ventisiete ii;

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Lo aparté y dije lo que llevaba dos días esperando decirle:
—Lo siento, Liam. Perdóname, no tendría que haberme ido de esa manera.
Me había imaginado que, después de oír esa frase, él me cogería en brazos y me haría el amor con el abandono de siempre, o que como mínimo me besaría como hacía cuando estaba desesperado por estar cerca de mí, pero no hizo nada de eso. Me miró a los ojos y dio un paso atrás y luego otro y entonces tomó aire y habló:
—Tenemos que hablar, Zayn.
Se me encogió el estómago.
—Siento mucho haberme ido, Liam.—repetí, siguiéndolo hasta el sofá del salón en el que habíamos cenado semanas atrás—, pero cuando me desperté y vi que no habíamos dormido juntos me quedé muy confuso y luego vi las marcas de tus dedos y las del látigo y…
—No es eso, Zayn. Aunque reconozco que me dolió mucho que quisieras irte, en cuanto dejé de pensar en mi orgullo herido y empecé a pensar en ti, comprendí por qué lo habías hecho. —Me miró a los ojos y añadió—: Sí dormimos juntos, tú te quedaste dormido mientras yo cerraba la casa; cuando entramos tenía la cabeza ocupada en otras cosas y no lo había hecho. Cuando terminé, me acosté a tu lado. Yo no dormí, eso lo reconozco, me pasé todas esas horas pensando y cuando amaneció fui a la cocina.
—Lo siento, Liam. Fue una noche maravillosa y lamento haberme asustado y no haber acudido a ti con mis dudas. Pero ahora estoy aquí.
—Fue una noche maravillosa —reconoció él tras tragar saliva. ¿Estaba nervioso?—. Te entregaste a mí de un modo que yo nunca me habría atrevido a soñar. Confiaste en mí a ciegas y pusiste tu cuerpo, tu placer, incluso tu propio ser en mis manos. Jamás me había sentido tan honrado y tan amado, Zayn.
—Ni yo tampoco.
—Cuando te vi allí, dispuesto a aceptar todo lo que yo quisiera hacerte… pensé que me moriría. Podría haber pasado la eternidad en ese dormitorio, besándote, tocándote, haciéndote el amor. Pero a pesar del intenso placer que me hiciste sentir, de la felicidad que casi rocé con los dedos al saber que eras mío, no me basta con eso, Zayn.
No podía respirar, me estaba ahogando.
—¿No? —conseguí preguntarle.
—No.
Si Liam me decía que necesitaba estar con otras mujeres y hombres me moriría allí mismo. O si me decía que quería que yo estuviera con otros hombres. Era imposible que yo hubiese malinterpretado lo que ambos sentimos, ¿no?
—¿Qué… qué necesitas?
—Necesito que tú me lo hagas a mí.
—¿Qué?
Mi mente no podía asimilar lo que Liam me estaba diciendo.
—Quiero que me hagas tuyo, quiero ser capaz de entregarme a ti igual que tú te has entregado a mí. Y necesito tu ayuda para conseguirlo.
—¿Có… cómo? —Tenía la garganta seca y me costaba tragar saliva.
—Quiero pertenecerte, quiero que me domines, que me vendes los ojos y me ates los brazos y las piernas, que me digas que no puedo sentir nada si tú no me das permiso para hacerlo. Nunca le he pedido esto a nadie. Nunca. Y siempre he sabido que si algún día encontraba a una persona con la que quisiera compartir mi vida, tendría que pedírselo.
—No lo entiendo —balbuceé otra vez.
—Necesito tener el control porque hubo una época de mi vida en que me lo arrebataron por la fuerza y la verdad es que creí que me bastaría con eso para seguir adelante. El sexo que había practicado antes siempre había sido así; conmigo al mando y dominando por completo la situación. Pero cuando vi cómo te entregabas a mí la otra noche comprendí que eras tú la que de verdad tenía todo el poder; yo sencillamente estaba allí, dedicado en cuerpo y alma a responder a tus necesidades. Me regalaste algo precioso, Zayn. Y si quiero tener un futuro contigo, si quiero atreverme a soñar con la posibilidad de ahuyentar mi pasado, necesito hacer lo mismo. Sé que sólo así podré contarte toda la verdad. Tú eres el único chico al que he querido —tragó saliva—, al que necesito contársela. Y sólo así lo conseguiré.
—Pero yo… yo no sé si seré capaz. Yo no puedo hacerte daño.
—¿Yo te hice daño? —me preguntó, asustado de verdad.
—No, pero tú siempre has sido así, en cambio yo…
—Tú eres la persona más fuerte y valiente que he conocido nunca. La primera vez que te vi te dije que te echaría del bufete y me plantaste cara… Siempre me has plantado cara, señorito Malik. No me falles ahora que es cuando más te necesito. Si no eres tú, sé que jamás volveré a pedírselo a otra. Y nunca me sentiré completo.
—¿Qué tendría que hacer?
—Ser tú, tomar el control, decirme que no puedo hacer nada sin ti. Convencerme para que me entregue con el mismo abandono que tú te entregaste a mí. No quiero estar al mando, quiero saber lo que se siente cuando confías tanto en otra persona que incluso pones tu vida en sus manos. Quiero que me vendes los ojos, que me ates y que hagas conmigo lo que quieras, porque tú eres el único que sabe lo que de verdad necesito.
—Yo… —me humedecí los labios e intenté calmar mi corazón—, yo no soy así. Yo no puedo darte órdenes.
—Lo necesito, Zayn.
—¿No podemos seguir como ahora? Por favor, Liam.
Él me miró a los ojos y negó con la cabeza.
—No, ahora que por fin he reconocido ante mí mismo lo que de verdad necesito, no puedo conformarme con menos. En mi vida he tenido que hacer muchos sacrificios, me han arrebatado demasiadas cosas, y ésta no va a ser una de ellas. Lo necesito, Zayn. Necesito entregarme a ti de esa manera. Sé que sólo tú serás capaz de obligarme a desprenderme de mi pasado y de darme un futuro.
—No puedo, Liam. Yo no puedo obligarte a nada. Y nunca podría hacerte daño.
—No me harás daño, igual que yo nunca te lo he hecho a ti. Tienes que dominar mi mente, mis sentidos, mis instintos, del mismo modo que ya dominas mi corazón.
—Todo esto es demasiado, Liam. Creía que después de lo de Italia podríamos seguir adelante, que poco a poco seríamos una pareja normal.
El rostro de él se demudó al oír esa última palabra.
—Tú y yo nunca seremos una pareja normal, porque lo que yo siento por ti no encaja en ninguna de las etiquetas aceptadas por la gente «normal», y por un instante me atreví a soñar que tú sentías lo mismo.
—Liam, yo te quiero —me defendí y noté lágrimas en los ojos.
—No me basta con que me quieras, quiero que me poseas. Quiero ser todo tuyo, mi cuerpo, mi mente, mi alma. Todo. No me conformo con estar enamorado de ti, necesito saber que sin ti no puedo respirar. Necesito que me obligues a entregarme a ti.
—No puedo, Liam. No sé cómo.
—Sí lo sabes, pero no te atreves. Tienes miedo de sentir lo que estás sintiendo, tienes miedo de no encajar en una de tus preciosas etiquetas.
—Eso no es verdad —me defendí, a pesar de que sus palabras habían dado en el blanco—, te quiero y quiero que volvamos a estar juntos como antes.
—Yo quiero más, Zayn. Necesito más.
Sus ojos negros echaban chispas, el torso le subía y bajaba cada vez que tomaba aire y tenía los puños apretados. Nos miramos, conscientes de que ninguno de los dos iba a ceder y de que ambos terminaríamos con el corazón destrozado. Él fue más valiente que yo y volvió a arriesgarse.
—Cuando empezamos, te dije que si algún día querías dejar de verme lo único que tenías que decir era no. Y ese mismo día te pusiste mi cinta de cuero alrededor de la muñeca. Una cinta que tú y yo sabemos que significa que me perteneces, que te entregaste a mí. Yo quiero hacer lo mismo. Lo necesito y por eso voy a pedírtelo una última vez.
Me enjugué una lágrima y me mordí el labio inferior para contener un sollozo.
—Átame, véndame los ojos, oblígame a entregarte todo mi ser, a poner mi vida en tus manos. Toma el control de mi cuerpo, de mí, y deja que por primera y única vez en mi vida me rinda a otra persona. A ti. Haz todo lo que tengas que hacer para demostrarme que soy tuyo y que sólo tú tienes el poder de dominarme y de hacerme hacer lo que sabes que de verdad necesito.
Sus palabras evocaron un sinfín de imágenes en mi mente; vi a Liam de rodillas delante de mí con los ojos vendados, inmóvil a la espera de oír mi voluntad. Me vi a mí mismo atándole las manos y utilizando el mismo látigo que él había utilizado conmigo y me asusté. Me asusté, porque por un instante no conseguí apartar la mirada de esas imágenes ni de la reacción que tenían en mi cuerpo.
—No.
Él se acercó a mí y me cogió la muñeca. Me miró a los ojos y noté la tensión que desprendían todos los músculos de su cuerpo. Tiró del nudo de la cinta de cuero y me la quitó con un único movimiento.
—Vete de aquí.

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Noventa días « Ziam »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora