𝐎𝐍𝐄

2.8K 202 297
                                    

Solo para que lo sepas, no tengo un pene gigantesco

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Solo para que lo sepas, no tengo un pene gigantesco.

Sorprendente, ¿a que sí? La mayoría de las veces, cuando escuchas historias raras como la de ahora, el narrador es un espécimen perfecto de hombre, tanto si lo sabe como si no. Si no lo sabe es porque suele estar roto emocionalmente o porque necesita que un buen culo lo saque del caparazón y lo ayude a darse cuenta de que su belleza exterior eclipsa su belleza interior. O también puede saber que es atractivo y usarlo como arma hasta que el sujeto de su más profunda lujuria rompa ese muro narcisista con semen y palabras floridas. Luego retozarán en la puesta de sol y vivirán en el país de "todo es perfecto", donde todo el mundo tiene una polla de veinticinco centímetros y unas pelotas grandes que pueden crear semen para llenar un cubo cada hora en punto.

Pero si vamos a sincerarnos, yo tampoco soy pequeño. Tenía catorce años cuando me fijé por primera vez en los otros chicos de los vestuarios de la escuela (y cuando digo "me fijé por primera vez" me refiero a la primera vez que me permití comprobar si me la pondrían tiesa; cosa que hicieron), y me di cuenta de que los penes eran como los copos de nieve: no había dos iguales. Algunos eran grandes, otros pequeños. Algunos tenían pelo alrededor y otros no tenían pelo. Yoon Taehwan tenía uno que se curvaba poderosamente a la izquierda, y cada vez que lo veía en el pasillo no podía evitar pensar: "Ahí va el capitán Garfio", y me sonrojaba de arriba abajo. Estaba seguro de que se daría cuenta de lo que pensaba de sus cocos y su plátano.

Así que el punto es, no tengo el manubrio como una lata de Coca-Cola, pero tampoco lo tengo del tamaño de un maní. Estoy en el medio. Promedio, si gustas. Regular. Normal. Ordinario.

Pero eso también describe el resto de mí.

Supongo que deberías saber en lo que te estás metiendo antes de que avancemos más. No te culparía si te fueras antes de acabar la historia. No mucho. Vale, vale, seguramente te llamaría zorra a tu espalda. Pero oye, es a tu espalda, ni siquiera lo sabrías. Así que no dudes en marcharte. ¿Ya te fuiste? Zorra.

En fin, aquí está el resto de mí. Siento la cantidad de información que estoy a punto de lanzarte encima.

No tengo unos pectorales enormes ni tampoco unos abdominales como piedras en los que podrías tratar de rallar queso. Eso es tan estereotípico de los hombres gay que es casi ofensivo. Una vez vi una porno en la que un niñato bajito fue a una casa encantada en medio de la nada (que parecía un escenario de El mago de Oz producido por una escuela primaria de blancos; si entiendes la referencia sabrás que no es racista). El niñato tenía pectorales y abdominales pequeños, pero un pene enorme que podría haber pasado de tercer brazo si se hubiera esforzado más. Bueno, pues el niñato acabó jodido por un grupo de catorce fantasmas (unos tíos que empezaron con una sábana con agujeros para los ojos y acabaron vistiendo sólo semen), y juro por Dios que todos y cada uno tenían unos pectorales y unos abdominales que no acababan. Ni durante días. Así que al terminar de ver dicha porno (que, por cierto, no daba nada de miedo teniendo en cuenta que iba de fantasmas. ¿Dónde estaba la historia?), decidí que podría conseguir fácilmente pectorales y abdominales, y me dirigí a un gimnasio no muy lejos de mi casa con la intención de pagar por un entrenador personal que sacara a relucir mi belleza exterior.

ES REAL ;hyunminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora