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𝓜. 𝓟

Es algo agobiante regresar a Hogwarts ya que se que obviamente no tengo ningún plan para cuando finalice el curso.
Ya que por más que he intentado sentir interés simplemente mi cuerpo no puede producir ese detonante.
Además de que aún sigo con el dolor de cabeza de las maravillosas vacaciones que tuve con mi padre.

Iba en el auto con mi madre y mi hermana Lucia. A lo que ambas llevaban una conversación muy entretenida sobre cómo le había ido a mi hermana en las vacaciones con la familia de su novio, a lo que yo obviamente no prestaba atención.

Veía las gotas de agua caer en el delgado vidrio de la ventana, y me perdí en mis propios pensamientos. Lo que no era uno de mis grandes defectos.

Realmente no esperaba nada interesante en ese año, ya que era último curso en Hogwarts, entonces se suponía que lo tenía que "disfrutar al máximo".

Pero nunca me interesó en lo más mínimo llegar al último año, ya tenía planeado morirme hace tiempo. Pero bueno así es la vida.

Reconocí la esquina que llevaba a la estación de trenes donde tomaría el expreso a mi colegio. Junto con mi hermana, claro.

Por lo que al llegar nuestra madre estacionó y se quedó por unos minutos mirándonos, a lo que yo hice una mueca en interrogación tratando de descifrar que estaba por decirnos.

— Niñas— esnifó suavemente —verdaderamente las voy a extrañar mucho— sus ojos se cristalizaron.

Yo hace tiempo había notado que para mamá había sido duro desde que se habían separado con mi padre. Algo que yo simplemente lo hallaba incoherente.
Ya habían pasado tres malditos años y aún no lo superaba.

En si no por al amor que le tenía, sino por la soledad que sentía.

Cada año que con Lucia íbamos a Hogwarts ella se quedaba sola en el mundo muggle con su trabajo.
Por lo que yo siempre trataba de enviarle cartas seguido, para que no se sienta abandonada.

Lo que al parecer no funcionaba mucho.

—Y nosotras a ti mamá—mi hermana colocó su mano reconfortante en el hombro de la mayor brindándole una leve sonrisa — te prometo que cuidare de Cam, y trataré de que no se meta en problemas— ambas me miraron serias.

Con mis dos mejores amigos—Albert y Alice—nos habíamos encargado un montón de veces de hacerle la vida un poco más graciosa a los profesores. Claro, sin contar los caos en pasillos y las fiestas clandestinas.

MA PETITE | Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora