22. DÉMON

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DEMONIO

Mi palma se estrelló con fuerza sobre el cristal de la máquina expendedora

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Mi palma se estrelló con fuerza sobre el cristal de la máquina expendedora. Solté un quejido de dolor al instante por el ardor que el golpe me causó. Mi humor no era el mejor esta mañana, y claramente no estaba dispuesto a lidiar con una maquina en este preciso momento.

—Uf, ¿Todo está bien, Harry? Estoy segura de que la máquina no tiene la culpa.

Escuché mencionar a una suave y cantarina voz a mis espaldas.

—Bueno, quizás si la tiene —Giré sobre mis talones hasta encarar a Zoé, con quien vagamente había cruzado palabras después de nuestro regreso a la ciudad—. Acaba de tragarse mis monedas sin darme lo que le he solicitado.

Zoé rió. —El truco está en dar un pequeño empujón justo aquí —Dijo tomando mis manos y colocándolas en la esquina superior del costado de la máquina. La miré con ojos dudosos, sonrió guiñando uno de sus ojos para incentivarme a continuar. Empujé levemente y sorpresivamente el paquete estancado cayó sobre la ranura de recolección.

—Y ahí está —Mencioné incrédulo.

—¡Te lo dije! —Sonrió—. Ahora voy tarde a cirugía con la doctora Couffan pero...quizás más tarde podrías contarme qué es lo que te mantiene tan enfadado.

Zoé era una chica agradable y jovial, con iniciativa y una chispa divertida en su manera de ser, me agradó pasar tiempo con ella en nuestra primera cita, y quizás podría ser momento de probar con una segunda, luego, a mi mente, llegaba la imagen de un ángel de ojos azules y cabellera rubia rojiza, la cual jamás me iba a amar, al menos no de la manera en que yo podría hacerlo. Mi mente daba vueltas, una Zoé sonriente de pie frente a mi me obligó colocar los pies sobre la Tierra, debía dejar de soñar, debía dejar de pensar en aquel ángel que quizás podría llegar a convertirse en mi demonio, en mi perdición.

—Nos vemos en la salida —Dije sin pensarlo mucho, su rostro se iluminó y su sonrisa se hizo más evidente. Se despidió con un ligero movimiento de mano y la vi partir, atravesando el pasillo.

Tomé de la ranura de la máquina expendedora el paquete de golosinas, emprendí camino hasta la sala de descanso y tomé asiento en una de las sillas del comedor. Solté un suspiro, me sentía enfadado, pero no podía enfadarme con Maxine, pensé entonces en lo que me tenia así: la noche anterior, después de la charla sobre su cena con Valérie, no me había atrevido a revelarle el secreto de los boletos, hasta esta mañana. Como era de esperarse, Maxine estalló en efusividad, alegría y agradecimiento por el esfuerzo que hice para conseguir esos boletos. Tendríamos que viajar a Londres por ese fin de semana, pero ella no quería estar lejos de Jason, y lo comprendía, era su fin de semana de cumpleaños, y por supuesto que entendía que quisiera tenerlo cerca, celebrar con él, pero de ninguna manera me parecía justo que ese chico tomara mi lugar.

Me entristecí con solo pensarlo. ¿Realmente Maxine prefería asistir al concierto con Jason y no conmigo? Al final de cuentas, fui yo quien consiguió esos boletos para ella, eran mi obsequio, pero creí que lo compartiría conmigo, tal como compartíamos todo desde aquella noche que nos conocimos; solté un bufido y una ligera risa. Los celos me estaban cegando, me di cuenta de lo egoísta que estaba siendo, solo quería verla feliz, y no valía la pena discutir por un estupido concierto, por supuesto que no.

Así pasó el día, hasta que finalmente llegó la hora de regresar a casa. Tomé mis cosas y me despedí de Maxine con un desganado movimiento de mano, su estupido novio vendría por ella para llevarla a comer. Atravesé el pasillo y la vi, la cabellera azabache de Zoé estaba de espaldas a mi, casi había olvidado que la vería al salir, me sentí mal porque no era la primera vez que pasaba, sin embargo, me acerqué lentamente y toqué su hombro, la sentí respingar, giró en mi dirección y se formó una sonrisa en su rostro al verme.

—Oh, eres tú —Rió—. Me he asustado un poco.

—Disculpa, no era mi intención hacerlo —Sonreí—. ¿Lista para partir?

—¡Por supuesto! No puedo esperar a estar fuera de aquí, la cirugía con la doctora Couffan me dejó exhausta.

—¿Prefieres que te deje en casa para descansar?

Zoé negó.

—Puedes llevarme a casa, pero no me vendría mal un poco de compañía.

Me costó un par de segundos comprender el mensaje, atónito accedí a su petición, nada podía salir mal, y estar solo en el apartamento que compartía con Maxine no me parecía lo mejor en este día. Le tendí el paso y la escolté hasta mi auto, después de una breve parada en un restaurante de paso y unas cuantas indicaciones de parte de Zoé, llegamos hasta su hogar.

—Ponte cómodo —Sonrió después de cerrar la puerta principal—. Tengo algo por aquí que quizás podría ayudarnos a deshacernos del estrés laboral.

—Oh, espero que sea bueno, me vendría bien.

Zoé rió mientras la observé buscar en una de las gavetas de la cocina. Una botella de vino, según lo que alcancé a visualizar. Tomó dos copas y las colocó frente a mi en la mesa de centro. Vertió un poco de líquido en ambas copas, tomó asiento a mi lado y la degustación de alimentos comenzó.

—¿Y bien? —Mencionó llamando mi atención después de un par de minutos en silencio—. ¿Me dirás qué es lo que te tenía tan molesto esta mañana?

Bufé restándole importancia al tema, realmente no me sentía cómodo compartiendo los asuntos que involucraban a Maxine con nadie más.

—No fue nada, en realidad. Es solo una pequeña inconformidad con un colega.

—Te refieres a la doctora Claire, ¿no?

—¿Qué? ¡No! —Reí intentando disipar los nervios—. Para nada.

—Oh vamos, Harry. Me he dado cuenta de la gran admiración que tienes hacia ella, la manera en la que te brillan los ojos en cuanto hablas de ella, o tu atenta mirada al escucharla hablar —Bufó—. No es un secreto el que tengas sentimientos hacia ella, más que solo como amigos, al menos de tu parte así parece.

—Zoé, yo...

—Está bien, lo entiendo —Sonrió—. Es solo que me parece un poco penoso el hecho de que ella no vea en ti lo que otras personas podemos percibir.

Bajó su mirada, jugaba con sus manos y podía percibir cómo luchaba internamente sobre decir lo que sea que tenía en su mente, lanzó un suspiro y se rindió, prosiguió a hablar.

—Sé que quizás sea un poco pronto o te parezca algo atrevido, o hasta inadecuado —Su mirada seguía gacha y su voz parecía temblorosa—. Pero no puedo evitar verte y sentir el mismo tipo de admiración. Me agradas Harry, más de lo que me gustaría admitir —Rió apenada—. Discúlpame si te parece incomodo.

—Para nada —Sonreí llevando dos de mis dedos por debajo de su barbilla, haciéndola levantar la vista—. Por ningún motivo te disculpes jamás por expresar tus sentimientos.

Sus ojos expresaron calma y nobleza, la comisura derecha de sus labios amenazaron con romper en una sonrisa.

—Es verdad que tengo algún tipo de enamoramiento platónico por Maxine, quizás solo he confundido las cosas al estar tan cerca de ella —Dije—. Pero es algo que debe acabar, ella es feliz y debo buscar mi propia felicidad.

—Podría ayudarte con eso, Harry.

Zoé sonrió, asentí ligeramente con los labios apretados. ¿Qué podía salir mal? Conocía a Zoé muy poco, pero me parecía una persona extraordinaria, con gran sentido del humor y una vocación para la cual se requiere de un inmenso corazón, mi corazón podría estar gritando el nombre de Maxine en este momento, pero solo mi mente era capaz de pensar y reconocer lo que era mejor para mi, fue entonces cuando Zoé acercó su rostro con ligereza, y logró rozar mis labios con los suyos, tan suave que se sintió como si de espuma se tratara, mi corazón se apretujó, quizás por miedo, pero no le disgustó del todo el cambio.

HAPPY PLACE | H.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora