dieciséis ii;

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El despacho de Liam estaba al final del pasillo. Tenía una de las mejores vistas del edificio y las paredes de cristal, aunque a medida que fui acercándome comprobé que había echado las cortinas para que nadie pudiese ver el interior. Patricia no lo hacía nunca, creía firmemente que todos los empleados debían poder verla a todas horas, pero Liam sí lo hacía en ocasiones. Y por lo que había oído decir, eso nunca auguraba nada bueno.

Llamé a la puerta y esperé.
-Adelante.
-¿Quería verme, señor Payne?

Se abalanzó sobre mí y me pegó a la puerta. Si no hubiese tenido tantas ganas de besarlo como tenía, quizá habría gritado y lo habría insultado, pero estaba tan furioso con él y le había echado tanto de menos que dejé que me besase con toda la rabia que evidentemente sentía.
Levanté las manos para tocarle la cara, pero Liam sólo me lo permitió un segundo y, cogiéndomelas por las muñecas, me las apartó. Me las sujetó sólo con una mano mientras con la otra me acariciaba el pelo y tiraba del recogido que llevaba.
-No me vengas con «señor Payne» -me dijo, al interrumpir el beso-. Has ido a comer con Shawn Mendes llevando esto en la muñeca. -Apretó la cinta de cuero que yo seguía llevando-. Has ido a comer con Shawn a pesar de que sabías que a mí no me gustaría.

Estaba furioso. Liam me estaba mirando a los ojos como si de verdad le hubiese dolido que hubiese ido a comer con Shawn, pero él ni siquiera se había disculpado por no haberme llamado en tres días.

-¿Y cómo se supone que iba a saberlo yo? ¿Por todas las veces que me has llamado preguntando por mí, diciéndome lo mucho que me echabas de menos? -le espeté.
-Te he echado de menos. Igual que tú a mí.
Aunque no sé cómo fui capaz, pero conseguí enarcar una ceja.
-Cierra los ojos -me dijo, sin ocultar lo excitado que estaba.

Podía notar su respiración entrecortada, su erección presionándome la parte baja de mí abdomen. El fuego que desprendía su mirada.
Quería hacerlo y al mismo tiempo quería resistirme y hacerle pagar por las lágrimas que había derramado por él.

-¿Dónde has estado? -opté por preguntarle, con los ojos bien abiertos.
Liam respiró hondo y tardó varios segundos en contestar. De hecho, pensé que no iba a hacerlo y que iba a soltarme.

-¿Es ésa la pregunta que quieres hacerme? ¿Una pregunta a cambio de entregarte a mí la otra noche?
-Tú sabes que esto no tiene nada que ver con aquello. Nada. Y si no, suéltame y deja que me vaya -lo reté, temeroso de que fuese a hacerme caso. Sabía que tenía que andarme con cuidado con Liam, ni él ni yo estábamos preparados para lo que sentíamos estando juntos-. Quiero saber dónde has estado porque lo que sucedió el otro día no me habría sucedido con ninguna otra persona. Y quiero que tú me lo cuentes porque quieres contármelo.
-No quiero contártelo. Dios, Zayn, hay una parte de mí que no quiero contarte jamás. -Me miró a los ojos y respiró hondo. Lo sentí temblar y a los dos nos costó contener las ganas de volver a besarnos-. He estado en Edimburgo, ocupándome de unos asuntos de mi tío. No te he llamado porque no quería mezclarte con eso. No podía. No puedo.
-Chist -lo tranquilicé igual que él había hecho conmigo el lunes por la noche-. No pasa nada. He ido a comer con Shawn porque somos amigos. Nada más. Él estaba en el centro y me ha invitado y yo he aceptado.
-No volverás a salir con él -aseveró Liam con su dominante voz.
-Sí volveré a salir con él, pero te lo diré antes y te pediré que me acompañes. Me ha dicho que erais amigos.
-No quiero seguir hablando de él -me espetó Daniel tras tragar saliva-. Cierra los ojos. No digas nada.
Los cerré.
-Llevo tres noches sin dormir soñando con tu olor, con tu sabor... -dijo, como si estuviese enfadado.
Metió sus manos por mis pantalones y luego sin preocuparse lo más mínimo por si la arrugaba tiro de ellos hacia abajo y apoyó una mejilla en uno de mis muslos. Yo temblaba, pero no tanto como él. Y como Liam no me había dicho que no me moviese y que no lo tocase, levanté una mano y le pasé los dedos por el pelo. El gesto lo hizo estremecer y lo que sucedió a continuación jamás lo habría imaginado.
Se puso en pie de repente y mientras con una mano me bajaba los bóxer, con la otra se desabrochaba los pantalones. No dejó de besarme ni un instante, unos besos cargados de deseo y de pasión y con los que sentí en lo más profundo de mi ser que pretendía dominarme. Me entregué a él sin ninguna restricción. Desnudos de cintura para abajo, Liam me besó contra la pared como si estuviésemos solos en el mundo, me hizo el amor con los labios y no se apartó hasta que los dos nos quedamos sin respiración. Me besó el mentón y la mandíbula, y luego me recorrió el cuello con la lengua.

-Rodéame el cuello con los brazos.
Lo hice y Liam me levantó del suelo y me penetró en un único movimiento.
Gemí al sentirlo desnudo en mi interior, pero no dije nada. No habría podido aunque él me hubiese dado permiso para hablar. Jamás había sabido que algo estaba tan destinado a existir como nosotros.
-No abras los ojos. No te muevas. No me toques.
Me apoyó contra la puerta, la única superficie que era de madera maciza y no de cristal, y se quedó completamente inmóvil. Le habría recorrido la espalda con mis manos. Le habría susurrado palabras de amor al oído. Le habría besado la mejilla. Pero no hice nada de eso porque era lo que él me había pedido.
Empezó a moverse despacio. Me mordió en la clavícula por encima de la ropa y supe que lo hacía para contener un gemido.
-Eres mío. Mío.

Podía sentir cómo seguía excitándose dentro de mí y tuve que morderme la lengua para no gritar del placer que sentía. Poco a poco, Liam fue moviendo las piernas con más y más fuerza y las manos que tenía apoyadas en la pared fueron deslizándose hacia abajo hasta que me acarició la cara. Yo no abrí los ojos, pero sé que en aquel preciso instante me miró, porque lo sentí eyacular dentro de mí con la misma intensidad que yo estaba sintiendo.
Me besó en los labios y no me soltó hasta que ambos terminamos con un orgasmo tan demoledor que sacudió los cimientos de mi mundo, porque en aquel instante supe que jamás me recuperaría de Liam Payne.
El mismo hombre que minutos atrás me había levantado en brazos y me había poseído como si su vida dependiese de ello, se arrodilló delante de mí y me limpió el interior de los muslos con un pañuelo.
Y a él también debió de sucederle algo similar, porque me dejó en el suelo y me subió los pantalones como si yo estuviese hecho de cristal y tuviese miedo de romperme.

Yo seguía quieto. En silencio.
-Abre los ojos -me pidió con voz ronca-. Siento no haberte llamado.
Sonreí.
Al menos era un principio.
-Está bien -concedí, consciente de que para él eso equivalía a un paso de gigante-. ¿Nos vemos más tarde? -me atreví a sugerir y Liam no tuvo tiempo de ocultar lo sorprendido y feliz que lo hizo mi pregunta.
-Claro. -Carraspeó-. Ven a mi apartamento a las nueve.
-Allí estaré.
-Trae la cinta de seda negra.
Mentiría si negase que no me dolió el comentario. Había creído que después de hacer el amor de aquel modo y sin condón en su despacho, a plena luz del día y con el resto de los abogados a menos de medio metro de distancia, las cosas habían cambiado algo entre nosotros. Pero me dije que tenía que darle tiempo y que el único modo de conseguir que Liam confiase en mí era siguiendo, por el momento, sus normas.
-Claro -imité su respuesta.
Él me sonrió. Por una sonrisa como aquélla podía seguir con los ojos vendados todo el tiempo que hiciese falta, o eso me dije mientras volvía a mi mesa.
Y me negué a pensar que Liam, aunque se había disculpado por no llamarme, no me había dejado mirarlo ni tocarlo mientras hacíamos el amor.

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Estuvo picante está parte, me encanta. Por favor deja tu voto y apoya así esta adaptación.

Noventa días « Ziam »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora