¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
TRANSCURRIÓ UNA SEMANA DESDE LA CENA,sin incidentes. Tanto Charlie como Bella habían acordado tener como invitada frecuente a Elizabeth, en las comidas y en las cenas. Trataron de persuadirla para acompañarlos en el desayuno, pero únicamente consiguieron un ❛ me pasaré de vez en cuando, no los voy a condenar a mi compañía desde tan temprano ❜.
Al igual que una Petrova, se adaptó con velocidad. A las clases les siguió el paso, reconocía los rostros de la población estudiantil y recordaba los nombres de quienes le serían de ayuda. En clase de gimnasia junto con los miembros de su equipo aprendieron a no pasar el balón a Bella y a interponerse delante suyo si el equipo contrario intentaba aprovecharse de sus carencias.
Y pese su amor por la práctica de aquel deporte —ya no tenía que ocultar su naturaleza innata, ya que no tenía a quienes retar— sin duda alguna, las clases de historia y la hora del almuerzo eran sus partes favoritas del día.
Las clases de historia venían de la mano junto a Jasper Hale, quien había captado la atención de Elizabeth desde su entrada a la cafetería. Logró entablar conversaciones con él, siempre el rubio se mostraba respetuoso y amable, incluso parecía dispuesto a escuchar cada duda de la morocha con respecto a la materia.
El almuerzo era un bonus, después de todo los mellizos Hale solo se veían en esa hora debido al grado avanzado de Rosalie, que estaba por salir de la escuela junto a su hermano Emmett. Ninguno pasaba desapercibido las miradas de Elizabeth, y Gilbert tampoco pasaba por desapercibido las miradas hacia ella.
La mañana del lunes las nuevas amigas desayunaron juntas, Charlie no se encontraba en la casa y su auto de policía seguía en la entrada, pero la Pick–Up de Bella no, así que supusieron que lo había llevado al taller.
Cuando bajaban las escaleras de la entrada, Charlie llegó y Bella se resbaló debido a la nieve, siendo atrapada entre los brazos de Elizabeth antes de caer sentada.
—Ouh, gracias, Liz —compartió una pequeña sonrisa sintiendo el rubor extenderse por sus mejillas, recibiendo un asentimiento.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien —respondió a su padre—. El hielo no ayuda a los torpes.
—Es por eso que le puse llantas nuevas a la camioneta. Las otras estaban bastante lisas —le proporcionó un puntapié a la rueda, de forma casual—. Liz, si me das tus llaves puedo hacer lo mismo con tu auto.
—Gracias, Charlie, estaría fantástico —le depositó las llaves del vehículo en su mano, después mirando entre padre e hija.
