Capitulo 8

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Teo

Otra clase en la que esa mocosa invade mi cabeza. Es desesperante, una auténtica pesada. No entiendo por qué me molesto tanto su actitud en la entrada del colegio. Lo único que sé con certeza es que me irrita la manera en que mira a Isaac.

¿Por qué él tiene su atención? Como si fuese tan perfecto.

Ni siquiera he llegado a tocar la campana cuando ya veo que Isaac tiene un pie fuera del aula. Siempre se las apaña para escaparse por algún rincón de este enorme colegio. Pero hoy tengo un mal presentimiento. Nadie lo notó en la entrada, pero yo sí lo vi acercarme a la mocosa. Y ella, como siempre, ruborizándose ante sus palabras. Algo se trae entre manos, y me fastidia que sea con ella. ¿No podía haber elegido a otro del montón? Tenía que ser precisamente ella.

¡Joder! Si yo la vi primero.

Resoplé, furioso. Esto no me gusta nada.

— ¿Qué te pasa ahora? —preguntó Alex, sacándome de mis pensamientos.

—Nada, solo tenía que comentarle algo a Isaac sobre sus colocaciones —mentí.

—Vas a tener que esperar a que aparezca —respondió Luka con resignación.

—¿Me ayudan a buscarlo? —les pregunte a Luka y Alex.

—Sabes que es imposible encontrarlo. Ya lo hemos intentado muchas veces —contestó Luka con una mezcla de frustración y derrota—. Es desesperante que nunca diga dónde va.

—No importa, vamos a intentarlo otra vez.

No podía quitarme de encima esa horrible necesidad de comprobar que estaba solo, sin ella.

Pasaron los minutos y seguimos sin encontrarlo. Ni rastro de Isaac ni de Isabela. La situación comenzaba a volverse inquietante, no solo para mí, también para Alex y Luka.

Me alejé un poco de ellos, doblando por el pasillo que conducía a la biblioteca. Y ahí estaba. De espaldas. Solo. Sentí un alivio extraño al verlo sin compañía, sin ella.

—Aquí estabas —dije, esperando que se girara.

En cuanto mi voz resonó, alguien apareció del otro lado de Isaac. Era Isabela. Estaba justo delante de él. Sentí cómo mi mandíbula se tensaba mientras me acercaba a ellos. Lo sabía...

— ¿Qué haces con ella? —solté, entre dientes.

—Y a ti que te importa —respondió ella, la fiera.

Le dirigió una mirada gélida a Isabela, pero ella frunció el ceño y arrugó la nariz. Qué preciosa se pone cuando se enfada. Di un suspiro y me acerqué más, inclinándome hacia ella para deleitarme con el rubor que crecía en sus mejillas.

—Me importa, por eso pregunto —sonreí, provocador.

—Teo, no la molestes —intervino Isaac, con esa voz fría y cortante que me hizo alzar la cabeza para mirarle.

Levanté una ceja, dispuesto a soltarle algo que le doliera, pero entonces me fijé en sus labios, ligeramente enrojecidos. Mi mirada se volvió hacia Isabela, que parecía incómoda. Ambos lo estaban.

Una sola conclusión: la había besado.

Joder, esto no me gusta nada.

—Entiendo... —murmuré, sintiendo una opresión en el pecho.

Di un paso hacia atrás, alejándome hasta el final del pasillo, donde Luka y Alex estaban a unos metros.

—¡Luka, Alex, los encontré! —les grité.

Dos metros lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora