18.

4.5K 386 49
                                    

❁

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

𝓜. 𝓟

Alice ya se había dormido, al parecer se había cansado de llorar, y eso me preocupaba aún más.

En completo silencio me coloqué mis pantuflas y un abrigo encima. Necesitaba ir a ver a Albert.

Tomé mi varita y salí de la habitación lo más rápido posible.

A pasos cuidadosos me arrastré hasta el dormitorio del castaño , que por suerte no compartía con nadie.

Llegué hasta su puerta y suspiré; di unos leves golpes esperando una respuesta, pero simplemente nada, solo silencio.

— Albert, soy yo, Camille— hablé suavemente tratando de que mi voz no resonara mucho en el oscuro, y largo pasillo.

Al notar que nuevamente no tenía una respuesta, abrí la puerta, y ahí vi aquella imagen que hizo que mi corazón se retorciera.

Albert tirado en el piso con un cigarrillo entre los labios, sus ojos adormilados, una mirada perdida en el techo, junto con una camiseta y un pantalón negro.

Sin decir nada me arrodillé en el suelo hasta el, y me acosté a su lado.

— ¿Me invitas?— extendí mi mano a el, esperando a que me estirara el cigarrillo.

— Tu no fumas— un tono cansado adorno su voz con potencia.

Claro que si fumaba, pero Albert era muy protector en algunos casos.

<<Lo era todo el tiempo>>

Y eso me encantaba de él.

— Y tu no follas con alguien hace mucho tiempo, ¿cual es la diferencia?— dirigí mi mirada a el, esperando que se riera, pero nuevamente, nada.

Soltó un suspiro y me lo extendió, con delicadeza lo tomé de entre sus dedos y lo lleve a mis labios.

Solo se podía escuchar como el agua del lago negro corría suavemente por las ventanas, y en ese momento solo éramos Albert y yo.

— ¿Quieres hablar?— solté todo el humo que contuve por unos segundos.

Negó suavemente y suspiró.

— Bien— volví a dar otra calada—. ¿Te parece si hablamos mañana?

Y así, volvió a negar.

Y ahí supuse que mejor era no hablar, y solo hacerle compañía.

— No te forzaré a hablar, Alb, cuando te sientas cómodo hablaremos— dejé el cigarrillo a un lado y con delicadeza tome su mano.

— Está bien — murmuró.

MA PETITE | Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora