CAPÍTULO 4

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Una pelinegra desesperada caminaba de un lado a otro sobre la alfombra de la sala sin parar de consultar el reloj que llevaba en su delicada y pálida muñeca.
Estaba preocupada, molesta y desesperada sin dejar de temer por el bienestar de su hijo que había desaparecido durante toda la tarde sin que nadie pidiera permiso porque iban a llevarlo de pesca o al menos hubieran avisado que así sería.
Se sentía verdaderamente furiosa al respecto y aunque había estado tratando de calmarse, la desesperación la tenía presa mientras apretaba la mandíbula un paso tras otro.

— Escucha, Alex... — dijo Lorna intentando distraerse mientras jugaba con sus propias manos entrelazando los dedos con nerviosismo para no verla a los ojos — Trata de no preocuparte, al menos sabemos dónde y con quién está Robbie.

— Sus medicamentos están aquí, Nicky no contesta su celular, ¿Cómo mierda quieres que me calme?

— Sabes que ella es una vaquera, usa tanto su celular como un maldito asno. — rodó los ojos.

— ¡No la defiendas, Lorna!

— No la estoy defendiendo, solo estoy diciendo la verdad. — dijo asustada por lo alto del tono de voz de Alex. 

Y la pelinegra no pudo dejar de caminar de un lado a otro, escuchando sus pies resonar en el piso de madera mientras daba zancadas con enojo por la ausencia de su hijo.
Adoraba a Nicky, siempre la había considerado como su hermana, pero en ocasiones como esa la llevaba al límite casi deseando asesinarla por actuar de forma tan irresponsable.
No toleraba que nadie se metiera con lo que más amaba, y eso era Robbie.

Con suavidad Piper intentó despertar a Robbie, pero el niño se aferró con más fuerza a ella sin querer ponerse de pie, así que decidió bajar con él en brazos para llevarlo al interior de su casa.
Era una cabaña blanca en la que jamás había estado, sin duda era bonita y espaciosa, casi pareciendo completamente distinta a todas las demás aunque la estructura era prácticamente la misma de todas.

— Gracias por cargarme hasta adentro, Pipes. — dijo el pequeño besándole la mejilla mientras Nicky les abría la puerta de la cabaña para que entraran.

— No hay problema, amiguito. — titubeó la rubia sonrojada por aquel gesto de cariño.

Pero en un instante esa actitud despreocupada y de ensueño con la que habían puesto los pies en la casa se vio opacada por un humor bastante acelerado en el que las palabras fuertes y el tono de voz alto interrumpieron la dulce charla entre la rubia y el pequeño que se abrazó más fuerte a ella al escuchar los gritos de su mamá.

— ¡¿En qué rayos estabas pensando?! — gruñó encarando a Nicky — ¿Y tú quién demonios te crees que eres? — le dijo a Piper quitándole de inmediato la sonrisa del rostro al igual que a Robbie de sus brazos. — ¿Tienes un hijo? No, no lo creo, porque estoy segura de que si lo tuvieras no te habrías llevado al mío sin mi permiso.

Su rostro parecía más duro que el acero, con ese ceño fruncido y la voz saliendo de su boca como golpes directos a la cara de Piper que no pudo decir nada ante la rudeza de aquella mujer que como buena mamá osa estaba abogando por su hijo del que no había sabido nada la mayor parte del día, a pesar de que Lorna le había dicho que estaba de pesca con ellas.
Intentó abrir la boca para responder, pero simplemente las palabras salieron como balbuceos entrecortados que no significaban nada más que terror por la furia de esa mujer.
Vaya momento y situación para que la mujer misteriosa volviera a aparecer, pensó en sus adentros, quien iba a imaginarse que había estado pasando tiempo nada más y nada menos que con su hijo.

— No, mamá, ella solo... — Robbie intentó defender a la rubia pero Nicky lo interrumpió.

— Alex, cariño, solo cálmate, nosotras...

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