dieciséis i;

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Espero se encuentren bien:) Quiero pedirte que sí ves algún error de transcripción por favor déjame saberlo en los comentarios.

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El muy cobarde se había dado a la fuga. El muy cretino despreciable. Después de esa noche, desapareció del mapa. Oh, sí, su secretaria, Ariana, vino a verme a primera hora de la mañana para decirme que el señor Payne había tenido que ausentarse de la ciudad durante unos días por asuntos familiares.

Cretino.

Imbécil.

Cobarde.

Y a pesar de todo lo echaba de menos. No podía dejar de pensar que quizá fuera verdad, quizá le había surgido algo y necesitaba mi ayuda. ¿Mi ayuda? Estaba claro que Liam no necesitaba nada de mí ni de nadie, a juzgar por la facilidad que tenía para desconectar de una persona.

Al mediodía volví a ir al vegetariano con Diana y disfruté pensando en lo mucho que le molestaría a Liam si supiese que sólo me había tomado una sopa y un té. La verdad era que tenía tal nudo en el estómago que no podía comer nada, pero eso era lo de menos.

Después de comer, Diana se fue a una reunión a la que yo, por mi inferior categoría profesional, no tenía que asistir y aproveché para repasar todo lo que había hecho durante la mañana, porque no me fiaba de no haber metido la pata.

—¿Es usted la señorito Malik, Zayn Malik? —me preguntó un chico que llevaba el uniforme de los almacenes Liberty, unos de los más exclusivos de la ciudad y en los que yo sólo soñaba con ir a comprar.

—Sí, soy yo. ¿En qué puedo ayudarte?
—Si es tan amable de firmar aquí… —Me pasó un comprobante de entrega.
—Me temo que hay un error, yo no he comprado nada en sus almacenes. —Ojalá.

El chico comprobó los datos y me miró intrigado.

—¿Usted es Zayn Malik y esto es el bufete Porter & Payne?
—Sí, así es.
—Entonces no hay ningún error. El señor Payne nos encargó personalmente que le trajésemos este paquete. Si es tan amable de firmar, por favor…

Firmé porque no quería causarle ningún problema a aquel muchacho y porque mis compañeros ya empezaban a mirarme.

—Gracias. —Vio que buscaba el bolso y me dijo en voz más baja—. No hace falta, el señor Payne también dejó una generosa propina. Que tenga un buen día.
—Lo mismo digo —creo que conseguí decirle, antes de que desapareciese por el pasillo.

Me quedé mirando la enorme caja de negra decorada con un precioso lazo malva. Me daba pena deshacerlo, pero si quería saber qué había dentro, no tenía más remedio.
Deshice el lazo con cuidado y lo dejé encima de la mesa, junto a la pantalla del ordenador. Luego levanté el papel y fui descubriendo la caja.
El logo de Prada apareció ante mí. Quité la tapa y me encontré con el abrigo perfecto. Era de lana, ligero pero a la vez muy caliente, y de un elegante color café que combinaba tanto con el tono de mi piel como con el de mi pelo. Encima del abrigo había un sobre y en esta ocasión reconocí la letra de Liam

Señorito Malik:
Ponte el abrigo y piensa en mí. Volveré el jueves. Yo no podré dejar de pensar en ti (y aquí no hay piscina).
Tuyo,
L.

¿Por qué no podía ser como la gente normal y mandarme un SMS o un correo electrónico, o llamarme por teléfono? No, a Liam había tenido que comprarme el abrigo que sin duda habría elegido yo si hubiese podido permitírmelo y me había dejado una nota que evidentemente había tenido que escribir de madrugada. Y no sólo eso, seguro que había despertado al pobre encargado de los almacenes para asegurarse de que todo salía según él tenía planeado.

Noventa días « Ziam »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora