Capítulo 7

3.7K 210 121
                                    

Teo

Me dejó en visto.

No me costó mucho encontrar su perfil de Instagram. Solo busqué entre los seguidores de Alex y listo: comencé a seguir a la mocosa. Debo admitir que sabe cómo hacerse fotos. En todas, luce jodidamente preciosa. No pude evitar darle "me gusta" a todas sus publicaciones por dos razones:

Uno, le iba a molestar.

Dos, es demasiado hermosa.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro al recordar el día de hoy: la caída en la escalera, la mocosa desconocida siendo tan desesperante, enterarme de que es la hermana de Alex, nuestros tira y afloja, la fuerza en esos pequeños bracitos, su respiración tan cerca de mi cara, sus lindos dedos tocando mis labios cuando saltó a mi espalda, el roce de mis dedos en sus hermosas piernas y todas las veces que me dijo "idiota"... Maldita mocosa.

Caminé hasta la sala de estar con una manzana en la mano y me dejé caer en uno de los sillones.

—Esto es demasiado molesto —chasqueé la lengua.

No podía dejar de pensar en la mocosa. Lo intenté, incluso puse los mejores partidos de voleibol en la televisión. Era imposible. Acomodé mis codos a la altura de mis rodillas y dejé caer mi cara entre mis manos. Esta mocosa me va a traer serios problemas.

—¿Y a este qué le pasa, mamá? —preguntó la voz de mi querida hermana al entrar en la sala.

—No sé, está así desde que llegó del colegio —respondió mi madre—. Lo escuché murmurar cosas como "maldita mocosa", "¿y ahora qué hago?", "mocosa, mocosa, mocosa". Así, unas cien veces.

—¿No tienen cosas más interesantes que hacer? —les pregunté, frunciendo el ceño.

Ellas me observaron divertidas. Mi madre fue la primera en alejarse, levantando las manos en señal de paz. Pero mi hermana...

—Hermanito, no me digas que es lo que estoy pensando.

Y ahí estaba su sonrisa de satisfacción. Lo entiendo; en cierto modo, me lo merezco. Paula, mi hermana, vive para fastidiarme cada vez que tiene la oportunidad. Estoy segurísimo de que se llevaría de maravilla con la mocosa.

Mi hermana me lleva seis años, tiene veintitrés, y a veces soy yo quien parece el maduro entre los dos. Actualmente, está en busca de una niña que me rechace, para reírse en mi cara. Sabe cómo me comporto y no le gusta. Le molesta.

¿Por qué lo sabe? Fácil.

Hace unos meses, me enrollé con una de sus amigas, la que tenía explícitamente prohibido. Era una regla entre hermanos que rompí en una noche. Mi hermana y Alex lo saben; cuanto más me lo prohíban, más lo quiero.

La historia fue así: para el cumpleaños de mi hermana, vinieron sus amigas a celebrarlo en nuestra casa y, sinceramente, las universitarias estaban bastante bien. En mi cabeza se me pasó la idea de que tal vez no eran tan molestas como las de secundaria. Gran error.

A mitad del festejo, me acerqué a una que me había parecido guapa y, entre un par de copas, terminé en el cuarto de invitados con la amiga de mi hermana, cuya nombre ni siquiera recuerdo. Al pasar de los días, esa chica seguía hablándome por teléfono y eso comenzó a molestarme.

Y lo peor vino cuando le confesó a Paula que había estado con migo. Mi hermana armó el escándalo del año. Como soy un idiota, en medio de nuestra gran discusión, le respondí de manera hostil que su amiga no me importaba y que estaba aburrido. Mi típica excusa.

Desde ese día, mi hermana me lo juró y tiene el deseo, bastante maduro por suerte, de que encuentre una chica que me guste mucho y me rechace de la manera más cruel posible.

Dos metros lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora