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LAS CONDUJERON A LA SALA DE EMERGENCIAS UNA VEZ ARRIBARON AL HOSPITAL, Elizabeth insistió en permanecer junto a Isabella en la espera de un doctor, sentada a los pies de la camilla, observando a la enfermera tomar su presión y colocarle un termómetro bajo la lengua.
—Liz, estás demasiado tensa. Estoy bien —aseguró pretendiendo sonreír, pero al final solo consiguió una mueca—. En una pieza y sin un rasguño, ¿Lo ves?
Elizabeth asintió sin estar segura del todo, preguntando a la enfermera si su presión se encontraba normal o irregular.
—Liz, oye —la mano de Bella se coloca sobre la de Liz, llamando la atención de la adolescente a su rostro—. ¿Me traerías una soda?
—Sé lo que intentas hacer, pero funciona —acepta.
Despegándose de ella por cinco minutos para conseguir la bebida, al volver, se la tendió ya abierta.
—Sabe extraña —la castaña frunció el ceño, saboreando.
—Tal vez deberías volver a probar. Un gran sorbo.
Ella lo volvió a hacer, esta vez admitiendo que le parecía detectar un sabor metálico. Elizabeth se encogió de hombros, confundida, cuando sabía perfectamente que había dejado caer un poco de su sangre dentro para curar las heridas internas y externas de Bella.
Al minuto, se la llevaron para sacar una placa de su cabeza, no encontrando heridas después de todo, pero insistiendo en que debería de esperar por un doctor. Cuando regresaron a su camilla, Tyler ya estaba ahí con varios cortes siendo atendidos, apenas Bella cruzó su campo de visión empezó a murmurar un sinfín de disculpas, las cuales fueron cortadas cuando Charlie Swan entró.
—¡Charlie! —exclamó Elizabeth levantándose de un salto—. Lo lamento tanto, debí de estar ahí para proteger a Bella. No se qué pasó, fue muy rápido. Lo siento... —balbuceó disculpas, antes de que el pelinegro pudiera abrir la boca, pero siendo interrumpida por el mayor al instante.
—Liz, tranquila; no debes de disculparte, no hiciste nada malo y no hubiera algo que pudieras hacer —acaricia su hombro en forma paternal—. Gracias por estar ahí para Bella, pero no es tu trabajo protegerla para mí. ¿De acuerdo? —Gilbert asintió, enmudecida y anonada por no escuchar una reprimenda—. Bella, ¿Estás bien?
