Capitulo 3

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Isabela

La relación con mi padre había mejorado notablemente desde nuestras últimas conversaciones, y ahora, por fin, estaba lista para abrazar esta nueva aventura en España. La idea de reunirme con Eva y Alex me llenaba de entusiasmo.

Nos acomodamos en unos de los sillones del aeropuerto a esperar la llegada del chofer con el auto. Mientras observaba a mi padre revisar unos papeles y perder la cordura, no pude evitar sentir una ligera diversión. Parecía estar luchando con alguna letra que no lograba descifrar. Era raro verle frustrado; por lo general, su seguridad es inquebrantable.

— ¿Se complicó? — le pregunte divertida, mientras bajaba el libro que estaba leyendo.

Mi padre solo me observó unos minutos con su ceja arqueada, para luego darme el papel, que supongo, es lo que lo tenía de tan mal genio.

— Sabelotodo. ¿Qué harías vos? — inquirió con una sonrisa y percibí en su voz un tono de superioridad.

El realmente piensa que olvide de dónde vengo.

Con esto puedo demostrarle que no solo entrene físicamente en el internado, también me encargue de seguir creciendo en el ámbito. No quería quedarme atrás.

Mi padre es un artista. No tengo otras palabras para definirlo, no sabe expresar lo que siente hablando, por eso escribe.

Formó desde muy chico una compañía musical. Le gusta componer y escribir temas para otros grandes artistas. En su empresa se encarga de adiestrar a jóvenes a realizar su trabajo y ayuda a los cantantes a sacar su mejor lado. Por eso mismo llegó a donde está, reconocido mundialmente por las obras de artes que ha escrito para cantidades de artistas.

Ya desde muy chica me pego su manera de ser, de escribir lo que siento y de cantarlo. De ser esa persona en la que un artista puede confiar su talento.

Él pensó que en un futuro, iba a heredar su compañía y su talento. Hasta que conocí el vóley y el sueño de mi papá de preservar el apellido en la industria cayó en picada. Por eso me gusta esto. Ayudarlo cuando un tema no está saliendo como él quiere. Valora mucho mi punto de vista y siempre me deja ser libre. Él siempre supo que no necesitaba que alguien me enseñara, solo precisaba las herramientas y hacer arte. No me disgusta esto, pero sé que no es lo mío. Mi lugar está en la cancha, ahí me siento completa y autentica.

— Esto queda mucho mejor. — le dije.

Observe a mi padre tomar el papel y mirándolo buscando el error, pero los dos sabíamos que no había tal error.

— Excelente Isa. — sonrió orgulloso.

Estuvimos un tiempo sentados, hasta que llego el auto que nos iba a llevar a casa de mi padre y Eva. Mi nuevo hogar.

En mi cabeza no deja de rondar la pregunta si el niño de la pelota se acordara de mí. El cambio mi vida, por eso le recuerdo con mucha alegría. Pero la verdad, es que yo no hice más que llorar cuando le conocí, supongo que no, no debe acordarse de la niña a la cual le limpio las lágrimas.

Perdí la noción del tiempo pensando sobre esas cosas, que no me di cuenta que habíamos llegado a la puerta de la casa. Los dos nos bajamos del auto y nos dirigimos a la entrada.

Fuimos a la cocina para dejar las maletas y de un minuto a otro se escuchó un grito proveniente de la sala de estar. Me di vuelta asustada para encontrarme con mi hermano y mi madrastra, riéndose en mi espalda.

De reojo vi a mi padre que se encontraba tocándose el pecho, para demostrar que casi lo matan del susto. Eva se acercó sin decir nada y me abrazo. No tarde un segundo en devolverle ese gesto. Me acostumbre desde chica a sus muestras de afecto.

Dos metros lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora