ES REAL ；hyunmin

𝐍𝐈𝐍𝐄𝐓𝐄𝐄𝐍

—¿Se tumbaron, observaron las estrellas y te besó? —me preguntó Felix al día siguiente mientras íbamos en mi coche—. Me encanta, pero también creo que he vomitado por dentro. Y que se me picaron los dientes de todo el azúcar. Y luego volví a vomitar sólo para decir que lo hice. Es adorable, como espero que sea una prostituta cocainómana con un corazón de oro.

—Gracias por la aprobación tan rimbombante —dije, tratando de no enfadarme con el GPS de mi salpicadero porque estuviera intentando hacer que me saliera de la carretera y me metiera en una zanja. Por alguna razón, mi GPS (apropiadamente apodado Maldita Zorra) me odiaba y solía ponerse más sarcástica cuando debía recalcular. Y no estoy bromeando. No hay nada como escuchar esa voz robótica femenina decir "Recalculando... recalculando" cuando también puedes oír el "idiota" que sabes que quiere decir.

—En diez metros, gire a la derecha —dijo Maldita Zorra.

—¡Estamos en el puente! —le fruncí el ceño.

—Creo que eres la única persona del mundo entero que tiene un GPS homicida —comentó Felix—. ¿Qué demonios le hiciste a Maldita Zorra para que te odie?

—¡No hice nada! —dije, algo ofendido—. Me vino con el coche y ya estaba cabreada cuando lo compré. Trato de no usarla mucho, pero no sé dónde demonios está la tienda de bicicletas. Por si no te has dado cuenta, no soy de los que las usan.

—Recalculando —me espetó Maldita Zorra.

—Qué te den —le dije.

—¿Qué ocurrirá cuándo Hyunjin y tú se casen y él quiera hacer una excursión por Asia en bicicleta para vuestra luna de miel? —preguntó Felix.

Lo fulminé con la mirada.

—¿Tengo que decirte cuántas palabras de esa frase han sonado mal? Lo voy a hacer de todas formas. Al menos dieciséis.

Felix rió.

—Eso dices ahora, pero apuesto que si esto fuera una película, habría una escena de dentro de un año que te mostraría jadeando y resoplando mientras subes una colina de la provincia de Hainan, China, en bicicleta y con una sonrisa de "acabo de conseguirme marido" mientras Hyunjin está delante de ti gritando lo mucho que ama a Asia y a ti.

—Nada de lo que dices va a hacerse realidad —le aseguré—. Y yo no jadearía y resoplaría. Estaría montando magníficamente en bicicleta. Vistiendo un kimono que flotaría plácidamente con la brisa.

—Yo no iría tan lejos. Y los kimonos son japoneses.

Moví la mano para quitarle importancia.

—Todo es Asia.

Felix me miró fijamente.

—Oh Dios mío, estás empezando a hablar como él.

Mierda.