Isabela.
¡¿En qué diablos estabas pensando, Isabela?! ¡En nada!
Esos malditos ojos color avellana. Son los culpables de todo lo que acaba de suceder. Casi me dejo llevar por su mirada, por su rostro, por sus palabras. Y esos labios... Esos malditos labios perfectos. Casi me olvido de todo y beso a ese imbécil.
Pero lo peor no es eso. Lo peor es que casi beso al mejor amigo de mi hermano. Aquel que me tiene prohibido. Alex tiene razón, es un conquistador en serie.
—¿Vamos? —la voz de Alex me sacó de mi ensoñación.
Asentí, algo aturdida, mientras veía a mi hermano hacerle señas a Teo para que se uniera. Genial, ahora tendré que seguir soportando su presencia.
Mi mente no deja de revivir la escena de hace unos minutos: su mano en mi rostro, su respiración entrecortada, y yo, acariciando esos labios que nunca debí tocar. Lo odio, lo odio tanto...
Antes de que se acercara a nosotros y volviera a poner mi corazón a mil, me adelanté y salí del gimnasio. Necesitaba aire. El viento de la tarde golpeó mi rostro, y lo agradecí. No tenía un espejo, pero podía sentir mis mejillas ardiendo. Ese calor no era producto del esfuerzo en el vóley, sino de la maldita cara de Teo.
"Mierda. No puedo quitarme de la cabeza esos ojos marrones", pensé.
Respiré hondo y levanté la vista al cielo, dejando que el viento acariciara mi piel. Justo en ese momento, una voz que ya reconocía me sacó de mi estado de calma.
—Pequeña agallas —dijo, riéndose.
—¿Pequeña agallas? —abrí los ojos lentamente.
Frente a mí estaba el chico rubio de esta mañana, y por la cercanía de Teo, deduje que también era amigo de mi hermano.
—Sí, nadie ha humillado a Teo tanto en un solo día —se echó a reír, y no pude evitar soltar una pequeña carcajada también—. Perdón, mis modales. —Extendió su mano en señal de saludo, la cual acepté al segundo—. Me llamo Luka Durán, a tu servicio.
—Isabela Palermo —le respondí—. Perdona por lo de esta mañana.
—No pasa nada —me sonrió pícaramente—. Fue bastante divertido.
—Luka, aléjate de mi hermana —interrumpió Alex, acercándose con Teo a su lado.
De verdad, en ese momento deseé desaparecer. Tener que irme a casa con Teo iba a ser insoportable. Mientras Luka discutía con Alex, me desconecté por enésima vez en el día y mis ojos buscaron algo, o alguien, en lo que concentrarme. Entonces lo vi.
El castaño de esta mañana, apoyado en la pared cerca de la puerta del gimnasio, con un libro en las manos. No lo había visto al salir. Parecía tan concentrado, tan ajeno a lo que sucedía a su alrededor. Me fijé en la portada: "Orgullo y Prejuicio". Buen gusto.
Me quedé observándole unos minutos, notando cómo sus cejas se arqueaban cuando volvía la vista al libro. Estaba tan relajado, y yo no podía dejar de pensar en lo atractivo que se veía así.
De repente, levantó la mirada y la cruzó con la mía. Mis mejillas ardieron una vez más. Recordé que lo había llamado "lindo" delante de todo el equipo de vóley. "Mierda, Isabela...".
Para mi desgracia, el castaño cerró su libro y empezó a caminar hacia mí. Mis manos comenzaron a sudar, y sentí cómo mis mejillas superaban el rojo tomate. Cuando llegó a mi lado, alborotó mi cabello con una mano y me dedicó una sonrisa a medias.
—Niña tonta —dijo—. Vamos a por tu helado.
Dejé de respirar. Literalmente. El castaño se adelantó y empezó a caminar, mientras yo lo veía alejarse, pensando: "¿Qué demonios comen para estar así?".
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Dos metros lejos
RomanceIsabela guardó con cariño la pelota de vóley que él le obsequió años atrás, aferrándose a la esperanza de volver a verlo algún día. Teo, por su parte, ha relegado ese recuerdo al rincón más profundo de su mente y no recuerda a Isabela. Hizo una prom...