venticinco;

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Después de esa noche, después de las horas que me pasé llorando ya en casa, llegué a la conclusión de que, efectivamente, era incapaz de separar el sexo del amor y me había enamorado de Liam como un idiota.
Y lo peor de todo era que mis entrañas me decían que él sentía lo mismo por mí y que, sin embargo, no iba a ceder. Liamno iba a dejarme entrar en su pasado. Probablemente, muchas personas me dirían que me conformase con lo que me había dado, pero yo, aunque había intentado engañarme a mí mismo al respecto, no iba a poder soportarlo.
Sí, el sexo era maravilloso, increíble, probablemente jamás volvería a encontrar un amante como él, pero si tenía que irme de su piso más veces como esa noche, como si fuese un ligue, o algo mucho peor, mi dignidad y mi orgullo no iban a poder soportarlo. Y tarde o temprano se lo haría pagar a él.
Sorbí por la nariz y me sequé las lágrimas. En eso Liam había tenido razón. Lo nuestro, fuera lo que fuese, iba a terminar.
Ahora sólo tenía que superarlo y decidir si, a pesar de todo, de mi corazón roto y de mi orgullo herido, podía quedarme a trabajar en Porter & Payne.
Y la respuesta, lamentablemente, era no.
No iba a volver a Bradford. eso seguro. Me quedaría en Londres y buscaría otro empleo, quizá Patricia pudiese recomendarme a alguien.
Estaba agotado, física y emocionalmente, y pronto volvería a llorar o atacaría la nevera y me comería un galón de helado entero yo sola. Para evitarlo, me eché agua en la cara, me lavé los dientes y me metí en la cama. Si tenía suerte, soñaría con Liam.
Cuando me desperté la mañana siguiente, seguía decidido a decirle a Liam que no podía seguir así. No podía seguir viéndolo sabiendo que la único de los dos que arriesgaba su corazón era yo. Sí, tenía que decírselo, pero una parte de mí se empeñaba en discutírmelo. Era la misma parte que sabía que él no haría nada para impedírmelo y probablemente eso era lo que más me dolía.
El bufete no era lugar para tener aquella conversación, sin embargo, era el lugar idóneo para hablar con Patricia y empezar a cambiar mi vida. Otra vez.
Saludé a Suzzie al entrar y le pregunté si la señora Porter ya había llegado. Al decirme ella que sí, me dirigí al despacho antes de que me fallasen las fuerzas.
-Adelante -oí que decía Patricia desde dentro, tras golpear la puerta con los nudillos.
-Buenos días, Patricia.
-Buenos días, Zayn, pasa.
-Necesito hablar contigo -dije sin más preámbulos.
-¿Sucede algo?
Me señaló una de las sillas que había delante de su mesa y me invitó a sentarme.
Así lo hice y me cogí las manos para que ella no viese que me temblaban.
-Te estoy muy agradecido por haberme dado la oportunidad de trabajar aquí. He aprendido mucho, pero...
-Un momento -levantó la mano para indicarme que me detuviese-, ¿te quieres ir?
-Creo que es mejor que busque trabajo en otro bufete. Si pudieras escribirme una recomendación, te lo agradecería.
Ella se quedó unos segundos en silencio y me miró.
-¿Es por Liam? -preguntó, con una mirada extraña, entre furiosa y ofendida.
Me sonrojé y deseé que la Tierra se me tragase. Estaba convencido de que nadie lo sabía.
-No creo que lo sepa nadie más -dijo Patricia como si me hubiese leído el pensamiento; su rostro carecía de toda expresión-, pero hace muchos años que conozco a Liam y nunca lo había visto así. Llevo semanas sospechándolo y ahora mismo tú acabas de confirmármelo.
-Yo no he dicho nada.
-No hace falta. Mira, si estoy equivocada y entre él y tú no hay nada, no tienes ningún motivo para abandonar un trabajo que es más que evidente que te gusta. Y si no lo estoy -añadió, antes de que yo pudiese decir nada- tampoco. Piénsalo bien, Zayn.
Iba a decirle que se equivocaba, que sí tenía motivos para marcharme de Porter & Payne , pero de repente comprendí que Patricia tenía razón. En realidad no tenía ningún motivo.
Lo único que me había llevado a aquel despacho había sido el miedo a sufrir, el miedo a que Liam me hiciese daño y no poder soportarlo. Y ahí era donde me equivocaba; sí podía soportarlo. Por supuesto que podía, pensé convencido. Y esa convicción salió de lo más profundo de mi ser, de una parte que, irónicamente, había descubierto gracias a Liam Payne. Yo era una persona fuerte y podía superar cualquier cosa.
-Tienes razón -balbuceé, todavía algo incrédulo.
-Por supuesto que la tengo -afirmó ella con una sonrisa enigmática-. Y ahora sal de aquí y ponte a trabajar. Diana no vuelve hasta dentro de unos días.
-Claro. -Me puse en pie y la miré-. Gracias, Patricia.
Ella asintió y yo me di media vuelta para irme. Estaba frente a la puerta cuando sus palabras me detuvieron:
-¿Zayn? Ten cuidado con Liam.
Salí de allí antes de preguntarle si la advertencia iba dirigida a mí o a él, porque sentí unos celos horribles al intuir que Patricia sabía algo de Liam que yo desconocía.
Había impedido que abandonase el bufete, pero ¿por qué? ¿Porque era hijo de su mejor amiga de la infancia? Su razonamiento había sido perfectamente lógico, pero yo seguía teniendo el presentimiento de que algo no encajaba.
Probablemente fuesen imaginaciones mías, concluí al final, y opté por centrar todos mis esfuerzos en el trabajo.
No vi a Liam en todo el día y me fui a casa convencido de que iba a tener un respiro y decidido a aprovecharlo para pensar, pero a las diez de la noche descubrí que estaba equivocado.
-¿Quién diablos puede ser a estas horas? -pregunté en voz alta al oír el timbre.
Niall no estaba, había salido con unos compañeros del trabajo... pero el, lógicamente, tenía llaves de su casa.
-Soy yo, abre.
Le di al botón sin pensar. Tardé unos segundos en comprender que Liam era un engreído y un maleducado por hablarme así. Y eso era exactamente lo que le habría dicho al verlo, de no ser porque, cuando le abrí, vi algo en sus ojos que me detuvo.
-¿Por qué le has dicho a Patricia que querías irte de Porter & Payne? -me preguntó furioso en la puerta del piso. Era la primera vez que Liam estaba allí y no parecía encajar-. Y sin hablar conmigo antes.
Bueno, al menos esa frase me recordó lo que había decidido la noche anterior.
-¿Por qué tendría que hablarlo contigo?
Me aparté de la puerta para que entrase, pero me crucé de brazos y no me acerqué a darle ningún beso.
-Zayn -me advirtió él.
-Zayn, ¿qué? Las normas de esto -nos señalé a los dos- están muy claras. Tú mismo las fijaste y creo que hablar contigo de mi futuro profesional no estaba incluido en ninguna de ellas.
-No seas sarcástico.
-Y tú no te hagas el ofendido y el tonto, Liam, no te pega.
-¿Qué diablos te pasa? Ayer...
-Sí, ayer fui a tu fantástico apartamento y dejé que me follases, pero hoy no tengo ganas.
-No hables así.
Tenía los ojos tan negros que pensé que se le fundirían de un momento a otro.
-¿Por qué no? Tú hablas así, ésos son los términos que utilizas para referirte a lo nuestro. -Ahora que había empezado, no podía parar-. Tú nunca me cuentas nada. Nada. Si quiero hacerte una pregunta, tengo que esperar siete noches. -Levanté una mano para detenerlo-. Sí, sé que accedí a esas condiciones, Liam, pero -me falló el valor y se me llenaron los ojos de lágrimas-... pero -conseguí decir tras tragar saliva- tenías razón. Yo no soy así, no estoy hecho para estas cosas. Necesito algo más. No te pido que me propongas matrimonio, ni que renuncies a tus preferencias sexuales, pero necesito saber algo de ti. Algo que me permita creer que soy algo más que un amante dispuesto a seguirte juego.
-Lo eres -afirmó rotundo-. Mucho más.
-¿Y cómo lo sé, Liam?
Se quedó mirándome en silencio y lo vi tan confuso que por un segundo estuve tentada de decirle que no pasaba nada, que podíamos seguir como hasta entonces, pero me contuve. Tenía que ser fuerte. Si quería tener la más mínima posibilidad de sobrevivir, tenía que ser fuerte.
-Vete, Liam. Tú mismo dijiste que tarde o temprano lo nuestro terminaría.
Él no se movió.
Me acerqué a la puerta y la abrí de nuevo.
-Mi hermana no murió en el accidente de coche. Se suicidó. Ella... -apretó la mandíbula y apartó la mirada un segundo-... tenía dieciséis años cuando lo hizo. Yo tenía doce.
-¡Dios mío! -Me llevé una mano al corazón.
-Yo la encontré. -Volvió a apartar la vista un momento y vi que abría y cerraba los puños-. No me obligues a contarte nada más. -Esperó un segundo antes de mirarme a los ojos-. Por favor.
Corrí a su lado y lo abracé.
-No, tranquilo.
Noté que temblaba, pero no como cuando hacíamos el amor, era un temblor distinto, uno que parecía salir de dentro de su alma. Se me desgarró el corazón y decidí que no pararía hasta descubrir cómo compensarlo por todo el daño que había sufrido. Él también me abrazó y, a medida que iban pasando los minutos, noté que iba relajándose y convirtiéndose en el Liam de siempre.
-Cuando Patricia me ha dicho que te habías planteado irte del bufete, me he puesto furioso -empezó a decir con su tono habitual-, pero cuando he podido pensar con claridad, me he preguntado cuál era el verdadero motivo de mi enfado.
-¿Y cuál es?
-Yo también necesito algo más, Zayn. -Se apartó un poco y me miró a los ojos-. No sé exactamente qué, ni cuánto, ni cómo. Ni si seré capaz. Pero sé que necesito averiguarlo. Contigo.
-De acuerdo.
-Le he dicho a Patricia que nos íbamos un par de días de vacaciones.
-¿Y adónde vamos?
Podría decirle que no tenía derecho a organizarme la vida, ésa sería probablemente la respuesta más profesional y más propia de un hombre independiente, pero en aquel instante no quería ser uno de esos hombres. Quería ser el hombre de Liam.
-A Italia, a un pueblo de la Toscana. Tengo una casa allí, cerca de unos viñedos con la puesta de sol más bonita del mundo. La compré hace años y tú el otro día me dijiste que uno de los mejores recuerdos que tenías era de un par de veranos que pasaste en Italia con tu familia. Ya sé que no es verano, pero quiero llevarte allí.
-Liam. -Me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla-. Gracias.
-Prepara una bolsa, nada complicado. El avión nos está esperando en el aeropuerto.
-¿Y si te hubiese dicho que no? -le pregunté, disfrutando de aquellos instantes tan íntimos y relajados entre los dos.
-Habría insistido hasta que me dijeses que sí.
Liam condujo hasta una de las pistas privadas del aeropuerto, donde nos estaba esperando un jet para llevarnos a Italia. Aterrizamos al cabo de un par de horas y él se despidió del piloto mientras yo cogía la bolsa con nuestra ropa. Bajamos y me llevó hasta un todoterreno, oscuro igual que todos sus coches, y me abrió la puerta. Volvió a besarme al ponerme el cinturón.
-Espero que sólo me ayudes a mí a abrochármelo -le dije cuando se apartó.
Liam me sonrió.
-También se lo pongo a mi abuela, pero a ella la beso de otro modo.
-¿Tu abuela sigue viva? -le pregunté sorprendida. No tenía ni idea.
-Sí, vive en Edimburgo.
-Quizá algún día... -empecé, pero en seguida me mordí la lengua.
-Me encantaría que la conocieras -admitió él, entrelazando los dedos de una mano con los míos.
¡Oh, Dios!
-Tengo que llamar a Niall para decirle dónde estoy -dije de repente, al ver el mar Mediterráneo a mi derecha bañando por la luna.
