43. SANS COEUR

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DESALMADA

Maxine Claire

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Maxine Claire

Conduje por las calles de París con las mejillas empapadas por el llanto, por el mismo camino que recorría a diario con Harry, mi mejor amigo, mi más grande amor, pero ahora el escenario era diferente, las calles lucían apagadas, no se percibía esa paz en el aire, incluso las flores a mi al rededor lucían marchitas, mis días pintaban como lo eran antes, todo volvía a ser gris.

El saber que Harry sería padre con Geneviéve, la misma que me había traicionado ya en el pasado, me estrujó el corazón, al instante me sentí temblorosa, todo mi cuerpo tiritaba, sabía que no era a causa del frío, mis manos temblaban, y sabía que no era un problema de pulso; el calor se extendió por mi cuerpo, y después lo sentí como si un balde de agua fría cayera sobre mi cuerpo entero, mis mejillas ardían por dentro, mi corazón latía demasiado rápido, mis piernas parecían no responder, las sentía débiles, como si de un venado recién nacido me tratara, como si mis articulaciones se hubieran desasociado de mi cuerpo, y aún así fui capaz de conducir, la cabeza me daba vueltas, sentía náuseas, mucha tristeza, jamás había sentido una decepción mayor.

Un pequeño ser con las facciones y el encanto de Harry era un panorama bastante agradable, aunque me costara admitirlo. El que no fuera yo quien pudiera criar junto con él a ese bebé era lo que me entristecía, incluso cuando nunca había querido ser madre, jamás lo había contemplado dentro de mis planes; sin embargo, la decepción iba más allá de eso. No era problema para mi que Harry hubiera procreado, sabía que en algún momento tenía que pasar, excepto que ahora habíamos admitido por fin nuestro amor. No me enfurecía el hecho de que hubiera estado con alguien más, a final de cuentas yo tenía también una pareja en ese momento. Lo que me había decepcionado más que nada, fue su osadía de ocultarme algo de tal magnitud, siempre nos tuvimos la confianza de contarnos lo que fuera y ahora él se había encargado de romper por completo con esa confianza.

Maldije por lo bajo al percatarme de que me había pasado por lo menos dos cuadras de la casa de Valérie, mi amiga y también jefa, debía firmar mi contrato, de ninguna manera volvería a Londres con Harry, y yo misma me encargaría de que él abandonara de una vez por todas París, me parecía lo más sano para ambos. Frené en seco y aparqué el auto frente a la acera de lo que parecía ser una tienda de conveniencia, no me importó lo lejos que me encontraba de su puerta principal, caminaría hasta allí, un poco de aire no me vendría mal. Miré mi rostro en el espejo retrovisor, solté un suspiro y limpié mis mejillas, lucía como el demonio, pero traté de sonreír frente a mi reflejo, sí, seguramente pasaría desapercibido mi dolor.

Bajé del auto y comencé a caminar hasta allí, me arrepentí de no haber tomado mi abrigo, el clima era frío. El viento golpeaba mi rostro y mis ojos ardían, pero no podía decidir si atribuirle el ardor al viento o al desconsolado llanto. Cuando por fin logré llegar a paso apenumbrado, toqué a su puerta con mi puño, Valérie me recibió con una sonrisa, la cual borró de inmediato.

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