Isabela
Cuando terminó la clase, Ema salió con la idea de crear un grupo en el móvil para mantenernos conectados y seguir hablando por allí. Nunca había estado en un grupo y, debo confesar, se siente bien formar parte de un sitio tan agradable. Ellas son así, cálidas y acogedoras. Lola me recuerda a Alex, con su seriedad y su actitud protectora. Y Ema...bueno, es una loca de remate. Con todas las letras. Sale con cada ocurrencia que te hace estallar de risa y preocuparte a la vez.
Hoy fui la primera en llegar al entrenamiento de vóley. Tenía unas ganas locas de jugar, algo que Ema siempre comenta cuando ve mis pies repiquetear contra el suelo. Finalmente conocí a todo el equipo femenino. Todas me recibieron con una bienvenida muy cálida, y desde el primer momento se nota lo unidas que están.
La capitana nos explicó a las nuevas que este año querían esforzarse más que nunca para llegar al torneo más importante del curso, en el que varios clubes de España buscan nuevas promesas del vóley. No solo es una oportunidad increíble para las chicas que están en el último año, sino que también nos permite a las más jóvenes empezar a hacernos un nombre.
Y eso es justo lo que quiero. Que alguien me vea, me ofrezca una buena propuesta, y poder dedicarme al vóley toda mi vida. No me importa dónde. Desde pequeña he sido una nómada, y esa vida de ir de un sitio a otro me ha enseñado a no apegarme a ningún lugar emocionalmente.
Cuando la capitana gritó que el entrenamiento había terminado, dejó escapar un suspiro de frustración; Quería seguir jugando. Después de despedirme de mis compañeras, me dirigí al gimnasio masculino. Allí estaban mi hermano, Luka e Isaac tumbados en el suelo, mientras que el único que seguía practicando era Teo.
No quiero perder la oportunidad de practicar con él. Es bueno y sé que puede ayudarme a mejorar mucho. Sin embargo, solo pienso en que tengo que disculparme por haber sido una idiota. Él es un idiota a tiempo completo y no va por ahí pidiendo perdón.
No eres como él, Isabela.
Mi cabeza tiene razón. Además, la culpa de haberle tratado mal me ha estado consumiendo. Sin pensarlo demasiado, me acerqué a Teo, que estaba de espaldas, decidida a poner fin a todo esto.
—Teo... —dije tan bajo que no me escuchó. Suspiré para llamar su atención, lo que hizo que se diera la vuelta—. Perdón por lo de esta mañana.
Él no ocultó su sorpresa y me observó con una ceja arqueada durante unos segundos antes de sonreír con su típica expresión seductora, esa que me dan ganas de borrarle a golpes por verse tan jodidamente guapo.
—La verdad, fue doloroso leer ese feo, pero está bien, mocosa, te perdono.
—Sabes que no es por eso, tonto —me reí.
—Lo sé, Isa. Y no pasa nada.
Teo dio un par de pasos hacia mí y, como de costumbre, tocó la punta de mi nariz con su dedo. Este gesto se está convirtiendo en una costumbre. Y me gusta... sentir su roce en mi piel es agradable.
—Eso es nuevo —comentó.
—¿El qué? —pregunté.
—Tu sonrisa.
Y sí, le estaba mirando con una sonrisa de idiota en la cara. Me quejo de que Teo es raro, pero yo no me quedo atrás. Mis cambios de humor con él me están volviendo loca.
—Ya, ya —dije, empujándole suavemente—. ¿Practicamos?
—Es lo que he estado esperando desde ayer, Isabela.
Mordí mi labio inferior, tratando de contener una sonrisa. Me gusta cuando dice mi nombre y no ese apodo horrible. Después de rogarle a Julio, su capitán de vóley, para que nos dejara quedarnos un rato más, conseguimos convencer a Alex y Luka para que jueguen contra nosotros. Isaac, por otro lado, decidió tumbarse en un banco a leer, dejándonos a nuestro aire. Es obvio que entrenar no es lo suyo.
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Dos metros lejos
RomanceIsabela guardó con cariño la pelota de vóley que él le obsequió años atrás, aferrándose a la esperanza de volver a verlo algún día. Teo, por su parte, ha relegado ese recuerdo al rincón más profundo de su mente y no recuerda a Isabela. Hizo una prom...