Te tomo la palabra, Zayn. Te llamaré e iremos a cenar, y esta vez no aceptaré una negativa —me advirtió Shawn, mirándome a mí y luego a Liam—. Bueno, será mejor que vuelva a la fiesta. Buenas noches, Zayn, ha sido un placer conocerte. Li.
—Buenas noches, Shawn.
Esperé a que ya no pudiera oírnos y entonces me volví de nuevo en dirección a Liam.
—¿Vas a decirme por qué he rechazado al que parece ser un hombre encantador?
Él no dijo nada y su silencio fue la gota que colmó el vaso. Tenía que irme de allí de inmediato, antes de que empezase a gritarle o hiciese algo peor, como echarme a llorar.
—Está bien, me voy. Buenas noches, Liam.
Fui en busca de Diana y le dije que me dolía la cabeza —lo cual era verdad— y que me iba en taxi. Cogí mi abrigo del guardarropía y salí a la calle. Esperé unos segundos y vi que un taxi libre se acercaba por la derecha. Le hice una señal y el conductor puso los intermitentes para arrimarse a la acera.
—No te has ido con él.
Fue lo único que me dijo Liam antes de darme media vuelta y besarme con todas sus fuerzas. Me sujetó la cara con ambas manos y durante un segundo me miró a los ojos con más sinceridad de la que le había visto nunca. ¿Qué era lo que brillaba en el fondo de su mirada? Parecía tristeza y frialdad, pero al mismo tiempo sus pupilas ardían como el fuego.
Debió de darse cuenta de que, sin decirme nada, me estaba contando demasiado y desvió la vista hacia mis labios. Me besó sin pedirme permiso, sin hacerme ninguna concesión. Notaba sus manos en mi rostro y las sentí temblar. Con su boca, tomó posesión de mi fuerza de voluntad y levanté las manos para aferrarme a sus muñecas. No podía dejar de pensar que no quería que se apartase de mí. Jamás. Nunca me habían besado así. Su lengua me quemó por dentro y todo su cuerpo, desde su ancho torso hasta sus pies, quedó pegado a mí, igual que si quisiera fundirse con el mío.
El taxi que había parado debió de detenerse junto al bordillo, porque de repente lo noté contra mi espalda. Liam seguía besándome, su máscara y mi sombrero lo entorpecían, pero no se detuvo. Me mordió el labio inferior y no se apartó hasta que se me escapó un gemido. Levanté una mano para tocarlo, pero justo antes de que lo consiguiese, él me la atrapó con una de las suyas.
Podía notar su corazón latiendo pegado al mío, sus fuertes piernas presionándome contra el coche, su erección marcándose bajo los pantalones y moviéndose encima de mí. Deseé que la ropa de ambos desapareciese.
—Abrázame —me ordenó con voz ronca, justo antes de morderme el cuello.
—Liam...
—Chist…
Me dio otro beso y movió las caderas contra las mías. Dejó de besarme en los labios para hacerlo en el cuello y, poco a poco, llegó hasta mi clavícula, donde me dio un beso justo encima del mordisco de antes. No muy fuerte, pero lo suficiente como para que yo lo sintiese; noté que se me doblaban las rodillas y pensé que si seguía moviéndose así…
Oí un bocinazo y Liam interrumpió el beso.
—Nadie tiene derecho de verte así —me dijo, como si de repente se diera cuenta de que estábamos en medio de la calle—. Sólo yo.
—¿Van a subir? —nos preguntó el taxista, sacando la cabeza por la ventana y mirándonos con cara de aburrimiento.
Supuse que en su profesión habría visto de todo, porque si yo hubiese visto a una pareja besándose como Liam me había estado besando a mí, habría tenido que irme. Me sonrojé sólo de pensarlo y noté que mi entrepierna temblaba de nuevo, añorando sus movimientos.
—La señorito sí —le contestó Daniel mirándome a los ojos y después desvió la vista hacia mi cuello, deteniéndola allí un instante.
Estaba mirando la marca que acababa de dejarme. ¿Qué estaría pensando?
—Vete a casa, Zayn.
—¿Tú no me acompañas? —me atreví a preguntarle.
No podía creerme que después de ese beso fuese a dejarme ir sin más.
—¿Suben o no? —insistió el taxista.
—Disculpa un segundo. —Liam sacó un billete de cincuenta libras y se lo dio al hombre—. El señorito subirá en seguida.
—Como quieran. —El taxista cogió gustoso el dinero y se sentó a esperar.
—Niall estará en casa, pero podrías subir y… —le expliqué yo, nervioso.
No quería separarme de él y no sólo porque mi cuerpo no quisiera dejar de sentir sus arrolladoras caricias. No quería que Daniel se fuese porque tenía miedo de que, cuando lo viera de nuevo, volviese a insistir en que no podíamos estar juntos.
—Cuando te he visto bailando con Shawn —me interrumpió y tuve la sensación de que se estaba obligando a contarme eso, que si hubiese encontrado el modo de evitarlo lo habría hecho—, he tenido que contenerme para no ir a la pista de baile y apartarlo de ti. Por la fuerza, si hubiera sido necesario.
—Pero si yo…
Me puso un dedo en los labios y me callé.
—Y a ti —tragó saliva y me miró a los ojos—, ahora mismo, todos mis instintos me piden a gritos que te lleve conmigo a casa y te castigue por lo que me has hecho. Quiero besarte, pero también quiero castigarte por haber bailado con otro hombre.
—¿Castigarme?
—Sí. Y no sólo eso. Quiero meterme dentro de ti, poseerte como nunca te poseyó Paul, como nunca te poseerá Shawn o ningún otro hombre.
—No te entiendo.
—Vete a casa, Zayn. Duerme un poco, piensa en nuestro beso, Dios sabe que yo no pensaré en otra cosa, y piensa que Shawn  es mucho mejor que yo. Tienes razón, es un tipo estupendo, con él tendrías tu casita con valla blanca y la parejita en menos de cinco años. Conmigo no lo tendrás jamás. Y si, a pesar de todo, mañana sigues queriendo saber qué pasa entre nosotros, hablaremos. Iré a buscarte a las cinco de la tarde; si no me abres, sabré que has decidido no seguir adelante. Y no te preocupes por el trabajo, me he comportado como un cretino. Puede estar tranquilo al respecto.
Terminó de hablar y se apartó y yo lo eché de menos en ese mismo instante. De hecho, tuve que cerrar los puños para no cogerlo por las solapas y tirar de él. El único motivo por el que no lo hice fue porque vi lo mucho que le había costado pronunciar esas palabras, y entendí que para él era realmente importante que yo tuviese esa noche para pensar.
—Estoy tranquilo, sé que jamás abusarías de tu poder para echarme del bufete sin motivo —le dije.
Sentía la imperiosa necesidad de abrazarlo, de decirle que todo saldría bien. Y también quería gritarle por dejarme tan confuso. Probablemente Daniel tenía razón, me iría bien pensar en todo lo que estaba sucediendo.
—No estés tan seguro.
¿Por qué tenía tan mala opinión de sí mismo?
—Mañana a las cinco, estaré esperándote —le aseguré.
—Piénsalo bien, Zayn.
Me miró a los ojos, metiéndose un poquito más en mi alma.
—Lo pensaré —le prometí y pareció relajarse un poco.
Volvió a acercarse a mí y me dio un beso en la boca. Lento, suave. Intenso. Me separó los labios con la lengua y fue moviéndola despacio hasta que a ambos se nos volvió a acelerar la respiración. Se apartó lentamente y se quitó la rosa roja que había llevado en la solapa durante toda la noche.
—Es para ti. Te la habría dejado en tu mesa, pero luego pensé… —Se sonrojó.
Dios mío, Liam Payne se sonrojó porque me estaba dando una rosa.
—Gracias. —La cogí y me la acerqué a los labios.
Los pétalos eran muy suaves y vi que él observaba el gesto y volvían a oscurecérsele los ojos. No disimuló y un cosquilleo me recorrió el cuerpo. Sentí como si me besase, pero sus labios no volvieron a tocarme. Aparté la rosa y lo miré también sin ocultar nada.
Él asintió y se acercó al taxista. Vi que le daba otro billete y mi dirección y, cuando conseguí reaccionar, ya estaba metido en el vehículo, dos calles más abajo.

Noventa días « Ziam »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora