47. VIVANT

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VIVO

Cerré de un golpe la puerta del abandonado departamento, este lugar se había convertido en mi refugio en los últimos meses

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Cerré de un golpe la puerta del abandonado departamento, este lugar se había convertido en mi refugio en los últimos meses. Jalé con frustración los mechones sueltos de mi cabello, me sentía furioso, con ganas de destruir la habitación entera, tomé uno de los almohadones del sofá lanzándolo hacia la vieja lámpara de mesa, haciéndola estallar sobre el suelo, me hervía la sangre y el coraje se apoderaba de mi, sin embargo, no podía evitar sentirme aliviado a la vez. La noticia me había caído tal cual un balde helado, la vida me había brindado otra oportunidad, la oportunidad de hacer las cosas mejor, gracias a las nuevas condiciones que Geneviéve había planteado.

Me senté al borde del respaldo del sofá, tenía que recuperar a mi ángel de cualquier manera, quería hacerlo, pero el miedo se apoderaba de mi.

¿Y qué si ella ya había encontrado el verdadero amor? ¿Y si ella era feliz ahora que estaba sin mi?

Miles de dudas y preguntas se arremolinaban en mi mente, no podía evitar pensar en que mi vida amorosa estaba arruinada, solo por una mentira. No había nada que pudiera hacer.

Sintonicé la radio en mi celular, seguramente estaría a punto de salir al aire aquel mensaje que había enviado a diario, solo para ella, mi ángel. El cual nunca había recibido, o simplemente jamás había querido responder. Nuestra relación estaba arruinada, por más que intentara solucionarlo. Recordé su furiosa mirada al saber de mi traición, y lo arrepentido que estuve por no haberle sido franco desde el inicio, quizás las cosas serían diferentes. Quizás me habría perdonado.

Miré a mi al rededor, donde al menos una docena de lienzos cubiertos me rodeaban, caminé hasta ellos, y tomé mi favorito, aquel que había descubierto hacía apenas unas horas. Una idea pasó por mi mente, tal vez Maxine no quisiera saber más de mi, o siquiera verme, pero pensar en diferentes maneras para acercarme a ella podría ser lo correcto, no podía rendirme, no lo haría tan fácil, y mucho menos ahora que sabía que nada me ataba a Geneviéve, ahora que sabía la verdad absoluta. Aunque me decepcionaba la idea de perder un hijo, también me aliviaba el saber que Geneviéve había hecho lo correcto.

Llamé al único cómplice que había tenido a lo largo de estos meses, Caleb. Quien jamás me había dejado solo. Le pedí que se reuniera conmigo lo más pronto posible, y no dudó ni un segundo en aceptar. Mientras esperaba su compañía, hice una segunda llamada. Quizás la compañía de mudanzas ya estaba harta de mi y de el constante movimiento de los mismos artículos de Londres a Paris y viceversa, pero no podía importarme menos.

Tomé papel plástico y comencé a emplayar cada uno de los lienzos, tomé cajas y reemplacé las húmedas cajas rotas en las que los artículos de arte de Maxine descansaban desde que regresaron al departamento. El timbre sonó anunciando la llegada de alguien, seguramente mi mejor amigo. Entre tropezones por el desastre que había sobre el suelo del antiguo hogar de mi ángel, logré llegar hasta la puerta.

HAPPY PLACE | H.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora