ES REAL ；hyunmin

𝐓𝐖𝐄𝐍𝐓𝐘 𝐅𝐈𝐕𝐄

—¿Seguro que quieres hacerlo? —me preguntó Felix al día siguiente.

Suspiré.

—No. Pero tengo que hacerlo.

—De hecho, no es así —me recordó—. Y aún no entiendo por qué lo vas a hacer.

—Porque le puso mi nombre a una estrella y estoy seguro de que amo y odio todo eso porque me hace sentir pegajoso, dulce y asqueroso; como si acabara de soltar por una nariz un chorro de polvo pica pica Pixy Stix acompañado de arco iris y conejitos. —Sólo soné ligeramente histérico, porque siendo justos, seguramente lo estaba. La noche pasada no había pegado ojo y cuando Hyunjin se despertó por la mañana se le puso una sonrisa en la cara cuando me vio mirándolo, mi corazón empezó a latir como si tuviera un bongo en el pecho y estuve convencido, completamente convencido, de que sería capaz de ver todos mis pensamientos reflejados en mi cara y que lo sabría.

Casi me había convencido a mí mismo de no continuar con mi plan hasta después del desayuno, cuando dijo que quería trabajar un par de horas para ponerse al día y al volver al trabajo el lunes no estar enterrado en correos electrónicos y papeleo. Le maldije mentalmente, sólo porque me había dado la oportunidad perfecta para hacer lo que no quería hacer. Incluso llegué tan lejos como para ofrecerle llevarlo en coche al trabajo, pero él hizo un gesto con la mano, diciendo que llamaría cuando acabara y que volvería.

Así que llamé inmediatamente a Felix cuando volví a casa, balbuceando que estaba enamorado, algo de constelaciones y que estaba casi seguro de que estaba a punto de meterme en un hospital a base de mentiras para poder conocer a su madre a escondidas, sólo para poder decirle lo impresionante que era su hijo. Felix dejó inmediatamente lo que (o al que se lo) estaba haciendo y me recogió, parándonos de camino para comprar un ramo de flores chillonas para respaldar nuestra tapadera. Casi me convencí de que todo esto tenía un motivo, pero todavía me resultaba un poco extraño.

—¿Y me vas a decir por qué? —preguntó Felix una vez más, mirando la entrada del hospital.

Me miré en el espejo retrovisor, preguntándome si debería haberme puesto un bigote como parte del disfraz. En ese momento, llevaba una gorra de repartidor, unas gafas de sol que me tapaban media cara y tenía el cuello de la chaqueta levantado. O era el disfraz más bueno de la historia de la humanidad o llamarían a la policía en cuanto pisáramos el hospital, si tenía en cuenta que con lo que llevaba puesto era posible que fuera a realizar algún acto indecente en público.

—Porque —le dije—, no quiero que se me pase la oportunidad de decirle algo. Ella necesita escuchar a alguien decirle lo impresionante que es su hijo antes de que se vaya. Yo ya pienso que es el más impresionante de todos, ¿así que por qué no podría hacerlo yo?

Felix resopló.

—Creo que, en el futuro, este será el momento en el que miraremos atrás como el día en el que Seungmin se volvió como una cabra por amor.