El sonido del despertador inundó aquella habitación, despertando a la pareja. Hoseok se levantó de la cama con pereza, dirigiéndose al baño con lentitud luego de haber tomado su toalla.
Saeron se quedó algunos minutos en la cama, rodando de vez en cuando al sentirse algo incómoda. Al escuchar que el agua dejó de caer, se levantó con pereza y se dirigió a la cocina, comenzando a preparar un desayuno ligero para el chico.
Colocó aquellas tostadas con mermelada de fresa en un plato, preparó un americano y dejó todo en aquella isla de la cocina, sentándose en uno de los taburetes para esperar a su novio. Sus ojitos se sentían pesados debido a las pocas horas de sueño de la última noche y también por aquellas pequeñas lágrimas que había soltado antes de dormir.
Hoseok apareció en la cocina con una pequeña toalla en la mano, secando su cabello. Se sentó a un lado de su novia, dejando la toalla de lado y comenzando a comer aquellas tostadas con lentitud.
—Ve a dormir, bonita. —Susurró él, acercando su mano a la mejilla de la menor. —Te despierto cuando me tenga que ir.
—No, cariño. Quiero pasar estos últimos minutos contigo. —La castañita se negó, levantándose del taburete para acercarse al pelinegro, quien se acomodó para recibir a la chica entre sus piernas, abrazándola con delicadeza.
Cuando dieron las 05:45 AM, ambos se acomodaron en el sofá, dándose mimos e inocentes caricias. Saeron notó que el cabello de su novio seguía algo húmedo, así que se levantó a buscar su secadora de cabello y volvió a la sala.
—Hobi, amor. —Llamó ella, recibiendo un suave tarareo como respuesta. —Acomódate para secarte el pelo.
El chico hizo caso, sentándose estilo indio mientras que la chica enchufaba aquel aparato y se acomodaba detrás de él. Cuando lo encendió, comenzó a pasar su mano por el -aun largo- cabello de su novio, moviendo también la secadora.
—Ya está. —Dijo la castaña, apagando el aparato. Dejó un besito en la cabeza de él. Hoseok, de alguna manera, logró rodear la cintura de su chica, dejándola recostada sobre su regazo.
—Te voy a extrañar, ¿lo sabes? —Susurró él, acercando su rostro al de la chica. Ella asintió, mirando los labios del pelinegro.
Él dejó un suave pero intenso beso sobre los rosados y regordetes labios de la chica, haciendo que ella rodeara su cuello y causando también que aquella camisa que la castañita llevaba puesta -la cual pertenecía a Hoseok- se levantara lo suficiente para dejar sus bragas a la vista.
Cuando se separaron, él recorrió el cuerpo de la chica con la mirada, sonriendo al notar aquellas marcas de un púrpura claro en el cuello y pecho de la chica.
—¿Qué tanto miras? —Preguntó ella con un tono burlón. Hoseok negó, bajando su mirada a las piernas de la chica.
Pasaron solo cinco minutos más y ambos estaban en la puerta del departamento, despidiéndose con un fuerte abrazo y un beso que tenía un leve sabor a despedida.
—Cuídate mucho, Hobi. —Susurró ella entre los rosados labios de su novio. —Te voy a extrañar mucho, amor, muchísimo y no olvides que te amo, ¿si? te amo demasiado.
—Tú también tienes que cuidarte, bonita. —Susurró Hoseok, acariciando la espalda baja de Saeron. —Y yo te voy a extrañar mucho más, y no olvidemos que yo te amo muchísimo, muchísimo más.
Ella alzó sus brazos al cuello del chico, dejando un beso en la marcada mandíbula del mismo al no alcanzar sus labios. Ante aquella acción, Hoseok dejó un último beso en los labios de su chica.
Tan solo 3 meses pasaron y Saeron aún odiaba el notorio silencio en su departamento, con la diferencia de que en tan solo seis meses más llegaría a su vida el pequeño bebé que comenzaba a formarse en su vientre.
Hoseok tenía algunas oportunidades de poder salir y visitar a su familia, sin embargo, optó por no tomarlas y aguantar los dos largos años en el servicio militar. Se comunicaba en sus horas libres con la castañita, pero esta no le dijo absolutamente nada del embarazo.
El día del parto llegó y, para fortuna de Saeron, fue un día donde su hermano la visitó y en cuestión de horas, el pequeño Minho había llegado a terminar con la reciente monotonía de la vida de su madre y, secretamente, de su padre.
Con la llegada del pequeño y rechoncho Jung, Saeron sintió como el silencio en el departamento desaparecía con lentitud, aún sintiendo que faltaba una pieza fundamental en la pequeña familia.
Pronto, Minho cumplió un año y cuatro meses, haciendo que el día del regreso de Hoseok llegara en un abrir y cerrar de ojos.
El pelinegro se acercó a la puerta, soltando un sonoro suspiro lleno de nervios. Ingresó la contraseña y, en cuanto la puerta se abrió, la atravesó con lentitud y en silencio. Se sacó las pesadas botas de su uniforme y caminó por el que, ahora parecía eterno, pasillo que lo llevaba a la sala.
Lo primero que notó al entrar a la sala de estar, fueron muchos juguetes tirados en el piso y también las caricaturas que se mostraban en la televisión. Algo confundido caminó hasta la habitación principal y notó también varios accesorios de bebés.
Pensó lo peor, pero lo que lo confundía aún más, es que no había rastro alguno de otro hombre. Siguió su camino hasta llegar a una habitación que parecía remodelada, viendo la conocida figura de la castañita.
—¿Saeron? —Susurró, esperanzado. La chica se dio la vuelta, teniendo al pequeño Minho es brazos. Hoseok sonrió al notar la vestimenta de su novia y con un signo de interrogación en el rostro miró al bebé. —No entiendo, Sae, ¿me perdí de algo? ¿hay alguien más?
—Sí, te perdiste de algunas cositas. —Ella sonrió acercándose un poco al pelinegro. —Y no, no hay nadie más, bobo. Bueno, nadie más que Minho.
—¿Es hijo de alguna de tus amigas? ¿De tu hermano? De verdad, no entiendo nada, Park. —Dijo con seriedad, mirando atentamente la reconcha espalda del bebé en los brazos de su novia.
—Es nuestro hijo, Jung. Tu última noche aquí, bueno, sabes qué ocurrió y dos meses después supe que estaba embarazada, te lo iba a decir pero las llamadas eran escasas y cortas. De un momento a otro tenía a Minho en mis brazos. —Explicó ella, mirando como los ojitos de su novio se llenaban de lágrimas. —Yo...no sé si es lo que quieres, si no lo es, me duele decirlo, pero tendrás que irte y si es lo que quieres, no sé que estás haciendo que no cargas a tu hijo.
Él dejó caer sus lágrimas, tomando con delicadeza el pequeño cuerpo de su hijo. Tenía miedo de hacerle daño, pero con la experta ayuda de su novia, logró hacerlo correctamente.
—Afirma su cabecita y espalda. —Susurró la chica, poniéndose algo nerviosa ante el pequeño roce entre su brazo y el de Hoseok. —Hobi, te extrañé.
—Y yo a ti, Ronie, demasiado. —Respondió, dejando un pequeño beso en los labios de la castañita. La abrazó por los hombros con su brazo libre luego de haber acomodado al pequeño niño. —Y gracias por esta bonita sorpresa, linda. De verdad.
Finalmente, la pequeña familia estaba completa y más feliz que nunca. Juntos pasaban buenos momentos, esperando poder atesorarlos para siempre.
…
hOLA, jijiji.
les traigo este capítulo que tenía guardado hace mucho.
le quería agradecer a la personita que me pidió hacerlo y también a todos los que me leen por la paciencia.
una disculpa, estaba con bloqueo creativo (bloqueo lector también, wuaja) y, bueno, otras cositas.
les deseo un feliz año nuevo y que el próximo año esté lleno de momentos felices, espero que cumplan sus metas.
recuerden que tienen una amiga aquí, dispuesta a leerles cuando lo necesiten.
los amo un montón. <3pd: si se pasan por mi perfil, encontrarán un libro llamado "jungkook situations". si gustan, pueden pasarse por ahí y ver si es de su gusto.