-Niall está al corriente de todo. Al salir del bufete me he encontrado con Shawn y se lo he contado. Me tienes tan confuso que al parecer ahora cometo estupideces como ésa.
-Me alegro de que volváis a ser amigos.
-Shawn me ha dicho que había quedado con Niall, así que deduzco que se lo ha contado. Me ha parecido muy interesado en tu compañero de piso.
-Sí, creo que el le causó una fuerte impresión.
-Shawn es un gran tipo, tendrías que haberte fijado en él.
-Ya me he fijado en un gran tipo -repuse-. Además, Shawn es demasiado rubio.
Liam soltó una de sus pocas carcajadas, que me hacían sentir un cosquilleo en el estómago. Nos quedamos un rato en silencio, él tenía la mirada fija en la carretera y yo en las estrellas.
-Gracias por contarme lo de tu hermana, ha significado mucho para mí -le confesé, porque ya no podía seguir reprimiéndolo.
-Creía que te perdía.
-No vas a perderme.
-Eso sí que no puedes prometérmelo. Tú sigues creyendo que soy el personaje de una novela, pero no es así.
-Pase lo que pase, no importa lo que me cuentes acerca de ti o de tu pasado, no me perderás. Tienes que creerme, Liam.
-Estamos a punto de llegar. Mira.
Giramos por una carretera secundaria y tras unas rocas apareció la playa. Era una cala pedregosa en la que se escondía una única casa. Liam condujo hasta la verja de hierro y la abrió con un mando a distancia que había en la guantera del todoterreno. Aparcó en el interior de un jardín y luego bajó para abrirme la puerta y ocuparse de las bolsas.
-Quédate aquí -me dijo.
Vi que se acercaba a la casa, entraba y segundos más tarde se encendieron las luces de varias ventanas. Estaba cansado, la boda, la emoción de ver a Liam, el vuelo hasta Italia, pero en cuanto lo vi salir de la casa sonriéndome y pasándose nervioso las manos por el pelo, pensé que podía seguir despierto tanto como fuese necesario.
-Probablemente creerás que soy un bastardo, pero llevo días deseando hacer esto y no puedo contenerme más.
Fue lo que me dijo antes de empujarme contra el coche y besarme con todas sus fuerzas. Se pegó a mí y noté que le temblaban las manos y que estaba muy excitado. Casi tanto como yo. Levanté las manos para tocarlo, pero Liambme las cogió y las pegó al coche. Me besó y con la lengua imitó los movimientos que ambos queríamos hacer con otras partes del cuerpo. Gemí. Se me aceleró el corazón y se me derritieron las rodillas. Y pensé que moriría allí mismo si no me hacía el amor. Me cogió en brazos y me susurró:
-Sujétate a mí, cariño.
Subió los escalones de dos en dos y me llevó hasta una habitación con una cama con dosel y con preciosas vistas al mar y a la luna. Me dejó de pie frente a ella y se apartó. Lo vi acercarse a su bolsa y luego volvió a mí con la cinta negra de seda entre las manos y algo más, una especie de pequeño saco negro de raso, que dejó junto a la cama.
-¿De verdad quieres saberlo todo de mi? -me preguntó, mirándome a los ojos.
-Sí.
Respiró hondo antes de volver a hablar.
-Necesito hacer esto, Zayn. Por primera vez en mi vida quiero compartirlo todo con otra persona. Contigo. Quiero ser yo. Sin disfraces, sin mentiras, sin secretos. No sé si seré capaz de lograrlo, pero quiero intentarlo. Estoy dispuesto a todo con tal de no perderte.
-No me perderás -le repetí.
-No me prometas nada todavía.
-Está bien -accedí.
-Cierra los ojos y deja que te los vende. Te enseñaré qué es lo que quiero, lo que necesito, del único modo que soy capaz.
Los cerré.

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Oh, Liam tiene tantas facetas que me resulta emocionante saber de ellas, perp hace sufrir a mí Zayn en el proceso. ¿Qué tal les va pareciendo esto?

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Noventa días « Ziam »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora