ventisiete i;

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Prepárate, es lo único que diré. Puedes dejar por favor tu voto y tu comentario, os quiero.

Dividido en dos partes porque está fuerte la trama...


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Liam llamó tres días más tarde y me dijo que quería verme y que me había echado de menos y esas dos frases hicieron que me diese un vuelco el corazón.
La despedida en Italia había sido muy fría y tenía miedo de haber cometido el mayor error de mi vida y de que él hubiese decidido no volver a verme nunca más.
Aquella mañana, lo organizó todo para que el mismo avión que nos había llevado a Italia me llevase de regreso a Londres. Me acompañó al aeropuerto y no se fue hasta que estuve sentado en el avión y lista para despegar, pero en ningún momento intentó convencerme de que me quedase. Ni siquiera me dio un beso antes de irse. Yo me dije que Liam sencillamente estaba respetando mis deseos y que no tenía derecho a enfadarme con él.
En realidad, no tenía derecho a enfadarme por nada; él me había advertido una y otra vez acerca de sí mismo y me había dado la oportunidad de irme en cualquier momento. Lo único que tendría que haber hecho yo era decir que no.
Me pasé el vuelo de regreso mirándome las marcas de las muñecas, apenas perceptibles ya a esas horas. Las cintas con las que Liam me había atado a la cama eran de seda, así que apenas me habían rozado la piel ni dejado ningún corte, pero yo podía sentirlas con absoluta claridad. Y, si era sincero conmigo mismo, tenía que reconocer que me excitaba al recordarlo. Bastaba con que me imaginase atado a aquella cama con los ojos vendados, para que se me pusiese la piel de gallina y sintiese la necesidad de humedecerme los labios.
¿Por qué?
Desde pequeño soñaba con encontrar al amor de mi vida; un hombre que se enamoraría perdidamente de mí y me trataría como un rey. Nos casaríamos y tendríamos un niño y una niña. Y viviríamos felices para siempre. Como en un cuento de hadas. Pero en los cuentos, el príncipe no ata a la princesa y la lleva al orgasmo dándole órdenes.
Liam no encajaba ni remotamente en el papel de príncipe, quizá en el de dragón, pero nunca en el de príncipe. Y a mí me estaba costando asumir que mi cuento de hadas no iba a hacerse realidad.
Lo que me había hecho me había gustado, me había gustado mucho. ¿Lo bastante como para seguir haciéndolo toda la vida? Sí, sin duda. ¿Podía pasarme toda la vida poniéndome en manos de Liam? Sí, pero después de dejarlo plantado de esa manera, él probablemente no me quisiera.
Liam me había enseñado lo que de verdad necesitaba, había empezado a contarme lo de sus padres y me había dicho que algún día me hablaría de su tío y de lo que le había sucedido mientras vivía con él. Y yo lo había dejado en la estacada porque había visto unas marcas en mi cuerpo que no encajaban con un estúpido cuento infantil. Unas marcas que él me había hecho mientras me hacía el amor y yo sentía un placer inimaginable.
Comprendí la magnitud de lo que había hecho justo cuando el avión aterrizaba en Londres y no tuve más remedio que reprimir las lágrimas. Fui lo bastante fuerte como para mantener la compostura frente a Frederick, chófer de Liam, aunque derramé una lágrima cuando el hombre me pasó un vaso de té recién hecho tal como a mí me gustaba y me dijo que era de parte del señor Payne.
Incluso estando dolido y enfadado conmigo, Liam quería cuidarme.
Cogí el móvil para llamarlo, pero me dije que no podía hacerlo. Le había dicho que necesitaba estar solo para pensar y si ahora lo llamaba, él jamás me respetaría. Opté por mandarle un mensaje:

«He llegado a Londres. Frederick ha venido a buscarme. Muchas gracias por el té. Tuyo, Z.»

Dejé la mirada fija en la pantalla, convencido de que él no tardaría en contestar, pero pasaron los minutos y no llegó ningún mensaje. Quizá no había visto el mío, o quizá no le había importado. O quizá... Vibró el móvil.

«De nada».

Llegamos al piso y Frederick insistió en acompañarme arriba. Le di las gracias y acepté, porque sabía que sería inútil discutir con él, el hombre era tan terco como su jefe. Se despidió de mí y entré y entonces las lágrimas rodaron por mis mejillas sin ningún pudor.
Me senté en el sofá y lloré desconsolado, echando de menos a Liam y furioso conmigo mismo por tener tanto miedo a la pasión que él me había hecho sentir. Sí, Liam no encajaba en el molde del hombre ideal que yo me había imaginado desde pequeño, pero ese hombre era el sueño de un niño y yo ahora era un hombre.
Me sequé las lágrimas y fui a mi dormitorio para desnudarme y ducharme, pero antes guardé en el armario todas las prendas que Liam me había comprado para aquella escapada. Volví a comprobar lo mucho que se preocupaba por mí. Más sereno que cuando había llegado, me duché y me vestí con ropa cómoda para quedarme en casa.
Le mandé un mensaje a Niall para decirle que había vuelto a Londres y el me contestó de inmediato preguntándome por qué. No quería decirle a mi mejor amigo que me había comportado como un niño pequeño y que quizá había perdido al hombre de mi vida, así que contesté que había surgido algo en el trabajo y que Liam y yo habíamos cambiado de planes.
Niall me llamó de inmediato.
-¿Estás bien?
-Por supuesto, ya te he dicho que no pasa nada. Liam volverá dentro de un par de días -le comuniqué.
-¿Y tú no podías quedarte con él?
-No, lo veré cuando vuelva -afirmé, rezando para que así fuese.
-Yo no estoy en casa -dijo Niall tras unos segundos en los que seguro que intentó discernir si le estaba ocultando algo.
-Ya lo veo -bromeé, en un intento de aligerar el tono de la conversación.
-Como se suponía que ibas a estar unos días fuera, decidí aprovechar e ir a visitar a mis tías.
-¿Estás en Italia?
No me lo podía creer.
-Sí, ha sido un viaje algo improvisado. Tengo muchos días de vacaciones acumulados y pensé que me iría bien ver a mis tías, pero si me necesitas puedo volver mañana.
-No, no hace falta. Disfruta de tus vacaciones. ¿Cuándo volverás?
Oí unas voces de fondo y una era claramente masculina.
-El próximo sábado. -Hizo una pausa-. ¿Seguro que estás bien?
-Perfectamente. Dale recuerdos a tus tías de mi parte y pásalo muy bien.
-Gracias, Zayn, lo intentaré y tú procura no pensar demasiado, ¿vale? Y llámame si te sucede algo o si sencillamente quieres hablar un rato.
-Claro, no te preocupes.
-Hasta luego.
Sin Niall en el piso me quedé sólo con mis dudas y mis recuerdos de las noches que había pasado con Liam. Y cuando tres días más tarde él me llamó para decirme que volvía a casa y que quería verme, noté que por fin volvía a encajar dentro de mi piel.
Me puse una de las camisas que él me había comprado y fui a su apartamento media hora antes de la que me había dicho. Quería darle una sorpresa, pero me la dio Liam a mí, porque, cuando llegué, el portero de su edificio me anunció que el señor Payne me estaba esperando.
Entré en el ascensor y el trayecto se me hizo eterno. Ya podía sentir sus labios en mi piel, sus manos recorriéndome todo el cuerpo, su voz susurrándome al oído. ¿Me besaría en cuanto me viese?
Yo no podría contenerme.
El ascensor se detuvo y casi abrí yo mismo las puertas de acero de lo impaciente que estaba. Llevaba la llave en la mano, pero temblaba tanto que no conseguía acertar en la cerradura. De repente, Liam abrió la puerta y los dos nos quedamos mirándonos.
Él no se había afeitado y, a juzgar por el agua que le resbalaba por el cuello y por el pelo mojado, acababa de ducharse. Llevaba los vaqueros sin abrochar y una camiseta blanca también mojada parcialmente.
-Hola -farfullé al comprender que lo había sacado de la ducha.
-Hola -me respondió él y vi que apretaba la hoja de la puerta-, me ha parecido oírte.
Volvimos a mirarnos y Liam reaccionó por los dos. Me cogió de la mano y tiró de mí hasta meterme dentro del lujoso apartamento. Cerró la puerta con la otra mano y me besó. Me bastó con sentir su lengua dentro de mi boca y con oler de nuevo su piel para que mi corazón volviese a latir como debía.

Noventa días « Ziam »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora