Isaac
Siempre pensé que el amor a primera vista era solo cosa de los libros que devoro o de las típicas películas de cine. Nunca imaginé que algo así ocurriría en la vida real, y mucho menos a mí. Pero ella... existe. Y es todo lo que buscó: esa bocanada de aire fresco que escapa en forma de sonrisas. Antes de conocer a Isabela, no sabía que podía haber alguien tan perfecto. Desde que la vi, con esa tenacidad única, y desde el primer roce de sus labios con los míos, supe que estaba perdido. De verdad, estoy jodido.
Y como buen lector, sé cómo sigue la historia. Ella nunca me elegiría. Soy el chico bueno, la segunda opción, el que siempre pierde ante el "chico problemático y perfecto". Y aquí cometí mi primer error: Teo no es un tipo malo; es solo un idiota que no sabe lo que quiere y se entretiene ligando con cualquiera que le parezca atractiva.
A diferencia de él, en mi casa no he tenido un ejemplo de buen amor. Mis padres llevan años separados y se odian cada vez que pueden. Nunca entenderé ese rencor; compartieron un pasado y un hijo, su único descendiente. Por los buenos momentos del pasado podrían esforzarse por llevarse mejor... aunque solo fuese delante de mí.
Le agradezco a la literatura que me enseñara a entender lo que es querer a alguien: quemarse hasta que el corazón no pueda más, darlo todo sin esperar nada a cambio. No soy tonto, no quiero sufrir, pero siento que esto es solo un paso necesario hacia la meta. Solo deseo que, en algún momento, ella se detenga, me mire y vea que no pienso moverme de aquí.
No lo voy a negar: ayer por la tarde me comporté como un imbécil. No puedo enfadarme con Isabela por preferir a otro; Esas cosas pasan, y ella lo sabe. Lo que realmente me dolió fue verla tan vulnerable en los brazos de otro que no era yo.
Como todos los lunes, salí de clase un poco antes que mis amigos y tomé el camino largo hasta el gimnasio. Aquel día me retrasé charlando en el pasillo con una compañera, a la que maldije en silencio cuando me enteré de lo que sucedía al otro lado de la cancha. Si tan solo no me hubiera entretenido en esa conversación... podría haber estado con ella en lugar de él. Cuando logré escapar de aquella charla insípida, salí por la puerta del pasillo que da a los gimnasios, y ahí estaban. Ella, con la cabeza apoyada en el pecho de Teo, mientras él le acariciaba la cabeza con suavidad.
En ese instante, mil preguntas cruzaron mi mente. Quise acercarme y exigirles explicaciones, pero me quedé clavado en el suelo al ver a Isabela separarse de Teo, con el rostro afligido, los ojos perdidos y temblando de nervios. Su deseo de huir de allí era evidente, se le notaba en cada fibra del cuerpo.
Lo supe en ese momento: no debería meterme. Por mucho que me doliera verla con Teo, ella no necesitaba dos personas que se odian a su lado, solo a una que supiera escuchar. He de reconocer que me pasé varios minutos pensando si Teo era el indicado para esa tarea, hasta llegar a la incómoda conclusión de que, quizás, él sí lo era. Jamás habría sabido cómo ayudarla; No tengo la paciencia ni la calma de Teo cuando se trata de emociones. Así que, me quedé en mi sitio, confiando en él y esperando noticias. Les vi marcharse de la mano, alejándose de los gimnasios.
Espera dos largas horas, incapaz de concentrarme en el entrenamiento, sin poder atinar un balón. Dos malditas horas hasta que Teo dio señales de vida, diciendo que estaba con Isabela. Eso ya lo sabía; Necesitaba algo más. No soy ingenuo: algo pasó entre esas cuatro paredes y en esa soledad compartida. Esta mañana Teo apareció con una nueva novia, e Isabela no disimulaba su disgusto. No sé qué se trae entre manos, pero, sea lo que sea, me gustaría que terminara.
Me dejé caer en uno de los sillones de mi refugio secreto, soltando un largo suspiro de frustración. La espera nunca ha sido mi fuerte, pero sé que ella aparecerá en cualquier momento, y solo de pensarlo, me pongo nervioso. Agradezco tener este sitio para esperar; es un lugar solo nuestro. Siempre estaré agradecido por haberme topado con esta sala.
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Dos metros lejos
Roman d'amourIsabela guardó con cariño la pelota de vóley que él le obsequió años atrás, aferrándose a la esperanza de volver a verlo algún día. Teo, por su parte, ha relegado ese recuerdo al rincón más profundo de su mente y no recuerda a Isabela. Hizo una prom...