26. Perfume

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Por fin habían cumplido aquella lejana promesa. Se habían casado.

Podría parecer que no cambiaba la vida que habían llevado hasta el momento y, aunque en esencia así era, se sentía diferente, igual que una renovación y un recuerdo de que esto, tan especial y maravilloso, podrían seguir nutriendolo por el tiempo que les quedara.

No obstante, se tomaron su tiempo para lograr obtener un permiso especial y, por fin, ambos reclamar las vacaciones bien merecidas para tener su Luna de Miel.

Por suerte, cuando se comentó que ellos dos estaban fuera de servicio por una cuestión personal, hubo un montón de suposiciones que aclararian una vez que regresarán pero, al momento del escándalo, no estaban en Tokyo.

Por acuerdo común, pasarían sus vacaciones en un viaje corto a Europa. Ninguno de los dos había tenido la oportunidad de viajar allá y, ahora que tenían la oportunidad de hacerlo juntos, no veían porqué limitarse, era la única Luna de Miel que tendrían.

El primer lugar en el que arribaron fue Londres, ligeramente familiarizados con esa cultura debido a que Jiro les llegó a hablar de fabulosas bandas de rock inglesas que, inevitablemente, les atrajo ese lugar, además le prometieron a la chica llevarle algún recuerdo de ahí.

Siendo sinceros, el lugar era un poco frío y anticuado o "clásico", igual que su gente, con una actitud educada pero lejana; algo por lo que el rubio recalcó que su esposo podría encajar a la perfección en ese sitio.

—Tienes razón. Yo me quedaré acá y tú te regresas a Japón.

—¿Ves lo frío que eres? —Denki reclamaba con un puchero, que le hizo ganar un inesperado beso mientras el Big Ben marcaba las cinco de la tarde y la gente caminaba a su alrededor.

—Los ingleses no estarán felices de tener a un turista tan escandaloso como tú.

A pesar de ese intento de regaño, el rubio estuvo feliz de ese pequeño acto de rebeldía por parte de Hitoshi. Definitivamente no era alguien frío.

Francia fue una experiencia extravagante.

La gente, los lugares y la comida. A nadie le molestaba que ellos fueran tomados de la mano ni les daban más de un vistazo fugaz, por el hecho de que Denki era un turista realmente escandaloso.

Vieron de cerca la Torre Eiffel, que nada tenía que pedirle a la Torre de Tokyo pero podría presumirle a sus amigos que estuvo ahí antes que ellos, transitaron en medio de callejuelas llenas de artistas ambulantes y comida de nombres impronunciables.

El rubio descubrió algo que casi le detiene el corazón: Shinso hablaba un poco de francés. Escucharlo era tan sensual que tuvo que callarlo a media frase para no pasar por un momento incómodo en frente de un montón de desconocidos. Al final, Denki se alejó para que su esposo preguntara por indicaciones para llegar al Museo del Perfume.

Al principio Shinso se extrañó de que el otro le pidiera que fueran a ese sitio pero, conociendo el gusto que sentía el más bajo por todo lo que pueda ser popular, ir a un sitio donde homenajean una de las cosas más representativas de ese país; no parecía algo descabellado.

El lugar no era en sí muy grande pero sí bastante elegante. Aunque sonara aburrido ver un montón de olores embotellados, tenía su gracia, esa mezcla de arte y ciencia en forma de esencias naturales, la manera en la que se creaba algo tan atrayente partiendo de las cosas más simple, tenía su encanto y ambos disfrutaron el recorrido.

Después de un par de horas, al salir del museo, Kaminari le pide caminar para que el aire llegue a sus pulmones, necesitan despejarse un poco por las bohemias calles de París, hablando de lo que habían visto y los sitios que les faltaba por visitar.

Cuando cayó la noche, ya estaban cansados y hacía frío, por lo que regresaron al hotel y al llegar a su habitación, se abrazaron en la cama, así que Denki aprovechó para oler el cuello del otro.

—Lo mejor de ir a ese museo, además de los perfumes que les llevaré a los demás y las fotografías que publiqué, es que me sirvió para saber cuál es mi aroma favorito.

—¿Cuál? Yo siento aún atascada la nariz. —Hitoshi abrazó al rubio, sintiendo el cosquilleo de la respiración ajena en su  cuello.

—El tuyo, el olor de tu piel, si pudiera y no fuera tan tétrico, embotellaria tu aroma y lo usaría todos los días.

El peliazul suspiró al sentir los dientes del chico eléctrico jugando con él.

—Tengo otra opción para que tengas mi aroma encima. —Luego de decir esto, se lamió los labios y jaló al chico para quedar encima de él y besarlo, siendo recibido de buena gana por unos labios ansiosos que estaban de acuerdo en llenarse de ese olor que tanto disfrutaba.

Shinso también tenía su perfume favorito, ese aroma de viento, tierra y electricidad y por suerte, fuera en París o Tokyo, podía tenerlo con él mientras Denki estuviera a su lado.

Ni siquiera cuando tuvieron su última parada, con el calor de Italia y esa cultura tan colorida, rica e informal, les quitó esa sensación de que en Francia habían descubierto algo muy especial y estaba bien porque lo llevarían con ellos a donde fueran.

|||Nuestra historia|||Shinso X Kaminari [Flufftober]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora