catorce;

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El domingo por la mañana, Liam me llevó de paseo por el pueblo e insistió en comprarme todo lo que yo decía que me parecía bonito; desde un ramo de crisantemos hasta unos dijes preciosos en un anticuario. Al final, terminé por callarme, pero a él no le importó. Sencillamente, se limitó a comprar todo lo que yo miraba más de dos segundos.
Me dormí durante el trayecto de regreso a Londres, lo que lamenté, porque me habría gustado seguir disfrutando de la compañía de ese Liam tan relajado que contaba anécdotas absurdas sobre su época de pasante y que se empeñaba en decirme que estaba guapo. No habíamos vuelto a hablar de lo de la noche anterior, pero tampoco hablamos del trabajo ni de Paul, ni de nada por el estilo. Me contó alguna de sus aventuras en el extranjero y yo le correspondí hablándole de los dos veranos que había pasado en Italia de pequeño.
—Ya hemos llegado —me dijo cuando detuvo el coche frente a mi apartamento—. Tu compañero de piso seguro que te está esperando.
Yo abrí los ojos y al verlo mirándome con una sonrisa en los ojos, me sonrojé.
—Sí; Niall es el mejor. No sé qué habría hecho sin el.
—Habrías estado bien —afirmó Liam—, pero me alegro de que tengas una buena amistad que se preocupa por ti.
—Bueno, será mejor que me vaya —dije yo, sin poder evitar mirarle los labios.
—No voy a besarte —me espetó, adivinando mis pensamientos y sin apartar los ojos de mi boca.
—Oh, está bien. —Intenté bromear para disimular la decepción, pero me temo que no lo conseguí—. Gracias por el fin de semana, señor Payne. Nos vemos mañana.
—Nos vemos mañana, señor Malik.
Iba a abrir la puerta, pero me detuvo y salió del coche para abrirla él.
—Gracias —le dije con una sonrisa al bajar.
—De nada. Buenas noches, Zayn.
—Buenas noches.
Volvió a meterse en el Jaguar y me dije que él también había tenido que morderse los labios para no besarme.
Niall efectivamente estaba esperándome y no me dejó acostarme hasta que le hubiese jurado por toda mi familia que Liam se había portado bien conmigo. No le conté lo que me había pedido, pero no por él, sino porque yo tampoco estaba listo para compartirlo. Liam me estaba haciendo sentir algo completamente nuevo y no quería que nadie, ni siquiera Niall, intentase convencerme de que no estaba bien.
A la mañana siguiente, me desperté con una sonrisa en los labios y con unas ganas casi incontrolables de ir al bufete y ver a Liam, pero a medida que iba acercándome al edificio de la sede de Porter & Payne iban asaltándome más y más dudas. ¿Y si Liam lo había pensado mejor? ¿Y si todo había sido una broma de mal gusto? O, peor aún, ¿y si me había utilizado y ahora fingía que no había pasado nada?
Subí en el ascensor con el corazón en un puño y me fui directamente a mi mesa para ver si conseguía calmarme antes de que llegase alguno de mis compañeros y me viese. Y entonces reparé en la caja.
Una caja de terciopelo negro junto a un sobre y una taza de té recién hecho. Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie. Había llegado un poco antes y agradecí la soledad y la intimidad. Me quedé contemplando los distintos objetos durante unos segundos, sin necesidad de plantearme quién los había dejado allí y decidí abrir primero la caja.
Una llave colgando de una sencilla cinta de cuero.
Pasé los dedos por la llave, parecía nueva, y luego volví a cerrar la caja.
Abrí el sobre y saqué la nota manuscrita. Era la primera vez que veía la letra de Liam y me pareció un detalle muy íntimo.

Zayn,
Ésta es la llave de mi apartamento, encontrarás la dirección en el reverso de esta nota. Te espero a las nueve. Si no vienes, sabré que has decidido seguir con tu sueño.
Tómate el té y piensa en mí. Yo estoy en la piscina (intentando no pensar en ti).
Tuyo,
Liam.

Metí la nota en el sobre y me lo guardé en el bolso, junto con la llave. Me bebí el té, que estaba como a mí me gusta, sin poder dejar de sonreír. Y pensé que aún faltaban muchas horas para las nueve.
Pasé el resto de la mañana sin ver a Liam y sin dejar de pensar en él, aunque la verdad es que fui capaz de trabajar y de concentrarme en lo que estaba haciendo. Era como si él en cierto modo me inspirase, me motivase a ser mejor abogado, a prestar más atención.
Fui a comer con Diana a un restaurante vegetariano que había cerca del bufete y en cuanto nos sentamos, empezó el interrogatorio:
—Te vi bailando con Shawn —me confesó mi nueva amiga—. Es muy guapo. Si yo no estuviese comprometida, y pesase doce kilos menos, le tiraría los tejos.
—Estás fantástica.
—No mientas y cuéntame lo de Shawn Mendes. ¿Te fuiste con él? Parecíais estar muy bien el uno con el otro.
—No, no me fui con él.
—Vaya, yo que pensaba que ibas a contarme algo interesante…
—No, lo siento.
—Bueno, qué se le va a hacer —dijo Diana con una sonrisa—. ¿Y qué has hecho todo el fin de semana?
—Nada especial —mentí—. ¿Y, tú?
—Seguir con los preparativos de la boda. Por suerte, faltan sólo tres semanas. Ah, antes de que se me olvide —metió una mano en el bolso y sacó un sobre rojo—. Estás invitado.
—Oh, no hace falta, Diana —le aseguré, cogiendo el sobre.
—Por supuesto que hace falta. Es la primera vez que tengo un amigo en el trabajo. Si quieres, puedes venir acompañado.
Pensé en Liam y sentí un nudo en el estómago. Él me había dejado claro que no quería ser mi pareja, al menos no fuera de la cama, y me dolió. Por primera vez comprendí lo que me había dicho de que llegaría un día en que lo dejaríamos porque yo le pediría algo y él me diría que no.
—Gracias, pero iré solo.
—Todavía faltan muchos días, quién sabe, quizá para entonces Shawn esté completamente enamorado de ti y te suplique que lo dejes acompañarte.
—Quién sabe.
Las dos nos reímos y seguimos hablando de tonterías.
Por primera vez, salí del trabajo antes de las ocho y me fui a casa para cambiarme. Había pensando en mentirle a Niall, pero al final opté por contarle la verdad.
—Voy a ver a Liam.
—¿Vas a cenar con él?
—Hemos quedado en su apartamento —respondí sin concretar—. He anotado la dirección en la cocina.
—¿Te quedarás a dormir? —me preguntó el enarcando una ceja.
—No, pero quizá vuelva tarde.
—Vaya, vaya, Zy. ¿Estás seguro de que es lo que quieres hacer?
—Lo estoy.
—Está bien, pero ten cuidado. A pesar de lo que digas, tienes demasiado corazón como para poder mantenerlo a distancia. Y Liam Payne quizá no sea el hombre adecuado como para que vuelvas a arriesgarlo.
—Ha sido sincero conmigo, que es mucho más de lo que puede decirse de Paul. Sólo iré a su apartamento un rato. Y te prometo que no me enamoraré de él.
Con su expresión, Niall dejó claro que se lo creía tan poco como yo.
Me puse de ropa interior un pequeño bóxer blanco muy delicado y que Paul no había visto nunca. En realidad, al ponérmelo pensé que nunca me había preocupado qué ropa interior iba a ver él o no. En cambio, con Liam, me pasé más de veinte minutos con el cajón de la lencería abierto, intentando decidir cuál le gustaría más.
Elegí ese blanco por su tacto, era muy suave y, al no tener ningún relleno, si él no me desnudaba sentiría sus dedos a través de la ropa. Además era muy delicado. A Liam parecía gustarle que yo no tuviese demasiada experiencia, y ese detalle jamás se lo habría comprado una femme fatale.
Luego elegí una camiseta ceñida a mi cuerpo y un pantalón que estilizaba mis piernas, puse  las medias y las botas. Me asicale poco y me eché unas gotas del último perfume que me había comprado. Cogí la cinta de seda negra y me la acerqué a la nariz. Olía como Liam. Sólo como Liam, y de repente se me encogió el estómago al preguntarme si habría utilizado esa misma cinta con sus otras parejas.
Yo nunca me había considerado celoso, pero sólo de pensar en él vendándole los ojos a otra me dieron arcadas y tuve ganas de arrancarle las entrañas a esa desconocida. Iba a tener que preguntárselo, aunque me doliese la respuesta, no iba a poder quitármelo de la cabeza.
Abrí la caja con la llave y tiré de la cinta de cuero. La cinta se rompió y la llave cayó al suelo y, al recogerla, la apreté en mi palma. Tuve la sensación de que me quemaba, una estupidez, por supuesto, pero así lo sentí. Guardé la llave en un compartimento del bolso y me quedé con la cinta de cuero. Podría haberla dejado encima de la cama, pero algo me impulsó a atármela alrededor de la muñeca. Era delgada y muy larga, me daba tres vueltas, y luego la até con un nudo que escondí debajo. El cuero era suave y en mi muñeca parecía una esclava romana.
En esta primera cita el chófer de Liam no fue a buscarme, por lo que llamé un taxi y bajé a esperarlo. Habría podido ir a pie, pero estaba tan nervioso que tenía miedo de caerme con los zapatos. El apartamento de Liambestaba, evidentemente, en uno de los barrios más caros de Londres y en cuanto el taxi se detuvo ante la puerta, salió un portero uniformado a recibirme.
—¿Es usted el joven Malik?—me preguntó y, tras verme asentir, continuó—: El señor Payne lo está esperando. Coja el ascensor y suba al ático, yo me ocuparé del taxista.
Iba a decirle a aquel buen hombre que yo podía pagar perfectamente mi propio taxi, pero el modo en que me miró me dijo que si insistía iba a ponerlo en un aprieto con el señor Payne.
—Gracias.
—De nada, señor. Es un placer.
Entré en el ascensor y le di al botón del ático. Tenía la llave en la palma de la mano y no podía dejar de pensar en si todas las parejas con las que Daniel había estado se habían sentido igual. Sencillamente no podía.
La campanilla del ascensor me indicó que habíamos llegado a nuestro destino y salí al rellano. Debería irme. Todavía estaba a tiempo, si con sólo unos días me sentía tan posesivo con Liam, ¿qué no llegaría a sentir? Y él me dejaría, eso había quedado claro. Quizá lo mejor sería…
—Estás aquí —dijo desde la puerta, como si no pudiese creérselo—. Me había parecido oír el ascensor, pero no sabía si eran imaginaciones mías.
—Estaba pensando en irme —confesé a media voz.
Liam retrocedió como si lo hubiese golpeado, pero en seguida lo disimuló.
—Ya te dije que podías irte en cualquier momento, lo único que tienes que hacer es decir no.
—¿Tan fácil te resultará mantener las distancias?
—¿Fácil? No, en absoluto. Pero no es no. Y haré lo que sea necesario para respetar tu decisión —aseguró, mirándome a los ojos con la fiera determinación de antes.
—¿Puedo preguntarte una cosa antes de entrar?
—Creía que habías dicho que me harías una pregunta después de pasar siete noches juntos.
—Ésta es distinta. Además, todavía no me has dicho si aceptas responderme.
—Acepto. Después de siete noches juntos, contestaré cualquier pregunta que me hagas —me prometió—. Y sí, puedes preguntarme lo que quieras antes de entrar, siempre que termines entrando —añadió con una sonrisa, probablemente menos segura de lo que a él le habría gustado.
—Todavía no lo sé.
—Haz tu pregunta, Zayn—dijo con voz más ronca que antes y con la mirada fija en mi boca—. Antes de que decida que no te dejo hacérmela y te meta en el piso.
—La venda de seda negra y la llave —la levanté para enseñársela y él se fijó en mi muñeca y no apartó los ojos de la cinta de cuero—, ¿a cuántas personas se las has dado?
—A ninguna —aseguró, tragando saliva.
—¿A ninguna? Dijiste que habías estado con…
—Siete parejas. Ninguna como tú. Eso también te lo dije.
Se me acercó sin decir más. Sin darme otra explicación y sin añadir nada que corroborase que yo era especial. Pero le creí. Se detuvo ante mí y me cogió la muñeca en la que llevaba la cinta de cuero.
—Es la cinta de la llave. ¿Por qué te las puesto aquí?
—No lo sé —respondí.
No quería decirle que me la había puesto porque quería tener algo de él cerca de mí.
—No te la quites. Mientras estemos juntos, no te la quites. —No me soltó la muñeca, sino que me la apretó con más fuerza.
—De acuerdo —le aseguré.
Lo tenía tan cerca que podía oler su perfume a madera y me sentía el corazón en la garganta.
—¿Vas a entrar?
—Voy a entrar.
Liam cerró los ojos un segundo y me dio un beso en la muñeca, justo encima de la cinta de cuero.
—Gracias.

Noventa días « Ziam »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora