𝐄𝐈𝐆𝐇𝐓𝐄𝐄𝐍

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Fuimos al parque y nos sentamos en un par de columpios, en la oscuridad

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Fuimos al parque y nos sentamos en un par de columpios, en la oscuridad. Él era como un niño, tratando de llegar lo más alto posible y riéndose mientras yo le decía que debía tener cuidado porque no iba a cuidarlo si se caía del columpio y se quedaba paralítico. Ya tenía un animal discapacitado al que cuidar.

—¿Me conseguirías mi propio set de ruedas? —preguntó.

—Con cintas colgando —le amenacé.

Él rió, me agarró la mano y tiró de mí hacia el centro del parque, a una pequeña zona de hierba apartada de la luz y del tráfico. Y también lejos de donde pudieran escucharnos gritar.

—¿Sabes? —le dije—, este debe ser el mejor lugar para que te viole y asesine un sin techo con garfios en lugar de manos. No sé si ese será el mejor recuerdo de una primera cita. Me gusta tener la sangre dentro del cuerpo, no fuera.

—Yo te protegeré de los asesinos sin techo violadores y con garfios en lugar de manos —prometió—. Tengo músculos muy grandes. —Se sentó en la hierba y se tumbó, mirándome. Le dio unas palmaditas a la zona de su lado. Yo miré a mi alrededor, convencido de que debía haber algún vagabundo meneándosela detrás de un cactus, pero parecía que estábamos solos.

Traté de tumbarme junto a él en el suelo, pero él no me dejó, así que acabé con la cabeza en su estómago; nuestros cuerpos hacían una T. Al principio tardé un poco en acostumbrarme, pero entonces me concentré en sus respiraciones. Yo me elevaba con él. Pareció surrealista.

Estuvimos en silencio un rato hasta que empezó a enrollar los dedos en mi pelo, y yo solté un vergonzoso gemido desde el fondo de la garganta que le hizo reír entre dientes; un sonido que sentí antes de escuchar. Retumbó en mi oreja y lo sentí bajar hasta los dedos de los pies.

—¿Qué? —pregunté.

—Me gustan los ruiditos que haces —me dijo, sonriendo.

—Ah. Es bueno saberlo. Pero preferiría que no oyeras todos los ruidos que salen de mi cuerpo. Y desearía no haber dicho eso.

Él se carcajeó.

—Estoy seguro de que los oiré todos.

Ni siquiera supe cómo interpretar aquello.

Estuvimos en silencio durante un rato.

Hyunjin suspiró y me tiró con cuidado del pelo.

—¿Conoces las constelaciones?

—Algunas. Mi padre me las enseñó de pequeño.

—Oh.

—¿Y tú?

—Nah. Mi padre no tenía tiempo para eso. —Trató de reírse para quitarle hierro al asunto. No funcionó.

Esperé a ver si decía más. No lo hizo.

—¿Conoces el cinturón de Orión? —le pregunté.

Lo sentí encogerse de hombros, lo que tomé como un no. Me quité de su estómago y me tumbé boca arriba, casi juntando nuestras cabezas. Le tomé la mano y apunté a tres estrellas brillantes con los dedos de ambos.

—Alnitak —dije apuntando a la primera—. Alnilam. —Por la segunda. Y—. Mintaka. —Por la tercera—. Mi padre me contó que Orión fue un gran cazador, el hijo de Poseidón, dios del mar. Se supone que podía caminar sobre las olas por ese motivo. En una ocasión, fue a cazar con la diosa Artemisa y su madre, Leto. Por alguna razón, durante la cacería, dijo que mataría a todas las criaturas del planeta. Madre Tierra lo odió por este motivo y envió a un escorpión gigante para matarlo. Y lo hizo. Las diosas le pidieron entonces a Zeus que lo colocara en las estrellas. Zeus aceptó y, como recuerdo por la muerte de Orión, también añadió al escorpión en el cielo. —Le tomé la mano y la moví hacia el sur, trazándola sobre la otra constelación—. Y ahí es donde Orión y Escorpio aún están enzarzados en combate. —Bajé las manos pero no le solté. Él colocó mi mano en su pecho. Su latido era suave.

Poco después, giró la cabeza para mirarme. Nuestras narices casi se tocaron. Sus ojos oscuros buscaron los míos. Yo esperé.

—Eres muy inteligente —susurró al fin.

Me sonrojé.

—Nah. Sólo es algo que me enseñó mi padre. Me gustaba la historia, así que la recordé. Eso es todo. —No aparté la mirada. No pude.

Él extendió la mano y me tocó la mejilla.

—Eso no es todo.

Nos observamos en silencio hasta que por fin reuní el coraje para preguntar lo que llevaba horas preguntándome.

—¿Hyunjin?

—¿Sí?

—¿Esto es real?

—¿El qué?

—Ya sabes. —Tragué saliva—. Tú y yo.

No dudó.

—Lo es.

—Vale.

Me observó.

—Si lo necesitas, te diré todos los días que es real.

—Vale.

—Es real.

—Vale.

—¿Seungmin?

—¿Sí?

—Voy a besarte.

—¿Sí?

—Sí.

—Vale. Pero asegúrate de...

Y entonces me besó.

Y entonces me besó

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ES REAL ;hyunminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora