Isabela
Y lo que no debía pasar con Teo, volvió a suceder. Me encantaría saber si es posible sentir atracción y odio al mismo tiempo. Lo necesito, porque me estoy perdiendo entre los buenos tratos de Isaac y el malestar que Teo me deja cada vez que le doy la oportunidad de hacerlo. Y, lo entiendo, la culpa es toda mía; soy yo quien le deja entrar y destrozar toda esa versión de mí que se niega a sentir algo por él.
—Sigues callada —Isaac irrumpió en mi mente—. Ya estamos por llegar.
Debería decirle la verdad de todo esto, pero no puedo. Me aferro a la posibilidad de sentir algo bonito por Isaac, porque él se merece mi mejor esfuerzo. Desde el primer momento, ha procurado que me sienta cómoda y segura a su lado. Isaac es todo lo opuesto a Teo. Por él debería suspirar, sentir felicidad cuando le veo, esa alegría que hace que mi corazón lata con fuerza y entusiasmo... pero eso es justo lo que solo ocurre cuando Teo aparece a mi lado.
Solté un suspiro y, temerosa, di un paso decisivo, tomando su mano con lentitud y entrelazando mis dedos con los suyos. Levanté la mirada para observar su rostro y vi una media sonrisa en sus labios, acompañada de un leve apretón en mi mano. Isaac no necesita decir nada; sus gestos hablan por él. Sé que me quiere a su lado, y por eso debo seguir esforzándome para que esto funcione. Primero tengo que mentalizarme de que lo de Teo es imposible, y que seguir así solo va a lastimarme.
—Hemos llegado —dije, sin soltarle la mano.
—Sí, eso parece —sonríe—. ¿Lo has pasado bien?
Asentí sin dudarlo; dejando de lado lo de Teo, todo fue perfecto.
—¿Y tú? —le pregunto.
Él da un paso hacia mí, y coloca su mano suavemente en mi mejilla.
—Yo también, pequeña —murmura.
Isaac comienza a acariciar mi mejilla, en silencio, con esos ojos verdes que me advierten que no se quedará conforme. Al apartar su mano, sé que va a preguntar algo importante.
—¿Pasa algo con Teo?
Su mirada denota ansiedad, y sé que debería responder de inmediato para calmar sus dudas. Pero sí, pasan cosas con Teo. Demasiadas, aunque preferiría no admitirlo. Aclaro mi garganta y digo lo primero que se me viene a la cabeza:
—No, Teo solo me produce un extraño malestar cuando está cerca.
Isaac no parece convencido; lo noto en su expresión, pero asiente y agradece mi sinceridad.
—Me da celos —agrega.
Mi sorpresa debe ser evidente, porque no pensé que Isaac sintiera esa clase de sentimientos. Temo que ya ha notado las intenciones de su amigo y mi forma de actuar, lo cual me lleva a una sola conclusión: soy una idiota. Aquí estoy, con el chico perfecto delante de mí, perdiendo el tiempo con los juegos de Teo.
—No tienes que sentir celos —le aseguro—. A mí me gusta pasar tiempo contigo.
Isaac ladea la cabeza, sonríe y me mira con esos ojos que transmiten calma. Con timidez, se acerca y me da un beso corto en la mejilla, dejándome deleitarme con su fragancia. Lo que siento no se parece a nada de lo que siento por Teo; esto es acogedor y cálido. Me recuerda a esos días lluviosos en Londres, cuando volvía empapada después de entrenar bajo la lluvia y el calor de la estufa me envolvía. Isaac es eso, el hogar cálido en un día de frío.
—Gracias por este día, Isabela —dice, aun sonriendo—. Si soy sincero, no me apetece irme aún.
—Puedes pasar —le digo sin pensarlo, sintiendo el rubor en mis mejillas—. Bueno, está Luka y probablemente mi hermano también...
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Dos metros lejos
RomanceIsabela guardó con cariño la pelota de vóley que él le obsequió años atrás, aferrándose a la esperanza de volver a verlo algún día. Teo, por su parte, ha relegado ese recuerdo al rincón más profundo de su mente y no recuerda a Isabela. Hizo una prom...