𝐓𝐖𝐄𝐍𝐓𝐘 𝐒𝐈𝐗

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Lo que me impactó primero fue lo mucho Hyunjin se parecía a Hwang Joohyun

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Lo que me impactó primero fue lo mucho Hyunjin se parecía a Hwang Joohyun.

Obviamente tenía ligeras diferencias: su nariz era algo más afilada y su barbilla más débil. Era más pálida y sus ojos eran de un tono marrón algo diferente. ¿Pero aparte de eso? Era todo Hyunjin. Hyunjin estaba en la curiosidad de sus ojos. En la suave curva de su boca. No tenía pelo, por eso tenía la cabeza enrollada en un pañuelo azul muy bonito. Su estructura era delgada y tenía ojeras, casi como si fueran moratones.

Pero incluso con eso, incluso con la evidencia de su enfermedad mostrándose en la delgadez de sus mejillas y de sus brazos, todavía tenía fuerza. Conocimiento. Un sentimiento de que aunque la habían vencido, aún no se había ido. Aun sin saber nada de ella, supe que era una luchadora, a pesar de estar perdiendo la batalla estaba luchando todo lo que podía. La admiré por ello, pero parte de mí también la odiaba: si era tan tenaz, ¿por qué le había causado tanto sufrimiento a Hyunjin desde que salió del armario? ¿Qué le hizo para que se encogiera cada vez que mencionaban a sus padres?

Sentía pena, sí. Simpatía. Preocupación. Pero también ira. Y resentimiento. Me enfadaba que ella pudiera considerar, o contemplar siquiera la idea de que alguien tan bello como su hijo fuera merecedor de su desprecio. Recordé verla en las noticias, de pie junto a su marido, saludando al público poco después de que hubiera ganado las elecciones. Fue una victoria ajustada. Hyunjin no apareció por ningún lado. Eso alimentó mi ira, aunque sabía que no debería. No podía evitar preguntarme si Hyunjin habría estado viendo lo mismo aquel día. ¿Qué habría pensado? ¿Qué le habría pasado por la cabeza?

—Hola —dijo ella en tono neutral—. No te he visto antes por aquí.

—No —dije—. Supongo que no.

—¿Son para mí? —preguntó, apuntando a las flores.

—Sí, señora.

—Son preciosas. ¿Puedes ponerlas junto a la ventana? Deberían estar bien ahí con el sol que entra por la tarde.

Hice lo que me dijo sin estar seguro de lo que decir. Jugueteé con las flores más de lo que debí al tratar de que mis manos dejaran de temblar, procesando lo que quería decir. No pareció correcto lanzar una diatriba. No quería alterarla y empeorarlo todo. Alguien moribundo en un hospital no necesita el estrés de un discurso tiránico que no favorecería nadie, aunque eso me sacara cosas del pecho.

—No eres repartidor, ¿verdad? —dijo ella, aunque no pareció una pregunta.

—No, señora —respondí, mirándola con timidez. Era muy bonita. Muchísimo. Aun con todo lo que le habían arrebatado, seguía siendo bella.

Joohyun no parecía enfadada o confusa, sólo curiosa.

—No eres uno de los empleados de mi marido. Te habría visto antes, a menos que haya contratado a alguien nuevo de la nada. Que siempre podría ser una posibilidad. El Señor sabe que él no me lo cuenta todo. Pero eso tampoco parecer ser.

ES REAL ;hyunminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora