8. NAISSANCE

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NACIMIENTO

Estábamos a punto de cumplir con la primera semana de trabajo, era jueves y a pesar del mes otoñal, el día estaba lo suficientemente soleado, aunque la brisa era fresca

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Estábamos a punto de cumplir con la primera semana de trabajo, era jueves y a pesar del mes otoñal, el día estaba lo suficientemente soleado, aunque la brisa era fresca. Maxine miraba por la ventana maravillada del paisaje ante sus ojos, a pesar de tener el mismo panorama cada mañana antes de llegar al hospital.

—Hoy el día está exquisito, perfecto para disfrutarlo al aire libre —Dijo sonriendo.

—Es una lástima que tengamos que pasarlo en el hospital. Es triste que tengamos casi una semana en París y no hayamos visto más allá del Río Sena —Reí. La escuché suspirar, sabía que ella estaba pensando lo mismo.

—Lo sé, quisiera llevarte a la torre Eiffel, o a los campos Elíseos, son preciosos —Resopló—. Ya tendremos tiempo para disfrutar.

—Este fin de semana es libre —Le recordé sonriendo. Ya tenía planeado llevarla a andar por las calles de París y sorprenderla con sus pasatiempos al aire libre favoritos.

—¡Tienes razón! —Me miró emocionada, le devolví la mirada con una sonrisa por un segundo antes de regresarla al camino—. Tenemos una rendez-vous, este sábado, por todo París.

Reí ante su entusiasmo, verla feliz me hacía sentir completamente alegre también.

—¿Una qué? —Pregunté.

—Una cita, Harry. Te había explicado antes esa palabra.

Entre risas llegamos al amplio estacionamiento del hospital. Como de costumbre nos recibió el bello jardín verde de la entrada, pasamos el filtro sanitizante, nos colocamos nuestro respectivo uniforme y nos pusimos manos a la orden.

Está mañana debía encontrarme con Beck Giraud, un doctor excelente al que ya en días anteriores había conocido, su especialidad es la cardiología y hoy tendría la fortuna de compartir quirófano con él. Era una persona muy agradable y había congeniado a la perfección con él, me recordaba un poco a la personalidad de Caleb, con quien había hablado algunas tardes desde que nos mudamos a París. Fui directo al quirófano para encontrarme con el resto del equipo médico y rápidamente intervenimos al pequeño paciente.

Después de la cirugía, que había sido concluida con gran éxito, y las respectivas rondas del día con nuestros residentes, fui directo a la sala de descanso, estaba vacía, salvo por Maxine que se encontraba terminando su reporte del día mientras devoraba una galleta rellena de chocolate.

—¿Qué tal tu ronda? —Pregunté sentándome en la silla junto a ella.

—Estuvo tranquila, excepto por que casi cometo asesinato en contra de un residente —Me tendió el paquete de galletas—. No puedo creer que no sepan cargar a un bebé, casi pudo desnucarlo al pobre.

Reí, pocas veces se enojaba, pero era como conocer al diablo en persona una vez que lo hacía, me parecía lo más tierno y aterrador del mundo, y me preguntaba cómo una persona podía ser capaz de causar ambas emociones a la vez. Seguimos compartiendo las galletas hasta que una de las enfermeras del servicio entró con exaltación a la sala.

—Oh gracias a Dios que los encuentro. Disculpen por interrumpirlos —Dijo agitada—. El obstetra de turno se encuentra fuera de la ciudad y tenemos una paciente con labor de parto de emergencia.

Apenas escuchamos emergencia, ambos casi salimos disparados hasta allí.

—Prepare el quirófano, vamos enseguida —Pedí, a lo que la enfermera atendió con prisa.

Llegamos hasta la sala de emergencia e identificamos de inmediato a la paciente, Maxine me indicó con la mirada su entrepierna sangrante, el bebé debía salir a la brevedad o se corría el riesgo de perder ambas vidas, procedió a presentarnos.

—Soy la doctora Claire, él es el doctor Styles, debemos intervenirla de inmediato. ¿Cuantas semanas de gestación ha cumplido? —Dijo preparando todo para el traslado.

—Esta es apenas la 32. ¡Duele mucho! Es aún muy pequeño para nacer, no puede...—Gritó en un jadeo.

—¡Nos movemos! —Exclamé y todo el equipo médico se movió a nuestra par mientras tarareábamos de tranquilizar a la parturienta, subimos por el ascensor hasta el quirófano más cercano.

Las enfermeras preparaban a la paciente mientras Maxine y yo realizábamos nuestro lavado de manos. Entramos con premura a la zona de labor, detuvimos la hemorragia y realizamos la cesárea correspondiente, logramos salvar ambas vidas sin complicaciones, salvo una, la prematurez del recién nacido. Apenas había logrado cumplir los 8 meses de gestación, sus pulmones no habían logrado desarrollarse por completo, Maxine intervino de inmediato, logró mantener al neonato estable y pidió a las enfermeras que lo llevaran al cunero en su incubadora.

Cuando la madre se halló fuera de peligro y consciente en la sala de recuperación, nos acercamos a pedir sus datos para realizar el informe.

—Todo salió bien, tuvo un pequeño varón, sin embargo tendremos que mantenerlo en la incubadora por un tiempo —Expliqué—. Es un bebé prematuro, por lo que tiene que mantenerse en observación, la doctora Claire es quien ha estado al pendiente de su bebé, ha hecho un gran trabajo.

La débil madre sólo atinó a asentir después que Maxine tradujo mis palabras, nos agradeció con fervor.

—¿Podría decirme su nombre? —Preguntó amable.

—Sylvie Zach —Dijo la reciente madre con voz débil.

Por el rabillo del ojo pude notar cómo Maxine palideció de repente, por un instante. Recuperó su habla después de carraspear la garganta, unos minutos después terminó de llenar el reporte de la paciente asegurándole que todo estaría bien y que haríamos lo que estuviera en nuestras manos.

Partimos de la sala de recuperación hasta los vestidores, era pasada la medianoche, nuestra hora de salida se había prolongado por lo menos 4 horas. Fui el primero en estar listo para irme, por lo que esperé con paciencia fuera del vestidor de mujeres. Maxine salió con su rostro pálido y los ojos perdidos, mordía con nerviosismo sus uñas y temí que se encontrara a punto de sufrir una de sus crisis. Acorté de inmediato la distancia entre nosotros, la tomé de los hombros obligándola a fijar su vista en mi.

—¿Está todo bien, Maxie? —Pregunté con cautela. Ella sonrió.

—Solo estoy cansada. Anda, vamos a casa.

«A casa» esas palabras lograron distraerme lo suficiente como para acceder a su petición. Salimos juntos hasta el estacionamiento, me apresuré a abrir la puerta para ella, por lo que me agradeció con una media sonrisa.

El camino fue más silencioso de lo habitual, Maxine lucía un poco absorta en sus pensamientos. No me atrevía a interrumpir su conflicto interior, sin embargo podía hacer algo para hacerla sentir mejor, encendí el Bluetooth de mi celular y lo sintonicé con la radio, ya había aprendido a hacer eso gracias al sintonizador que le había obsequiado unas noches atrás, aquella en la que disfruté estrechándola en mis brazos. La vi relajarse y sonreí triunfante. Me miró por unos segundos con una sonrisa plasmada en su rostro, la cual lograba entibiar mi cuerpo entero.

—Gracias, Harry.

Fue lo ultimo que dijo antes de desviar su mirada, cerrar los ojos y mover ligeramente su cabeza al ritmo de la balada que salía por los parlantes del auto hasta llegar a casa, nuestra casa.

HAPPY PLACE | H.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora