Liam me tapó los ojos con la cinta de seda negra y bastó con que la tela me tocase la piel para que mi cuerpo y mi mente empezasen a derretirse de deseo. Después noté que bajaba las manos por mi torso y las detenía en los botones de mi camisa. Los desabrochó uno a uno, acariciándome con los nudillos la piel que iba dejando al descubierto. Cuando terminó, deslizó las mangas por mis brazos y me dejo con el pecho descubierto. Durante unos segundos que a mí me parecieron horas, no me tocó. Podía oírlo respirar, sentir el calor que desprendía su cuerpo tan cerca del mío, pero no podía verlo.
Colocó una mano en uno de mis tobillos y me sobresalté y Liam me besó detrás de la rodilla para compensarme. Se había arrodillado entre mis piernas y me estaba quitando las botas. El sonido de la cremallera abriéndose resonó en mi mente. Me recorrió los muslos con las manos, suave y lentamente, levantando los dedos de vez en cuando para hacerme cosquillas, hasta llegar a quitarme el pantalon. Deslizó primero una y, en cuanto llegó al final, repitió el camino que habían trazado sus dedos con los labios. Besó todas las pecas que encontró a su paso antes de hacer lo mismo con la otra pierna.
Oí que se ponía en pie y se despojaba de los zapatos, los pantalones y el jersey. Y supe que no se había desnudado del todo, porque cuando volvió a acercarse a mí, la tela de los calzoncillos me rozó la piel.
—Eres precioso—me susurró antes de besarme y de cogerme en brazos. Sólo recorrimos unos metros y, cuando volvió a dejarme en el suelo, noté el cochón de la cama tocándome las rodillas—. Sé que siempre te pido que no digas nada, Zayn, pero esta vez, necesito oír tu voz. Necesito saber qué sientes. ¿De acuerdo?
Tuve que humedecerme los labios para poder contestar.
—De acuerdo.
—Voy a atarte las muñecas a la cama. Levanta los brazos, por favor.
Levanté primero el derecho. Liam me cogió la mano y depositó un beso en mi palma. Luego me la llevó hasta el poste de la cama y yo lo rodeé con los dedos.
—Es de seda, igual que la venda de los ojos —me explicó, mientras me ataba la muñeca a la madera.
La tela era suave, pero los nudos de Liam conseguían retenerme. Cuando terminó de hacer el último, tiró de la cinta y, al parecer satisfecho, me besó la muñeca y siguió dándome besos hasta llegar al cuello. Después repitió el proceso con el otro brazo.
Yo estaba de pie frente a la cama con Liam a mi espalda, los ojos vendados y los brazos atados a los postes. Quizá tendría que haberme asustado, pero mi corazón sabía que él jamás me haría daño y que no abusaría de la confianza que yo le estaba demostrando.
—¿Estás bien? ¿Te duelen los brazos?
—No.
Oí que se movía y esperé ansioso a que me contase qué quería hacerme. Lo oí caminar y respirar profundamente y luego se pegó a mi espalda y me tiró del pelo para darme un beso en los labios.
Hasta ese beso, siempre había tenido la sensación de que Liam se contenía y en ese momento comprobé que era verdad. No me besó, me devoró con su lengua, sus dientes y sus labios. Me retuvo inmóvil con la mano que había enredado en mi pelo; no me hacía daño, me sujetaba lo justo para que yo no pudiese moverme hasta que él me lo permitiese. Y si hubiese dependido de mí, jamás me habría apartado.
Liam me besó sin censura, sin intentar frenar la pasión y cualquier deseo oscuro que yo le despertase. Los movimientos de su lengua eran obscenamente sensuales, la fuerza de su mandíbula me impedía cerrar la mía y sus dientes parecían obsesionados con morderme el labio inferior siempre que yo me apartaba un poco.
Gemí.
Él también.
Nuestros cuerpos intentaron sincronizar sus movimientos. Mis pechos subían y bajaban, ansiosos por sentir sus manos, me quemaba la espalda justo donde el torso de él se apoyaba en mí.
Y la erección que podía sentir rozándome las nalgas…
—Tus labios me vuelven loco —me confesó con la respiración entrecortada al apartarse—. Su sabor —me lamió el labio inferior—, su forma —el superior—, cómo tiemblan cuando te beso. No soporto pensar que han temblado así por otro.
—Jamás —le dije con la voz ronca—. Nunca habían temblado por nadie hasta que te conocí.
—Dios —masculló, y aflojó los dedos que me retenían el pelo y se apartó—. ¿Confías en mí?
—Completamente, Liam. Te quiero.
—No me basta con eso, Zayn. Mi madre me quería y no luchó por mí; y mi padre decía que quería a mi madre pero la insultaba a diario mientras se acostaba en secreto con su hermano.
—Habría dado cualquier cosa para protegerte, Lian, pero lo único que puedo hacer es decirte que nada de eso era amor.
—Todavía no puedo contarte lo que sucedió con mi tío cuando tuve que irme a vivir con él. No puedo.
Lo sentí temblar y me apresuré a tranquilizarlo.
—No hace falta que me lo cuentes.
—¿Cómo es posible que confíes tanto en mí? ¿Cómo sabes que no te haré daño? —me preguntó, confuso de verdad y muy enfadado. ¿Consigo mismo?—. Te he vendado los ojos y te he atado las muñecas a los postes de una cama y, a pesar de todo, no tengo intención de soltarte.
—Puedes hacerme lo que quieras, confío en ti.
—Es imposible que sepas lo mucho que me afecta oírte decir eso. Se me revuelven el corazón y las entrañas y me excito tanto que tengo miedo de hacer el ridículo. No puedo ocultar lo que siento, Zayn. Necesito poseerte, saber que eres mío por dentro y por fuera.
Inclinó la cabeza y me dio un beso en la clavícula y luego otro, y otro.
—Quiero marcarte, quiero que todo el mundo sepa que eres mío.
Me mordió y succionó hasta que me dejó una marca en el cuello. Yo me estremecí sólo con imaginarme sus dientes en mi piel. Se apartó y me tomó del pelo y erguí la espalda para besarme la columna. No se dejó ningún trozo y mientras, con las manos fue acariciándome los pezones. Poco a poco fue arrodillándose y me besó la parte trasera de los muslos, de las rodillas y de las piernas.
Y con las manos me acarició suavemente la erección por encima del boxer. Nunca me había sentido tan deseado, tan adorado.
Cuando terminó de besarme el tobillo del pie izquierdo, yo apenas recordaba cómo respirar y mis labios se morían de sed por sus besos. Oí el ruido del colchón y deduje que Liam se había puesto de rodillas en él para quedar delante de mí.
—Tengo un látigo, lo encargué para ti. Para nosotros. Con la misma cinta de cuero que colgaba de la llave. —Me acarició la muñeca y me estremecí—. El cuero es muy suave y no te cortará la piel, pero sí lo notarás.
Justo entonces, noté las cintas de cuero de las que me hablaba deslizándose por todo mi pecho
—¿Lo ves?
—Es muy suave —balbuceé, porque a mi mente le estaba costando procesar lo que estaba sucediendo.
—Necesito hacer esto, Zayn. Necesito saber que confías en mí, que puedo darte placer enfrentándome a mis más oscuros deseos. Necesito saber que no soy un monstruo.
—No lo eres.
—Quiero pegarte con un látigo.
—No eres un monstruo…
No había terminado de pronunciar la última palabra cuando Liam me cogió por la nuca y me dio un beso tan intenso como el primero. Los dos estábamos temblando. Supe que esa noche nos cambiaría para siempre y deseé con todas mis fuerzas que siguiésemos juntos cuando saliese el sol.
Liam me soltó y bajó de la cama. Esperé impaciente y nervioso.
—Me duele mirarte y eso me asusta —dijo entre dientes y oí el cuero en el aire un instante antes de que me golpease la espalda. No me dolió, pero sí noté un escozor y me tensé—. Hace años, juré que nunca más estaría asustado. —Otra cinta me golpeó a escasos centímetros de la primera. Me dolió, pero cuando pensé que estaba entregándome a Liam, que estaba haciendo aquello porque él lo necesitaba, me estremecí y gemí—. Quiero meterte dentro de mí —otro movimiento de aire y el látigo me rozó la cintura y la cadera—, quizá así no me abandones. Tu piel… —Se le quebró la voz y oí que algo caía al suelo.
Iba a contestarle, pero él empezó a recorrerme las marcas del látigo con sus labios y noté que algo me mojaba la espalda. ¿Liam estaba llorando? Me besó con desesperación las marcas que yo todavía no había visto, pero que empezaba a sentir. Él parecía no tener bastantes manos ni bastantes bocas como para darme todos los besos que quería.
—Tienes mis marcas en la piel. Eres mío.
—Soy tuyo.
—Mío.
Me mordió la nalga derecha y tiró de mi ropa interor hasta romperla. Me penetró con un único movimiento y los dos nos quedamos sin aliento al comprobar lo excitados que estábamos.
—Dilo otra vez —me ordenó junto al oído.
—Soy tuyo.
Me mordió el lóbulo y empezó a mover las caderas.
—No, no te muevas —me indicó y colocó una mano en mi ombligo para empezar a bajarla hacia mi miembro. La otra la enredó en mi pelo y me echó la cabeza hacia atrás—. No voy a dejar de besarte.
Asentí, a pesar de que Liam no me había pedido que lo hiciera, y noté sus labios sobre los míos. Al principio se movían con languidez, pero poco a poco su lengua fue imitando la cadencia de sus caderas.
Sentía su torso pegado a mi espalda, su sudor me escocía ligeramente en las heridas que me había causado el látigo y me excité al imaginar mi espalda con esas marcas. La prueba del amor que sentía por Liam.
La erección de él no dejaba de vibrar y de crecer en mi interior, su lengua iba a arrebatarme la poca cordura que me quedaba y cada vez que ambos estábamos a punto de alcanzar el orgasmo, se paraba. Y luego volvía a empezar.
—Quiero que te corras, Zayn. Estás muy excitado y no podrás aguantar más y yo todavía no estoy listo para terminar. —Me lamió el cuello y yo gemí—. Quiero que te corras una vez, ¿crees que podrás hacerlo, cariño?
—Sí —sollocé.
Me besó en la frente y luego volvió a besarme en los labios y movió ligeramente la mano que descansaba encima de mi miembro. Alcancé el orgasmo y me corrí haciendo un desastre entre Liam y yo, noté que mi entrada se apretaba alrededor de su erección. Él tembló y me mordió el labio inferior.
—No seas malo, Zayn. Yo todavía no estoy listo.
Intenté respirar, pero los temblores seguían recorriéndome el cuerpo y él no dejaba de mover el pulgar sobre mi glande, ni de besarme, ni de mover las caderas…
—Tranquilo, cariño. Ya está, lo has hecho muy bien. Deja que siga haciéndote el amor, eso es. —Me acarició la cintura y mi cuerpo empezó a moverse al ritmo del suyo—. Deja que yo me encargue de todo.
Volvió a llevarme a lo más alto del placer, no hubo ni una parte de mi cuerpo que no tocase o besase. Me lamió la espalda y me la llenó de besos, salió de dentro de mí durante unos minutos para besarme las nalgas y comerme mi entrada, y luego volvió a penetrarme y a empezar de nuevo.
Me pidió que tuviese otro orgasmo y mi cuerpo obedeció al reconocer que estaba entregado a aquel hombre para siempre.
Me pellizcó los pezones y las nalgas, hizo realidad las fantasías que yo no sabía que tenía. Me dio cachetes en las nalgas y me mordió y lamió hasta que creí que siempre había tenido el olor de Liam impregnándome la piel. Yo no podía más, mis huesos se habían derretido tantas veces que apenas recordaban su forma.
Y lo único que me mantenía en pie eran las cintas que me ataban a la cama.
—Una última vez, Zayn .
—No puedo, Liam—confesé, a pesar de que notaba que volvía a excitarme y ponerme duro.
—Una última vez, cariño. Hazlo por mí, porque te lo pido yo. Necesito oír una vez que me perteneces.
—De acuerdo, Liam m
Me echó la cabeza hacia atrás y me dio otro beso, esta vez más dulce y tierno.
—Ahora saldré de dentro de ti y me colocaré de rodillas en la cama; esta vez quiero abrazarte. Lo haremos despacio, no quiero hacerte daño.
No dije nada, su voz me tenía hipnotizado y mi cuerpo sencillamente esperaba ansioso cualquier caricia que proviniese de él.
—Vamos, cariño, una última vez —me insistió, al colocarse en la cama.
Me penetró y abrazó al mismo tiempo y empezó a besarme igual que antes.
Yo me entregué, me rendí por completo a sus labios y él se estremeció y arqueó la espalda hacia atrás gritando mi nombre.
Me mantuvo abrazadobdurante todo el orgasmo y mientras eyaculaba dentro de mí, haciendo imposible que otro hombre pudiese ocupar algún día su lugar. Yo también me estremecí.
Pasados varios minutos, Liam se apartó y se bajó de la cama. Noté que aflojaba las cintas de los brazos y que me los soltaba y, como siempre, me los masajeó. Luego me quitó la venda de los ojos y me dio un beso lleno de ternura en la boca. Yo casi no podía moverme y dejé que me tumbase en la cama y me tapase.
Cerré los ojos, convencido de que se acostaría a mi lado y me abrazaría, pero cuando volví a abrirlos, horas más tarde, comprobé que había dormido solo.
Y algo se rompió dentro de mi alma.
El sol entraba por la ventana. Estiré los brazos y vi las marcas en mis muñecas.
—Dios mío.
Me incorporé y sentí dolor en las piernas y la espalda. Vi un batín de seda encima de la cama, me lo puse y fui en busca de un baño.
Acerté con la primera puerta a la derecha y entré. Me miré en el espejo y no me reconocí; tenía ojeras, los labios cortados y un impresionante chupetón en el cuello. Me quité el batín y vi que tenía las marcas de los dedos de Liam por todo el cuerpo y, cuando segundos más tarde, me atreví a darme la vuelta para mirarme la espalda, descubrí las marcas del látigo.
Aquél no era yo.
Era imposible que lo fuese.
Yo no había dejado que Liam me hiciese esas cosas. Era imposible que hubiese sentido placer, pero mis propios recuerdos me traicionaron y me convirtieron en mentiroso.
¿Qué significaba eso? ¿Acaso lo de Paul me había afectado tanto que ahora necesitaba que un hombre me mordiese para sentir placer? Dios mío, no podía pensar. Le había dicho a Liam que le quería, pero él no me había dicho nada. Oh, sí, había dicho que no creía en el amor y que lo único que deseaba era que yo le perteneciese.
¿Cómo? ¿Qué diablos significaba eso?
Iba a tener un ataque de nervios. La noche anterior el placer me había nublado la mente, pero ahora las dudas me carcomían y me hacían dudar de la belleza de lo que Liam y yo habíamos compartido.
Y él no se había quedado a dormir conmigo.
Me vestí y fui a su encuentro. Bajé al piso inferior de aquella casa de la que no había visto nada y lo encontré en la cocina, preparando el desayuno.
—Buenos días —me saludó.
—Quiero volver a casa.
A él le tembló la taza que sujetaba en la mano.
—¿Ahora?
—Lo antes posible.
—¿Te encuentras bien, te hice daño? —me preguntó preocupado, dando un paso hacia mí.
Levanté una mano para detenerlo y él comprendió el gesto.
—Quiero irme a casa —repetí.
Liam me miró a los ojos y yo vi en los suyos que le dolía mi reacción, pero me sentí incapaz de hacer nada para consolarlo. Yo le había entregado mi confianza y él, retales de su pasado.
Y el sexo… ni siquiera me atrevía a pensar en eso. Era demasiado.
—Comprendo —dijo y en ese preciso instante le cambió el semblante—. Llamaré al aeropuerto para que organicen el vuelo.
—Gracias.
—Puedes ir a preparar el equipaje, no tardaremos en salir.
—Gracias —volví a decirle.
—De nada.
Apagó la cafetera y se lavó las manos con movimientos mecánicos.
—Sólo necesito tiempo, Liamb—reconocí al fin, porque no soportaba verlo de aquella manera.
—Está bien —accedió él—. Creo que yo me quedaré aquí unos días. El avión te llevará a casa y en el aeropuerto tendrás un coche esperándote.
—¿Cuántos días?
—Dos, tres a lo sumo.
—¿Podemos vernos cuando vuelvas?
—Si tantas ganas tienes de verme, ¿por qué te marchas ahora? —me atacó—. Lo siento, no tendría que haber dicho eso.
—No, tienes razón. Estoy confuso y contigo cerca no puedo pensar. Y ahora necesito pensar.
—De acuerdo.
—Iré a preparar el equipaje —le informé.
Era una excusa para irme de allí. Si seguía mirándolo terminaría cediendo y quedándome y eso no nos haría bien a ninguno de los dos.
—Te llamaré cuando llegue y, si quieres, podemos vernos en mi apartamento.
—Allí estaré..
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.QUE FUERTE. Este capítulo estuvo intenso y picante.
Deja tu voto por favor.
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Noventa días « Ziam »
FanfictionTras poner punto final a su relación días antes de la boda, Zayn Malik decide romper con su vida anterior y se muda a Londres dispuesto totalmente a empezar de cero. Él cree estar listo para el cambio, pero nada lo ha preparado para enfrentarse a Li...