🌲 CAPÍTULO EXTRA 🌲

390 66 39
                                    

Las cosas se habían quedado en un bonito recuerdo después de las horribles cosas que esos chicos le habían dicho a Robbie, tanto Alex como Piper siguieron pensando una en la otra, aunque sin la más mínima intención de verse de forma intencional.
No es que Piper quisiera evitar a la madre de Robbie, pero tampoco estaba lista para saber cómo actuar frente a ella sin parecer una tonta como seguramente ella la vieja siempre.
Alex por su parte no paraba de recordar lo lindo que había sido que esa rubia defendiera a su hijo de la forma tan valiente en que lo había hecho, sin contar la mirada de comprensión y calidez que le había dedicado mientras le preguntaba cómo es que ella podía luchar con aquello, y también la forma tan atenta en que Piper la había escuchado decir cada una de sus palabras.
No dejaba de parecerle difícil hablar con ella, pero al menos ahora tenía una idea bastante diferente al respecto.

El destino es impredecible, algunas veces actúa de manera tan inesperada que ni siquiera nos parece real, pero para ellas la situación se tornó real e inevitable a penas volvieron a encontrarse como no habían hecho en las cosas cotidianas del pueblo jamás.
Piper buscaba un poco de pasta para cocinar su propia cena, puesto que no estaba aún convencida de volver a aceptar ir a la cabaña de Red a cenar de nuevo, tanto por la complicada discusión que la había hecho sentir tan incómoda, así como por la presencia de Diane, a quien no tenía ganas de volver a encontrarse, así que ahora trataba de parecer lo suficientemente ocupada  como para rechazar las invitaciones de la mujer pelirroja o su nieta Hayley quien siempre era amable con ella.
Y Alex estaba precisamente buscando un poco de salsa para preparar los ravioles con queso que su hijo adoraba, y de un instante a otro sus ojos se engancharon en ese juego de miradas que las hizo distraer hasta encontrarse de nuevo frente a frente, acercándose una a la otra sin siquiera notarlo.

— Hola, Alex... — saludó la rubia con una sonrisa radiante en los labios.

— Hola. — musitó a penas desviando su mirada hacia la etiqueta del frasco que sostenía en sus manos.

No estaba molesta de encontrarse a Piper, pero sentía como sus piernas temblaban y esa forma en que sus ojos añoraban clavarse en el hermoso azul de los de ella, le hacía enfadar a penas se daba cuenta de que estaba sucumbiendo ante tales  debilidades que hasta ahora solo tenía con Piper.

— ¿Vas a preparar pasta? Creo que coincidimos. — sacudió un paquete de spaghetti frente a la pelinegra.

— No. — la miró por un instante y luego se volteó con rapidez. — Haré los ravioles favoritos de Robbie.

— Con queso. — asintió la rubia sonriendo porque recordaba bien que el niño le había dicho aquello.

— Sí... — la miró con el ceño fruncido y la duda pintada en su rostro confundido.

— Él me lo dijo, — se encogió de hombros mirándola también — es de esas cosas que no pregunté pero Robbie pensó que yo debía saber.

— Sí que lo conoces. — Alex sonrió bajando la mirada con un poco de vergüenza.

Es cierto que Robbie solía ser exactamente así, tan impulsivo al compartir sus conocimientos o gustos como si a todas las personas a su alrededor les interesara saber todo eso, pero parecía que a la rubia no le molestaba saberlo, de hecho, cuando levantó un poco el rostro, sus ojos azules estaban enfocados en ella.
Con ternura Piper observó las mejillas sonrojadas de Alex al admitir lo abrumador que a veces era su hijo, pero a la rubia le resultaba bastante lindo verla así.

— Sí, desde el primer día que nos vimos sé cosas que él ha considerado yo debía saber. — sonrió.

— Lamento si mi hijo te ha estado molestando, quizás te está interrumpiendo tus investigaciones. — se acomodó las gafas con nerviosismo.

MORE BEAUTIFUL FOR HAVING BEEN BROKENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora